Cartas a ellas...

CARTA N° 100

               Hoy quiero reconocer, mejor dicho, aceptar que todavía te amo. Con lágrimas en mis ojos caminando en la cornisa de mis ojos tristes y cansado y el corazón desecho. Estas palabras son mi manera de entregar lo que queda de una ilusión perdida.

              Aunque sé que las promesas se las lleva el viento, no me duele tanto que no hayas cumplido tu promesa, sino que no hayas podido amarme tanto como yo. Pero no estoy enojada como lo estuve en un principio y tengo que reconocer que hubo cosas que aprendí y te lo agradezco.

             Te agradezco por enseñarme a amar, por haberme regresado la niñez que durante mucho tiempo creí perdida, por llevarme a la luna sin despegarme los pies de la Tierra, por haberme regalado un momento de tu vida aunque este haya durado lo mismo que un triste y cansado suspiro. Lo vivido contigo fue inmensamente hermoso, cuando me atrapabas entre tus brazos en esos días que sentía desfallecer de la tristeza que nunca me ha dado tregua alguna, me enseñaste que sí existe el cielo y no es precisamente ese de color azul que tenemos arriba de la cabeza, sino que está dentro de dos perlas color castaña y una sonrisa capaz de opacar al mismísimo sol.

             Aún te amo y no me resigno a haberte perdido, aunque mi conducta manifiesta absolutamente lo contrario. Si estuviera resignada no existiría esta nueva carta que va a terminar junto con otras dentro de una vieja y desgastada caja de zapatos escondida dentro de un armario.

            Hoy me resigno a mi dolor, pero ni mi corazón ni mi mente lo pueden entender todavía. Pero te amo y porque te amo sigo respetando tu decisión y no he vuelto a buscarte ni a contactarte, a pesar de que me muero por hacerlo cada minuto, de cada hora de cada día que respiro.

          Te deseo todo lo mejor. Te quiero ver logrando todo lo que un día me contaste soñabas alcanzar, aunque yo no esté ahí y que encuentres la felicidad, no en un trabajo ni en una persona, sino dentro de ti.