Capítulo VI

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Abrió la puerta y Xena fue la que se ocupó de cerrarla con un portazo lo bastante fuerte como para que la Bardo se girara extrañada.

—¿Cuándo dejaras de ser tan irresponsable? — Dijo Xena mirándola fijamente —Te dije que te quedaras en la posada, que no tardaría tanto en volver. Y encima de no hacer caso ni siquiera te llevas la Vara, ni una nota. Y luego dices que eres adulta. ¿Pero cómo lo demuestras? No es simplemente decirlo o aparentarlo, es demostrarlo Gabrielle— Xena se acercó hasta quedar frente a la rubia.

 —Sabes que no me gustan las gachas al igual que a ti y es lo único que dan para desayunar aquí. Tenía hambre y no lo pensé dos veces, supongo que como estaba ya abajo, pensé que no sería necesaria la Vara. Sólo iba a comprar—Explicó excusándose. En realidad, ahora que se estaba escuchando a sí misma le sonó infantil por su parte. No reparé en la vara, eso mejor no decirlo ese fue un gran error mío. Al ver que la guerrera aún estaba ahí esperando más palabras por su parte, prosiguió.— Pero tienes razón me equivoqué, en todos los lugares pueden pasar imprevistos, lo siento no volverá a ocurrir.

Vamos Xena, por favor perdóname y no te cierres a mí.

—Lo sé— Porque no dejaré que hagas de nuevo esta estupidez. — Piensa Gabrielle si yo no hubiera llegado justo a tiempo ¿Qué hubiera pasado? Podrían ser poco competentes, pero eran cuatro e iban armados.

Que posiblemente hubiera estado muerta, sin la Vara no tenía oportunidad.

—Lo siento Xena de verdad, tienes razón— La tienes al completo y es estúpido negarlo. — Pero entiéndeme a mí, tenían a esa chica sujeta con un cuchillo en su garganta, me vi en la obligación de hacer algo, tenía más opciones que la chica. 

—¿Qué hubieras podido hacer? — Dime Gabrielle. — Nunca más expongas tu vida, al menos no sin tener tu arma a mano, sin estar yo cerca ¡Nunca! — Xena se dio media vuelta, recogió sus pertenencias y cuando se disponía a salir, la bardo le sujetó el brazo, la guerrera se apartó del contacto tan bruscamente que Gabrielle cayó al suelo al no esperarlo.

Al percatarse Xena la ayudó a levantarse recibiendo en el proceso una mirada dolida por parte de la rubia. ¿Por qué le rechazaba el contacto? ¿Por qué la trataba de ese modo tan distante ahora? Preguntas que Gabrielle no dejaba de repetirse.

 —Gabrielle lo siento ¿Te hice daño? — Los ojos de la morena se endulzaron y volvían a ser los de siempre. — No sé qué me ha ocurrido— Gabrielle volvió a sollozar últimamente era lo único que hacía, especialmente cuando la guerrera decía o hacía gestos que la herían. 

—Pequeña no llores no fue esa mi intención—le elevó la barbilla para embriagarse de aquellos ojos verdes que tanto amaba. —No sé qué hubiera hecho si te llegan hacer daño—Acarició su mejilla con la yema del pulgar, y la estrechó contra ella para darle un cálido abrazo. Si te hubieran tocado un solo pelo estarían echó pedazos en la plaza y las sobras la estarían comiendo los buitres ahora.

—¿Me perdonas? — Sollozó más fuerte, no quería que la guerrera volviera a encerrarse en sí misma dejándola fuera — ¿Me quieres? — Susurró y la guerrera la escuchó.

—Te quiero y no hay nada que perdonar— secó las mejillas de Gabrielle.

La rubia elevó el mentón mirando fijamente a los ojos azules. ¿De qué forma me quieres Xena? ¿Cómo amiga? ¿Cómo hermana? O ¿Cómo mujer?

Estuvo tentada a preguntarle, pero el miedo la paralizaba. Miedo a perder lo que tenía, miedo a que la relación se volviera incómoda entre ambas al no ser correspondida y el viajar juntas se volviera insoportable. No obstante, se fue acercando lentamente hacia Xena, depositando un beso en la comisura de los labios, el corazón de la guerrera aumentó sus pulsaciones. Estrechó aún más el abrazo, como si la vida le fuera en ello.

—Te quiero Xena—Susurró. Apoyada en la guerrera, podía oír como el corazón de la guerrera se aceleraba, no quería precipitarse, pero fue inevitable emergiera una sonrisa en sus labios. ¿Acaso es por mí? ¿Por el beso? ¿Tengo una oportunidad Xena? Cuanto deseaba que eso fuera un sí. 

