Parte 38

633 64 4
                                    

Capítulo 36

Amelie se asomó por la cocina. Vanesa tomaba café. Julia leía el periódico. Sus hermanitas jugaban para ver quién se terminaba el desayuno primero; y Liliana estaba de espaldas, moviendo las caderas con cierto ritmo mientras una alegre canción de rock salía del estéreo. Ayudaba con la comida. La espátula en la mano y el mandil amarrado a su cintura como una pequeña recién casada.

Se acercó con sigilo hacia ella y una vez la tuvo a su alcance, la rodeó por la cintura y le dio un besito en el cuello.

—Buenos días, amor.

—¡Amelie! —Gritó Liliana, como si su contacto la hubiera quemado—. Aquí no.

Julia y Vanesa intercambiaron una mirada embarazosa.

—Perdón, perdón.

—Parece que amaneciste de buenas —señaló Julia.

—Seguro que se divirtieron anoche —bromeó Vanesa, sabiendo que les provocaría a las chicas un rubor escandaloso.

Lili carraspeó. Contrario a lo que las mujeres rumiaban sobre ellas, su noche no había pasado de unas cuantas caricias por encima de la ropa y jugosos besos antes de dormir. No estaba preparada para el sexo pleno y rudo con el que fantaseaba. Antes tenía que resolver otros problemas.

—Le llamé a papá hace rato —comentó Lili. Le sirvió el desayuno a Amelie y se sentó con ella para charlar con las demás.

—¿Y qué dijo? —Examinó Vanesa.

—Que se está pensando las cosas.

—No nos haría mal hacerle una visita —propuso Amelie después de darle un sorbo a su taza de café con leche.

—Sí. Y también tengo que hablar con mi madre. Espero que se sienta mejor y no me obligue a reñir.

Julia sacó del periódico la sección de historietas y se la dio a Mary.

—Bueno. Dudo mucho que Mayra quiera verme después de lo de anoche.

—Lamento las cosas que le dijo, señora. Ella no piensa cuando está furiosa.

—Descuida, Liliana. Yo tenía unas copas encima y no pude contenerme.

De hecho, Julia no lamentaba haberse defendido. Quizá no había sido la manera más ortodoxa, pero Mayra tampoco le caía precisamente bien. Y además, ya había dejado muy en claro que la odiaba por tener una familia cuando ella, en diez años, no había conseguido un hijo con Hugo.

Mary y Cristie terminaron de comer y se fueron a la sala para mirar la televisión. Julia recogió los platos y Liliana se apresuró a lavarlos, pese a que Vanesa le dijo que no se preocupara por ello.

—Es mi forma de agradecerles por dejarme pasar la noche aquí.

—Eres bienvenida —dijo Amelie, robándole un beso en el hombro—. No te vamos a dejar sola.

—Lo sé, amor. Uhm... dame besito.

—¡Muack!

—Ya, ya —rió Vanesa—. Les va a dar diabetes. Terminen con eso y vayan a ver a Hugo.

***

Liliana sabía que podía contar con Amelie. Ese era uno de los pilares de su relación, y se había mantenido estable desde que se conocieron cuando niñas. Se entendían mejor que la mayoría de las parejas y hasta se podría decir que sus corazones estaban conectados por alguna clase de vínculo espiritual. Sin embargo, por mucho que pudiera sentir a su hermana de cerca, habían cosas que ella tenía que lidiar sola; y una de ellas, era el miedo a lo que pudiera pasar con la relación de sus padres.

[Terminado ]La Razón de Estar Juntas [Libro 2] [Historia Lésbica ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora