Capítulo 3.

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Sara había llegado a primera hora al día siguiente, usaba unos lentes negros tapando las ojeras que había provocado desvelarse hasta tarde. Yo también las tenía, pero no por haberme dormido tarde, si no por haber llorado tanto sin razón alguna. El silencio incómodo que había en el auto era estresante, pero no tenía ninguna intención de hablar si no era con la Doctora Carvajal y al parecer ella tampoco tenía intención de hacerlo conmigo.

—Pueden demorar todo lo que quieran, me gustaría tomar una siesta —murmura desabrochando el cinturón de seguridad y deslizándose fuera del auto. Solo rio mientras tomo mi chaqueta.

La sala de espera está ocupada por dos personas quienes leen distraídamente unas revistas del mostrador. Me siento a un lado de Sara quien se recuesta en el sillón pequeño para dos personas dando un sorbo a su café. Me encuentro aún más nerviosa que la primera vez que pise el consultorio de la sexóloga. Tengo un presentimiento algo extraño, eso es lo que me hace tiritar. Además, que nunca he sido buena para mentir, por lo que estuve todo lo que resto de la noche quedarme dormida encontrando alguna excusa convincente para el momento. Pero ninguna se oía realmente creíble y eso era un gran problema.

La secretaria dijo mi nombre luego de un rato, me levante nerviosa mirando a Sara quien prácticamente roncaba. Solo negué con la cabeza mientras tomaba el pomo de la puerta entre mis manos y lo giraba lentamente.

—Buenos días, Juliana —fue lo primero que escuche al poner un pie dentro de la "habitación". La doctora Carvajal tenía una expresión divertida en su rostro y me di cuenta de que lo sabía.

—Buenos días —murmuré sentándome donde ella me indicaba. Solo me miraba fijamente mientras acariciaba con sus dedos su barbilla.

—¿Cómo te fue anoche? —preguntó.

—Pues bien, creo, ni siquiera salí de casa... —mentí jugando con mis manos, mi cabeza se mantenía agachas, no podía mentir no mirándola, menos si la miraba.

—Dime la verdad —pidió seria, trague duro obligándome a mirarla.

—Está bien, nuevamente lo golpee y cuando lo eche de casa, literalmente, aunque si sucedió... me puse a llorar como una magdalena ¿contenta? —dije rápido, aunque si entendible. Una sonrisa se curvo en su rostro y baje la mirada. Su mano toco la mía y me sobresalte por el acto.

—Tranquila —murmuro—. No te haré nada. Aunque sabía que algo como eso había sucedido y no encuentro la razón para mentir.

—¿Cómo sabías tú que eso sucedió? —pregunté confundida. Una sonrisa sin mostrar los dientes fue lo primero que vi en su rostro.

Se levanto, tomando su laptop y apretando un botón que hizo que un vídeo comenzara, la sangre de mi cuerpo se congeló y la miré incrédula ¿Ella se había atrevido a poner una cámara en el collar que me regaló?

No. Puedo. Creerlo.

Ella se encuentra con una sonrisa inocente mientras sigue mostrando el vídeo. ¿No le bastaba con que yo le contará mi vergonzoso problema, si no, quería verlo con sus propios ojos?

La cólera sube por mi cuerpo y sin pensarlo, llevo mi mano al collar sacándolo de golpe sin importarme el daño que me he hecho y se lo lanzó a la cara con una furia inimaginable.

—¡¿Por qué me has grabado?! —pregunté gritando, histérica, ella asustada se llevó una mano a la mejilla donde el collar había caído y dejaba la portátil a un lado—. ¿Qué querías ver, eh? ¿Para qué querías saber que mierda hacia yo? ¿Por qué lo hiciste? —pregunté nuevamente, pidiendo una explicación.

—Debía ver cómo era tu comportamiento.

—¿Engañándome?

—Yo no te engañe —se defendió.

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