—Gabrielle...debemos irnos— Balbuceó nerviosa. — Quedé con Toris y tenemos que salir hoy para Amphípolis— Xena se levantó aún sin romper el abrazo de Gabrielle.

—Antes quiero enseñarte algo— Fue a las bolsas y saco el estuche en cuestión que tanto le había gustado. — Mira este es el regalo para tu hermano de parte de las dos ¿A que es bonito? —La guerrera lo inspeccionó con interés.

—Le gustará mucho— Sonrió al ver a Gabrielle tan complacida con sus palabras. —Las compras son más tu terreno.

Gabrielle asintió sonriente.

Esperaban a Toris en las puertas de Corinto, al hombre le encargaron a última hora unos retratos familiares. Al poco se unió a ellas y empezaron el camino. Toris y Gabrielle hablaban animadamente, Xena participaba en más de una ocasión en la conversación. Y cuando no lo hacía echaba miradas furtivas a Gabrielle y a Toris, este último se percató, decidiendo guardar el dato hasta que tuviera oportunidad. Por decisión de la bardo se detuvieron para almorzar, protestaba por no haber tenido un desayuno en condiciones.

 Toris aprovechó la oportunidad, se acercó a su hermana menor, mientras Gabrielle preparaba los dos conejos que había cazado Xena poco antes.

—Cuéntame, hermanita pequeña — Preguntó animadamente Toris. —¿Qué hay entre esa preciosa barda de ahí y tú?

—¡Pequeña! — Sonrió Xena maliciosa. —¿Por qué te interesa lo que tenemos mi barda y yo? — Preguntó más seria y cauta.

—Somos hermanos, soy el mayor, por lo que tengo el privilegio de llamarte pequeña ¿No? — Sonrió amigable. – Así que mi Barda, creo que ya me has contestado a la pregunta— Cuando Toris iba a alejarse, la guerrera lo detuvo.

—Lo que nos une a Gabriel y a mí es un fuerte vínculo de amistad, nada más— respondió seria. —Sólo quería que lo supieras.

—No es lo que veo, tú la quieres— No era una pregunta, sino una afirmación, lo sospechó cuando las vio por primera vez juntas, pero al ver como su hermana pequeña no dejaba de echar ojeadas a la bardo durante el camino confirmó sus sospechas. — No me lo niegues es algo que se nota. Lo que no entiendo es como Gabrielle no lo ve.

— Me preguntaste que teníamos, no sobre lo que siento, así que no lo niego —No dejaba de observar a la bardo mientras hablaba. Gabrielle dándose cuenta de que estaba siendo observada, pero no sentía incomodidad sabía en todo momento quién la estaba mirando, por tanto, se giró sonriente y su sonrisa aumentó cuando la guerrera la correspondió con otra igual o de mayor magnitud. — A veces, ves a los demás y no eres capaz de verte a ti mismo. Ella está enamorada de otra persona, para mí lo más importante es su amistad y bienestar— Xena se alejó de su hermano zanjando el tema rumbo al bosque. Necesitaba estar alejada de Gabrielle, de Toris, de todo, necesitaba meditar y eso solo lo podía hacer en soledad.

Tienes toda la razón Xena, no ves que ella está enamorada de ti. 

—¿Pasa algo? — Preguntó Gabrielle mirando por donde había desaparecido la guerrera. —La comida ya está casi lista — Agregó mirando a Toris.

—Tonterías de una ilusa guerrera—respondió aún con la vista al bosque — ¿Estás enamorada?

—Xena no es ilusa— le molestó que Toris hablara de ese modo de la persona que se había convertido en la más valiosa de su vida. —¿Por qué crees que estoy enamorada?

—Vaya eres la defensora de mi hermana pequeña — Gabrielle se sonrojó. —Es algo que se nota y dime ¿Conozco a tan dichosa persona?

—Sí, pero no opino que se sienta precisamente dichosa, más bien sería un lastre— su vista estaba enfocada al camino que Xena había tomado y entonces Toris lo tuvo cada vez más claro. — Amar duele cuando no se es correspondido—Suspiró.

Que dos pares de ciegas. —¿Y si esa persona te amara? 

Gabrielle hundió los hombros pensando en esa posibilidad. —No es posible— Contestó con tristeza en su mirada y se levantó. — Ya puedes comer si tienes hambre, me voy a nadar un poco.

—Aquí todo el mundo huye— susurró Toris al encontrarse solo. Voy a juntar a estas dos pares de ilusas, cueste lo que cueste. Será mi buena acción del año. Quizás pueda pedir ayuda a madre.


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