Capítulo 1 "Necesito que..."

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Julio, 2016.

Mis ojos recorrían la estancia una y otra vez.

Por un lado estaba la señora Fleming que con sus hijas no perdían el tiempo en acercarse a nosotros con unas sonrisas pre-fabricadas en sus rostros. Escuché a mi madre soltar un bufido bajo, demostrando su hostilidad hacia la mujer mientras que mi padre estaba muy entretenido en ver sus piernas estalladas en un vestido bermellón.

— Stella —saludó a mi madre con una sonrisa mordaz que me parecía de muy mal gusto.

—Evelyn —dijo mi madre con un tono indiferente.

Los ojos de señora Fleming relampaguearon hacia mi padre y compartieron una sonrisa cómplice.

—Raúl, que alegría verte por aquí.

—Lo mismo digo, Evelyn —le besó la mano en un gesto coqueto.

— ¡Oh, Johana! Estas más grande y encantadoramente bella —me alagó buscando con sus ojos la aprobación de mi padre por alagar a su hija.

Sonreí cortésmente.

—Usted también es digna de halagos, señora Fleming.

Hizo un ademan con su mano mientras que una sonrisa de superioridad se enfrascada en su cara.

—Qué cosas dices, cariño.

Miré a las hijas de la señora Fleming y ellas me dieron sonrisas que prometían palabras mordaces.

— ¿Y cuando encontraras marido, Johana? —dijo Elena, la mayor que estaba vestida con un coqueto vestido azul rey —. Mi prometido y yo esperamos nuestras invitaciones a tu boda muy pronto.

Mi sonrisa parecía congelada en mi rostro.

—Oh, simplemente espero al indicado, Elena.

Anastasia, la menor por uno un año, hizo un pequeño mohín que hizo ver bastante femenino.

—Johana, vives mucho en esas películas de princesas. Tienes veintiún años, deberías ya estar en planes de boda, cariño.

—Mi hija encontrara al indicado, Anastasia —interfirió mi padre quien colocó una mano en mi hombro —. Jamás le han faltado opciones a mi hija. Solo que, como dijo ella: estamos esperando al indicado.

Evelyn asintió rápidamente.

—Entiendo, pero, esa búsqueda debería terminar, cielo. Lamentablemente no somos eternamente jóvenes y tu belleza tiene un fin —me dio una palmadita donde había estado la mano de mi padre —. Quizás algunos de estos solteros de esta noche sea el indicado.

—Estamos seguro de que mi hija conocerá a su prometido está noche —interfirió mi madre tomándome de los hombros —. Mi hija es bella, ningún hombre ha dejado de mirarla, ni siquiera los prometidos de tus hijas pueden negar la belleza de mi hermosa Johana—sonrió con superioridad.

Me causó una cruel diversión ver que sus sonrisas se tensaron.

Así era como las mujeres en mi mundo peleábamos: palabras llenas de crueldad y dobles sentidos.

—Sí, una belleza de los mismos dioses —murmuró la señora Fleming —. Nos tenemos que ir, fue un gusto verlos de nuevo.

Rápidamente se alejaron y mi padre no dudó en regañar a mi madre.

—Fue grosero lo que dijiste sobre los prometidos de Elena y Anastasia, Stella.

Mi madre sacudió la mano en un ademan de indiferencia.

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