Parte 51

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Capítulo 48

Lili alcanzó su límite. Ya no podía resistir un día más sin la presencia de Amelie. Eso de hacerse a la fuerte, querer guardar el orgullo y esperar a que su novia se disculpara primero, no estaba dando un buen resultado. La otra no tenía suficiente iniciativa y si quería rescatar su relación antes de que se deteriorara más, necesitaba dar el primer paso.

Y no pensaba hacerlo por mensaje de texto o llamada. Lo mejor era ir y confrontar a Amelie directamente. Decirle sus sentimientos y reparar el lío emocional en el que estaban enterradas. Esa era su responsabilidad como novia. Trabajar por el bien de la relación, por algo más grande que ellas mismas. Eran la suma de sus acciones y si una flaqueaba, todo se venía abajo.

Llegó a la casa de Ame y llamó al timbre. Aguardó con las ansias a flor de piel. Su boca ya podía saborear el dulzor de sus labios y su nariz echaba de menos su aroma. Necesitaba abrazarla, quitarle toda la ropa y llevársela a la cama cuanto antes para que el amor, el sexo y la pasión pusieran fin a ese torpe malentendido.

Quien salió no fue Amelie, sino la pequeña Mary.

—Hola, hermosa. ¿Está la gruñona en casa?

—Sí —dijo la niña—. ¡Mamaaaaaá! ¡Te buscan!

—¡No esa gruñona! —Exclamó Liliana con los ojos bien abiertos.

Mary rió y la dejó entrar. Lili se acomodó las faldas del vestido y se asomó por la sala, con la esperanza de encontrarse a Amelie jugando con sus hermanas. Sin embargo, con quien se topó, fue con Cristie. La niña estaba vestida con un sombrero de ala ancha con plumas y un montón de joyas de utilería en el cuello y los brazos. Bebía una copa de jugo de uva como si fuera vino tinto. Parecía una señora ricachona con mal carácter y mirada snob.

—Así que... ¿esta es la nueva criada? —Dijo la niña—. No está mal.

—Gracias por la bienvenida, su Excelencia —rió Lili e hizo una reverencia exagerada—. ¿A qué están jugando?

—A las niñeras —respondió Mary. Se puso su diadema con orejas de gatito y cargó una muñeca de bebé. Se la dio a Liliana y la obligó a sentarse al lado de ellas—. ¿Quieres jugar?

—Claro. Hace años que no juego con muñecas.

—Esta es para ti —Mary agarró otra muñeca y se la lanzó a Cristie. La pelinegra bebió de su copa de jugo y se limpió la boca con una servilleta.

—Lo siento, pero no me gustan los bebés.

—¡Ahh! ¡Cristie, juega! ¡Deja de hablar así!

—¡Ay! Está bien —Se quitó el sombrero ostentosamente grande y acunó al bebé contra su pecho—. Dame el maldito biberón.

—¡No le des la leche así, está caliente!

—¡Pues que se queme!

—¡Eres una mamá horrible!

Liliana rió al recordar que Amelie y ella habían jugado de esa misma manera cuando niñas. A falta de un hermano varón, una de ellas había tenido que ser como el "papá" y siempre le tocaba a Amelie, pues su cara de sensatez espantaba a todos. Y Lili había sido la delicada, la comprensiva, la devota y la que estaba dispuesta a mediar cualquier situación para no escalar más en el conflicto. Ahora que su relación pasaba por un mal momento, le correspondía volver a tomar ese papel.

—¿Cómo se llama esta cosa? —Preguntó Cristie. Levantó al bebé por el pie y lo observó de cerca.

—Felipe, y dámelo. No te lo presto.

[Terminado ]La Razón de Estar Juntas [Libro 2] [Historia Lésbica ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora