Parte 23

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Capítulo 23

Lili paró el coche al otro lado de la calle y se bajó sin muchas ganas de enfrentarse a ella. Tenía miedo de lo que fuera a pasar y su cabeza no dejaba de imaginarse escenarios incómodos con su hermana. Sin embargo, tenía una responsabilidad que cumplir y llevarla a su casa después del trabajo era más bien una necesidad que un favor.

La campanita de la puerta anunció su entrada. Amelie saludó por reflejo, y al ver que se trataba de Liliana, se limitó a mover la cabeza.

—¿Ya casi sales?

—En cinco minutos. Estoy terminando de arreglar aquí. Espérame, si quieres.

Ese "si quieres" sonó como un "no me importa si te vas". Y Liliana lo entendió sin que tuvieran que explicárselo. Se abstuvo de cualquier comentario y tomó asiento en una mesa vacía para ojear su teléfono y esperar. Sentía que algo dentro de ella se estaba asfixiando, como si tuviera una herida que, si bien no sangraba, sí le provocaba un cargante picor. Estaba enojada con Amelie, consigo misma y con todo el mundo en general.

"Parece que yo soy la mala de la historia" —reflexionó para sus adentros.

Amelie volvió después de unos minutos. Se había cambiado el uniforme y tenía su bolso en la mano. Liliana no se molestó en mirarla. Sujetó las llaves y salieron del restaurante en silencio. Permanecieron así hasta que cruzaron la calle y entraron al coche. Fue hasta entonces que Lili pensó en romper el hielo.

—¿Cómo te fue hoy?

—Bien.

—¿Algo interesante que contar?

—No. Nada.

Se mordió la lengua para no decir ninguna cosa de la que pudiera arrepentirse. Encendió el motor y condujo a exceso de velocidad sobre la avenida. Esperaba que Amelie le dijera que bajara la velocidad o que tuviera más cuidado, pero ni sus temerarias maniobras al volante provocaron efecto alguno en su hermana. Incluso podía decirse que estaba ignorándola, porque se colocó los audífonos, puso música y cerró los ojos para perderse en su propio mundo. Uno que no incluía a Lili.

Llegaron a casa y el poco tiempo de convivencia que tenían se terminó. Amelie sacó su billetera y le ofreció dinero.

—Toma. Por la gasolina.

—No, no. Papá es el que me manda a buscarte. No tienes que...

—Entonces, por tu tiempo.

—Lo hago como un favor.

Amelie arqueó las cejas rápidamente. Dejó el billete sobre el tablero y se quitó el cinturón.

—Gracias. Hasta luego.

—Sí... hasta luego.

Cerró la puerta con cuidado y entró a su casa sin retribuirle un solo gesto de cariño.

Para cuando reunió el valor de mirar, Liliana ya se había ido. Amelie pegó su frente a la ventana y respiró profundo para conseguir alivio. Se repitió, como si fuera un mantra, que así estaba bien. Mientras no abriera la boca, nada malo podría pasar y las disputas y los bochornosos recuerdos, desaparecerían por sí solos como si de magia se tratase.

—¿Todo bien? —Preguntó Julia, mirándola desde el sofá.

—Sí.

—¿Cómo te fue hoy? —Se interesó Vanesa.

—De maravilla —respondió, intentando que no se le notara el retintín en la boca. Se obligó a sonreír y subió por las escaleras sin nada más que contar.

[Terminado ]La Razón de Estar Juntas [Libro 2] [Historia Lésbica ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora