Fallen Gear

Bitácora #11: Comienzos del fin. Parte II: la noche de las luces

Día 3 de septiembre, año 3008. El alba rayaba apenas cuando, en la misma taberna de Grumoss, Xonya despertaba a sus padres con exigente alarido.

—¡¿Por qué, por qué, por quéeeee?! —Pataleando como el típico niño que es, exigía una respuesta—. ¿Por qué dejaron ir al tío Horace? Ni siquiera tuve tiempo de conversar con él —se quejaba haciendo un puchero con su boca.

—Xonya, tal y como prometimos, le dejaríamos ir antes del alba. Tenemos que aprender a cumplir las promesas que hacemos —dijo la madre.

—¡Xonya, compórtate como se debe! Ya no tienes tres años. Además, Horace es un hombre muy ocupado. No podemos hacerle perder más tiempo. Debes comprenderlo.

—Se que el tío Horace está siempre ocupado, pero me hubiese gustado hablar al menos cinco minutitos con él. Ayer no pude porque termine un poco cansada luego de salir de cantina y me dormí sin siquiera notarlo —baja la cabeza entristecida.

—Dário, debes comprender también cómo se siente tu hija —regañaba Elena a su esposo.

El anciano aquel bufa para sí, da una tosecilla, para con voz más calmada, tratar con su hija.

—Mira, vamos a hacer tiempo en estos días y le iremos a visitar en L.C donde vive. Allá tal vez conozcamos a todas las personas de quien nos ha hablado.

—¿Estás seguro papá? ¿Qué pasará con la taberna?

—Ya veré que hacer, ¿pero por qué no? Hace años que no salimos de este pueblo. Creo que nos vendría bien dejar el trabajo un rato y despejar la mente.

—¡Está bien papá! ¡Eres el mejor padre del mundo! Te quiero mucho —Envuelta en ansiedad y regocijo, la pequeña se fue a la cantina dando saltitos, no sin antes darle un beso a su padre en la mejilla.

—Es una buena niña, ¿no crees, Dário? —dijo Elena.

—De eso no hay dudas. La hemos criado bien —En tanto la mente de Dário no podía evitar pensar en Horace. Algo grande iba a ocurrir, su cuerpo se lo decía.

"Horace, amigo mío, espero que todo salga bien", pensó.

[Risco del vigía]
"Me pregunto qué tanto haces, Horace", pensaba Akime mientras, su mirada se perdía en las voluminosas nubes del Vástago que pasaban a gran velocidad por encima de Light City; acostado en el césped del borde, apoyando la cabeza en sus brazos.

Las nubes del Vástago son acumulaciones muy espesas de óxido en la atmósfera. Son extremadamente letales para los usuarios de inercia porque provocan su oxidación. Generalmente cuando hay una probabilidad de lluvia de estas, la llamada Lluvia de Aurora, o hay un avistamiento repentino de estas en la cercanías; se le informa a la población por medio de la noticias y a su vez se deja saber el índice de saturación que contiene. Aún así por muy poca agua que sea puede ser muy peligrosa para los Dissammblers. Tampoco hay mucho de que preocuparse pues son poco comunes y las lluvias escasas, además que se pueden identificar por la variedad de colores que poseen, esto de forma aleatoria. Pueden ser verdes, amarillas, rosas, azules, o de múltiples colores. En la noche es más difícil identificarlas hasta que comienza a llover, dejando ver una Aurora boreal por cerca de la nubes, de ahí el nombre.

—Vaya, que aburrimiento. Ojalá y Raúl estuviera al menos —Con Raúl por supuesto, se refería a Shino—. Bueno, —de un impulso se levanta con sus manos—, iré a abrir el regalo de Horace. ¿Dónde lo habré dejado?

—¡Aki! ¡Shino ha venido a verte! —voceaba Harume desde la entrada.

Akime se extrañó de ver a Shino nuevamente. Creo que el regalo iba a tener que esperar otro poco más.