Capitulo 4

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Unas manos grandes, fuertes y ásperas me recorren los muslos con devoción, el incesante pitido vuelve, aturdiéndome mientras intento recordar donde estoy. Observo a mi alrededor, veo arena blanca y un hermoso cielo estrellado con la luna iluminando las playas de la habana.

¿Que hago aquí? ¿No había vuelto ya a parís?

Unos labios húmedos en mi oreja me hacen pegar un respingo. Antes de que pueda apartarme de esa persona ya tiene mi colgante entre sus dientes, sonríe mostrándome su hoyuelo y muero de ganas por besar esa peculiaridad, guarda mi arete en su bolsillo y se acerca a mi para besarme lento, profundo, agresivo, le devuelvo el beso con ganas, sintiendo su sabor mentolado en mi boca, una delicia.

_¿Por que no me dices tu nombre?_ Susurra abriéndome de piernas, colándose entre ellas mientras está encima de mi.

Yo lo único que puedo hacer es mirar esos ojos verdes que brillan con la luz de la luna llena, tiemblo y dentro de mi crece algo arrollador, algo que envuelve su presencia y la conserva en ese lugar en donde tengo a los seres que amo.

Se saborea mirándome a los ojos, lo hace de tal manera que me retumba el pecho, sé que yo lo miro igual, sé que él se siente tan confundido como yo, no sabe que hacer con este lazo que mágicamente nos une.

Quizás esto es como en el poema, quizás siento que estamos hechos a la medida... no, imposible, no puedo sentirme así con un extraño, simplemente no puedo.

Me besa la frente, las mejillas, el cuello... baja hasta mis pechos llevándoselos a la boca provocando de arquee la espalda, lo hace suave, intentando llevarse su sabor y textura con el, sigue bajando, lamiendo mi cintura, mi ombligo y llega a mi entrepierna, solo llevo un bikini color vino tinto, lo baja lento acelerándome la respiración. ¿Por que me pongo tan nerviosa? Me han hecho mucho sexo oral y se siente como la primera vez. Pasa su lengua ansiosa por mi vagina y lo escucho gruñir al mismo tiempo que yo suelto un jadeo de máxima satisfacción, me duele la cabeza con las sensaciones que me recorren, mi cuerpo esta tan sensible que mi sentido del tacto está al mil por ciento. Succiona y lame como si fuese una deliciosa paleta matándome en el proceso, no puedo, simplemente no puedo.

Lo separo con brusquedad y me monto sobre el, entierro mis uñas en su pecho al intentar controlarme, me siento demasiado necesitada que prácticamente rompo su short de baño. Ahí está, su verga erecta en su máximo tamaño, sin un solo bello, rosada y deliciosa, la vista se me nubla cuando me levanto para metérmela, quiero bajar de golpe y tenerlo por fin dentro, pero me detiene sujetándome las caderas para hacer un descenso lento y malditamente placentero.

Siento como me abro lentamente, percibiendo cada textura de su polla, gemimos al mismo tiempo, yo me apoyo en su pecho y el tira la cabeza hacia la arena cerrando los ojos murmurando en francés, no logro escucharlo con claridad, pues el pitido en mis oídos se hizo aun más fuerte, creando una presión en mi sien.

Subo lento sintiéndolo completamente y vuelvo a bajar soltando una maldición, esto es algo de otro mundo, esto no es real, no se puede sentir tanto placer, es imposible, pero entonces ¿como carajos explico esto que estoy sintiendo? Miles de preguntas asaltan mi cabeza, pero las ignoro tomando un ritmo frenético que me pone a sudar, no por el esfuerzo físico, si no que por el, por el hombre que me mira como si no fuese real, como si fuese su mejor fantasía y tal mirada me tiene como me tiene, esa mirada clara, peligrosa y decidida.

_Tienes unos ojos hermosos_ dice con la frente arrugada y la cara tensa.

Su cara es lo más bello que he visto en la vida y tal cosa hace que me prenda de su boca saltando sobre el, siento el dulce sabor del orgasmo... estoy tan cerca y él también. Uno...dos...explosión.

De plata & zafiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora