Bitácora #10: Comienzos del fin. Parte I: Ocaso.

34 5 1
                                    

—A ver Akime, repite conmigo; Shi-no, no es difícil por favor, si tratas puedes hacerlo.

—¡Ay pero que molesto eres! Ya te dije que sí me aprendí tu nombre.

—Entonces al menos trata de decirlo bien cada vez que lo hagas, que no es un nombre complicado. Es que incluso se parece al de tu cachorrito, Shiro —recalcaba Shino con hincapié su nombre tratando de que Akime lo dijera bien cada cierto tiempo.

—¿En qué se parece Akashiro a tu nombre? ¿Qué acaso no sabes leer? —dijo Akime sobando el pendiente en su oreja.

—No tiene caso —dijo Shino dejando lo de su nombre para después—. Llevo rato mirándote y veo que el pendiente te molesta un poco, ¿eh? —agregó.

—Sí, me da una ligera comezón, pero no es insoportable —respondió Akime.

A parte del diseño bien detallado del pendiente, y de estar hecho de un metal bien costoso, a Shino le llamaba la atención un grabado que tenía en la argolla. Una escritura rara que no había visto en ninguna parte. Shino trataba de ver si eran solo dibujos o realmente algún tipo de escritura. Akime nota su sofocante mirada y le pregunta:

—¿Sucede algo? ¿Tiene algo malo mi oreja?

—No, es solo que me llama mucho la atención lo que tiene grabado la argolla del pendiente. ¿Sabes lo que dice?

—¡¿Qué dice, qué dice?! —preguntó Akime incitado.

—Te lo estoy preguntando, no diciendo. Son algún tipo de letra, y a la vez parecen símbolos. Como los que usan los músicos en las partituras que leen. No se por qué, pero me llaman mucho la atención, siento que son algo bien importante.

—¿Y por qué no simplemente le preguntamos a papá o al abuelo?

—Bueno, es verdad, al fin dices algo con sentido.

—Bueno, es que fue un regalo de papá, y el abuelo sabe de muchas cosas. Puede que sea mi nombre, o tal vez el tuyo.

—¿¡Por qué razón estaría mi nombre ahí!?

—No te molestes Mario, vamos y...

—¡¡¡Ese no se parece en nada!!! —dijo Shino eufórico—. Olvida lo de decir algo con sentido. Me doy cuenta que eres muy difícil de leer, en serio que no se en que estás pensando. Nada de lo que dices concuerda ni con el momento, o con tu expresión o con tus gestos. De verdad que eres un misterio.

—¡Gracias, tú también me caes muy bien!

—Ves lo que digo, además no te estaba elogiando —adjuntó Shino desahuciado, perdiendo la poca paciencia que le quedaba y que acumuló en todos estos años de entrenamiento—. Mira, vamos a ver a tu padre o abuelo, de verdad me interesa saber mucho que significa eso.

Cuando Shino levantó la mirada, Akime ya no estaba ahí.

—Apresúrate Shi... como sea. Eres muy lento —dijo Akime desde la puerta de entrada a la casa.

Shino respiraba hondo, pausadamente y de muchas formas. Parece que la meditación no le servía mucho con Akime.

"Estuviste a punto de decirlo", lloraba para dentro.

En eso Akashiro se sube a la cabeza de Shino y se acurruca en ella.

—Parece que le caíste bien, o tal vez piense que tu pelo es un nido —agregó Akime.

"No vuelvo más aquí", afirmó Shino.

En el interior de la casa, todavía el padre junto a Zora y Fuyume trabajaban en la instalación de la nueva puerta del sótano y cobertizo. Una puerta inmensa, de color bien oscuro con unos resaltados tonos de plateado cuando le daba la luz, de un grosor espeso casi hecha como para ser movida por toda la familia. El material del que estaba hecho era bien poco común y escaso, un mineral que surgió en el Período Residual y que por sus increíbles propiedades era hasta casi más codiciado que el oro, así como el platino.

Fallen GearDonde viven las historias. Descúbrelo ahora