Parte 25

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Capítulo 24

Amelie tosió en un intento por llamar su atención, pero Evelyn estaba distraída cantando detrás del volante. O la chica no tenía vergüenza de hacer el ridículo con su voz de ardilla, o quizá se había olvidado de que había alguien en el asiento del copiloto. Ya sea de una u otra forma, Amelie se sintió extraña: le dolía la cabeza, tenía frío y estaba nauseabunda. Quería que alguien la abrazara, le contara un chiste o dijera algo estúpido para romper la tensión que había estado creciendo en ella durante la última hora.

—No tienes que llevarme a casa —dijo cuando ya no pudo aguantar el silencio.

—Oh, vamos —rió la morena—. Te acabo de dar la cogida de tu vida. Lo menos que debo hacer, es llevarte a casa para que estés segura. No quiero que te sientas como una ramera.

—Pues hablando de rameras, no me vendría mal cobrar por mis servicios. ¿Cuánto me pagarías?

—Uhm... no lo sé. Tienes muy poca experiencia, aunque aprendes rápido.

Las dos rieron y volvieron a quedarse calladas. Sin embargo, Amelie estaba librando una batalla interna contra sus emociones. Las voces de la culpa habían regresado, más fuertes que antes y no cesaban de decirle que había perpetrado un acto de vil traición. Era como tener a dos personas discutiendo dentro de un mismo espacio, y ninguna de las dos estaba dispuesta a escuchar a la otra, mucho menos razonar.

—¿Y... ahora qué? —Se aventuró a preguntar—. ¿Quedamos en salir más veces?

—Claro. Si quieres, podemos seguir viéndonos para pasar el rato.

—¿Somos... algo así como novias?

La cuestión hizo que Evelyn detuviera el coche junto a la calle. Apagó el motor, puso el freno de mano y se giró hacía Amelie con una sonrisita de condescendencia.

—¿Qué? ¿Novias? No, claro que no somos novias. Sólo fue sexo y debes tenerlo claro.

—¡Ja, ja! Tenía que intentarlo. Lo siento... no quería decir una estupidez como esa.

—¿Tanto quieres una novia?

—No... no lo sé.

—Pues no la busques en mí.

Era cruel, sin duda. Una forma seca de decir las cosas, sin filtro y sin temores de herir a la otra persona. Aun así, Amelie sabía que esa era la mejor manera de desafiar a los sentimientos y los deseos: tomarlos de frente y expresarlos con toda la claridad posible. ¿Para qué darles vueltas a los problemas? ¿Por qué centrarse en buscar excusas o atajos, si la respuesta estaba delante de ella? En ese momento, deseó ser tan fuerte como Evelyn.

—Ya, perdón —dijo desanimada y bajando la cabeza.

—¿Qué hay de Liliana?

—¿Qué con ella? —La mención del nombre la hizo tener escalofríos.

—Pues... es un encanto de mujer. Vamos —le dio un golpe en el brazo—. ¿De verdad lo vas a dejar? Apenas lo has intentado. ¿No hay nada que hacer?

—Traté y ella dijo que me alejara. Lo dijo muy clarito y todavía tengo pesadillas con eso. Es muy hermosa cuando sonríe; cuando se enoja, en serio que da miedo.

—Bueno... —Evelyn se recostó en el asiento. Abrió la ventana y sacó un cigarrillo de su bolsa. Lo encendió y le dio una calada profunda—. ¿Te soy sincera? Nada que valga la pena merece ser abandonado al segundo o tercer intento. Si fuera tú, seguiría insistiendo hasta las últimas consecuencias. Roma no se construyó en un día.

[Terminado ]La Razón de Estar Juntas [Libro 2] [Historia Lésbica ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora