Miercoles 22 de mayo del 2019
Desde que su mejor amiga había dejado de asistir a clases, le había tocado acostumbrarse al drástico cambio de trabajar con personas diferentes y comer sola en la cafetería. Alicia había enviado una carta a secretaria en la que ponía que por motivos de viaje, no podría asistir durante una semana, así que fue durante esos días, en la que le tocó deambular por pasillo con su teléfono en mano o comer mientras leía un libro para parecer "ocupada". La partida de su amiga la había conmocionado, pero por desgracia no podía dejar que eso le afectara, por lo menos no evidentemente.
Siempre había sido muy abierta a tener amigos, pero fue después de unos años de tratar de hacer amistades en su curso, que dejó de intentarlo. —Todos hacen parte de algo—era lo que siempre decía. Se había acostumbrado a mirar a los ojos a su mejor amiga cuando algún profesor advertía que se venía una actividad en grupo. Estaba cómoda con eso, no lo podía negar, pero era en esos días, que en los que por una u otra razón su amiga faltaba a clases, que parecía importarle y afectarle más el hecho de que sin ella, se encontraba sola. Alex y lucia, eran solo un ave de paso, un día sí, otro no, el otro tampoco y el siguiente talvez.
No se consideraba una apartada social ni mucho menos, pero últimamente le costaba más entrar a un grupo diferente o acercarse a sus propios compañeros, sentía que no hacia parte, se sentía una completa extraña, una impostora. Fue así como pasó los primeros días de la semana. Si no estaba estudiando en el aula, estaba leyendo en las bancas o dibujando en la cafetería. Se empeñaba por parecer ocupada, de esa manera no sentía la necesidad de levantar la vista y observar estaba sola y peor aún, entender que incluso teniendo compañeros, nadie se acercaba a hablarle.
Eran pensamientos, emociones, sensaciones que nadie conocía. Se guardaba para sí misma toda esa inseguridad, y reflectaba a su alrededor una imagen segura y despreocupada. En el fondo le afectaba, no sabía si al menos su mejor amiga sabia eso, pero así era.
—Quizás el problema soy yo—pensó uno de esos días.
No hablaba mucho, participaba regularmente en clases, le daba cumplidos a gente y además era amable, pero quizás faltaba algo. Algo que quizás nunca había imaginado. Suponía que para hacer amigos necesitaba ser buena persona, comprensiva y atenta, pero por más que lo intentaba o se esforzaba, sus intentos no daban frutos.
—¿Qué es lo que estoy haciendo mal?—se preguntó de nuevo.
No había respuesta.
Esa mañana, sentada en la cafetería con una manzana en frente, se llevó las manos a la cara. Estaba tan agotada de fingir, que prefería rendirse. Se rendía ante los pies de algo que no conocía, pero que la mortificaba desde hace años. Le dió un mordisco a la manzana y la volvió a dejar en la mesa.
Sus ojos advirtieron la presencia de un chico cuando le daba el segundo mordisco.
Esteban.
No sabía si estaba feliz o simplemente no sentía nada al verle en frente, al observarlo actuar como si nada, como si toda la vida se hubieran sentado juntos, como si realmente fueran amigos. El joven apilaba tres libros de mayor a menor tamaño.
—¡Amiga!
Soltó una risita al oírlo.
—Chico del cubo.
—¿Qué haces? Te saludé antes ¿por qué me ignoraste?
—No te vi.
—Pareces una pequeña abandonada desde aquella esquina, ¿sabes? tan desamparada. —Rió en la última frase.
Él lo había notado ¿Alguien más lo había hecho?
—Alicia no podrá venir en toda la semana, tuvo que viajar.
—Perfecto, así poder acompañarte a comer todos los días. Se me antojan unas donas que vi antes. ¿Quieres algo más que esa triste manzana?
Hablar con Esteban de ese modo le parecía muy extraño, no acababa de acostumbrarse a su presencia.
—No, gracias, así estoy bien— señaló levantando la manzana.
Así transcurrieron los días, cada vez se acostumbraba un poco más a sus chistes, a sus ocurrencias, a la manera en la que se movía el pelo y a su calidez. No pasó mucho para que Camyla terminara contándole la historia de Elías y otros dramas más que vivió a lo largo de sus años en la escuela.
Hablar con Esteban era sencillo, tenía una filosofía muy diferente a la de Camyla, pero por una extraña razón, habían logrado conseguir el punto de equilibro entre los dos. Con su mejor amiga de regreso, todo había vuelto a la normalidad, excepto que de vez en cuando se pasaban todo el descanso comiendo zanahorias o donas con su nuevo amigo, por suerte Alicia tenía una personalidad mucho más abierta y arrolladora y había logrado compaginar con Esteban. Los días se habían vuelto más llevaderos para ambas, no se les hacía extraño voltear hacia la ventana del pasillo y ver a Estaban sonriendo o salir del baño escoltadas por sus amigos. Parecía un nuevo comienzo, era la oportunidad de un cambio, se aproximaban transformaciones en todos los sentidos. Camyla realmente sentía que se avecinaba una metamorfosis de toda su vida.
Gracias a Esteban, había conocido a Mariano, un chico de ultimo grado del círculo social de Esteban. Era especialmente amable y no tan sarcástico como el chico del cubo, pero su personalidad era mucho más dulce y se sentía muy cómoda con él, era un buen chico. Una o dos veces a la semana se reunía con ellos para comer, era tan exageradamente alto que Camyla apenas lograba alcanzar sus codos con la cabeza.
Aquellos días eran realmente buenos, aunque sus padres seguían trabajando hasta tarde, durante las mañanas desayunaban juntos y en las tardes, se la pasaba todo el día con su abuela. Se había olvidado de todos sus problemas, estaba realmente agradecía por ver las cosas de otro modo, no sabía si era a causa de su prematura amistad con Esteban o simplemente había tenido una mala racha, como sea que fuera, se sentía muy feliz con su nueva versión.
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Crónicas de un romance de escuela.
RomanceUn amor adolescente a primera vista florecerá desde el primer momento en el que Camyla mira de reojo a uno de los estudiantes de último grado. Desde esa tarde que lo observó con el majestuoso aparato de seis caras girando entre sus dedos, no pudo de...