CARTA N° 12

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                 Me gustaría pensar (creer) que esta carta algún día te llegará. Mantengo la ilusión de que quizá de esa forma, entenderás como una persona puede destrozarse en pequeños fragmentos de ilusiones; quisiera que conocieras como se esfumó la mía el día que te fuiste.

                 Sé que sabías que siempre vivía en mi mundo, ese mundo que construí para estar segura, para ese entonces (cuando te conocí) no sabía porque o de qué me protegía, sé que no era perfecto, pero al menos respiraba... o al menos eso era lo que creía que hacía. A pesar de todo, hiciste lo que pudiste por intentar vivir en él y lo lograste, con el paso del tiempo lo modificaste y esos cambios me hacían sentir bien.

                  Pero mi imperfección era tal que no te llenaba, pues no podía expresar lo que sentía por ti, ¿Y cómo hacerlo? Si por primera vez podía contemplar tan brillante luz en la que siempre fue mi eterna oscuridad, y esa misma luz me envolvió y me cegó, caí completamente en el abismo del que de verdad creí era tu amor.

                  Me llevó tiempo darme cuenta que no sentías lo mismo, pero de algún modo daba tranquilidad a tu vida. Siempre trataba de no ser yo, para agradarte y esa parte es la que me mataba cada día, luchando por intentar ser alguien más, alguien más social, menos sarcástica, más diplomática, menos confrontativa, más estándar; menos yo.

                   Finalmente me dejaste con la ilusión de que regresarías y en mi infinita espera nunca llegaste, tal fue tu apatía que jamás cruzaste mirada con la mía y aún así yo paso más de una noche soñando con tus ojos.

                   Todo lo que hacía para que regresaras no funcionó de nada. Tan enamorada estaba, que logré desaparecer aquellas miradas que siempre me atormentaban en mis decisiones, logré ser fuerte, para poder abatir mi orgullo y pedirte, que me concedieras una segunda vida, si... estaba muy ilusionada de poder ser otra y demostrarte lo que había cambiado.

                    Por unos segundos me seguiste el juego y yo ilusamente veía con más intensidad aquella luz, creyendo poder alcanzarla, pero la apagaste cuando me decías sin tacto alguno que no me querías de la misma forma y que por favor no te buscara más.

                    Entonces el dolor se volvió tan intenso, que presionaba todo mi cuerpo, y en cada suspiro dejaba ir pedazos de mi alma, mientras mis ilusiones y deseos escapaban por mis lágrimas.

                  Sin más remedio, volví a la oscuridad de la que aún pienso nunca debí salir, ahora sé de qué me protegía... del amor,  ese sentimiento tan incomprensible y misterioso, dulce es su llegada pero amargo en su partida, que duele lo suficiente como para matarte pero nunca mueres en verdad.

                 Pero si aprendí algo de mi sueño sin realidad y es que con frecuencia la amistad se vuelve amor, quizás el amor se vuelva odio, el odio olvido y el olvido nada...


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