Capítulo 17.

2.4K 231 16
                                    

Mis ojos se mantuvieron cerrados. La camisa rozo mis brazos y calló a mis pies. Toqué mi abdomen y me giré, bajando y subiendo mis caderas, provocándola.

—Acércate —susurro roncamente Valentina.

Lo hice, sin abrir mis ojos me acerque, la cama toco mis rodillas y baje una vez más.

—Dios —musito Valentina sin aliento—. Súbete arriba de mí.

—No, aún no. Cállate, soy yo la que da las órdenes aquí.

Aunque moría por subirme arriba de ella aquello debía esperar, mis pantalones aún seguían puestos y aún no estaba tan segura de que mi "baile sensual" había hecho algo. La cremallera hizo un silencioso sonido al bajar y saque el único botón que tenía el pantalón rápidamente.

Suspiré y abrí solo un poco la delantera de mi pantalón dejando a la vista un poco de la tela de mis bragas negras. Le escucho aguantar la respiración a la vez que la tela se desliza por mis piernas. Suelto las correas de mis zapatos y saco ambos, sacándolos en un segundo del camino.

—Tócame —canta ella, al compás de la canción. Niego con la cabeza retrocediendo, le doy la espalda y suelto el broche de mi corpiño—. Cielos, Juliana —suplica. Sonrió volviendo a abrochar el corpiño.

Del bolso marrón, saco la venda negra.

—No —pide ella—. Déjame verte.

—Tranquila, Valentina —murmuro y soplo sobre sus labios.

La venda cubre sus hermosos ojos azules. Ella se mueve intentando quitarla de sus ojos. Pero la aprieto aún más y retrocedo.

—No te la saques. Yo diré cuando podrás sacártela.

Ella bufa y yo sonrió mientras dejo de moverme, suelto una vez más el corpiño, haciendo que el sonido de éste al desabrocharse retumbe sobre la suave música. Ella gime en voz alta y se retuerce.

—Escucha esto, Valentina, escúchalo —murmuro, deslizando la fina tela negra del corpiño por mis brazos.

Cierro los ojos disfrutando el tacto de la seda con mi piel y por un segundo siento el sonido que hace por la fricción. Cuando el corpiño negro sale de mis brazos, lo dejo caer al suelo como una pluma, aún lado de la ropa que ya no pertenecía a mi cuerpo.

—Acércate —suplica ella. —Déjame sentirte.

Gimo, caminando lentamente hacia ella. La música sigue sonando de fondo, ahora más lejano. Solo escucho su respiración agitada y como las gotas de sudor caen por su frente.

Mi dedo traza el contorno de su mentón, erizando su piel a mi toque. Sus labios resecos se abren dejando salir una pequeña bocanada de aire cuando mi uña recorre el contorno de su boca. La fina y reciente barba hace cosquillas en mis dedos.

Tiro el borde de su remera con mi dedo índice hacia abajo, dejando ver la blanca piel de su pecho además de un bonito sostén amarillo.

Me detengo, la elasticidad de la tela la hace volver a su estado original. No habíamos pensado en eso. ¿Cómo mierda sacaría su remera? Yo también debía tener el gusto de observar y saborear su piel.

—Valentina —dije, angustiada, ella frunce el ceño bajo la venda—. Lamento matar el momento, pero... no sé cómo sacar tu camiseta.

Ella ríe roncamente, la lujuria en cada sonido de ella. Gimo. La espesa atmósfera de pasión aun apresándonos.

—En el baño hay unas tijeras, puedes cortarla —murmura, sacando mi dedo de su cuerpo, camino hacia la puerta marrón de a un lado y entro al baño.

Las tijeras crean un brillo enceguecedor al tocar la luz el reflejo del metal. Tapo mis pechos y entrelazando dos de mis dedos por los agujeros del mango negro mientras la abro y cierro, acercándome una vez más a ella divertida por el sonido.

—¿Segura? —pregunto, apresando la tela entre la tijera.

—Sólo córtala —dice ella y rio, la tijera se mueve con facilidad por la tela verde de la camiseta de Valentina.

Con cuidado de no hacerle daño, detengo mi carrera y cuando solo queda un poco de la tela sin cortar, la rompo con mis manos fuertemente.

—Oh, Dios —ella jadea.

La piel de su pecho está caliente al igual que mis manos. Deslizo mis dedos por la separación de sus abdominales y subo el sostén para tocar sus senos y me inclinó.

—Cuando esté amarrada y su camiseta fuera, inclínate y lame sus senos.

Saco mi lengua y trazo un húmedo camino por el valle de sus pechos dejando leves pellizcos en sus pezones, tal y como Sara me dijo. Siento su cuerpo estremecer y de su boca salir una deliciosa melodía de gemidos.

—Oh, Juliana —gruñe. Su cuerpo se mueve en un vaivén, las esposas chocan contra los abarrotes y mi cuerpo se incendia.

—No pienses, no dudes. —haciendo pequeños saltos con mis dedos sobre su abdomen, toco el pequeño botón de su pantalón y en un rápido movimiento, lo suelto de su ojal.

No dudes, Juliana, no dudes. Bajo su cremallera con lentitud y sensualidad. Mi aliento chocando contra sus bíceps. Sus gemidos inundando la habitación.

Cuando el largo recorrido del cierre de su cremallera termina, mi cuerpo se congela.

—Sácalo rápido y móntalo.

Suspiro y tomo el borde de su pantalón abierto y lo deslizo por sus piernas. La tela blanca de su bóxer llamo mi atención y muerto mi labio.

—Rápido, Juliana, rápido —gruñe.

Asiento, sacando por completo su pantalón y dejándola vestida solamente por su ropa interior y la despedazada camiseta.

Era ahora o nunca.

Con un rápido salto me senté a horcajadas sobre ella sintiendo su duro miembro rozar con mi sexo y gemí. Dios, estaba tan duro. Me froté sobre él una vez acostumbrándome al tamaño y sensación que provocaba en mí.

Un inmenso gemido salió de su boca llenando la habitación.

—Libérame. —pidió, pero hice caso omiso a sus peticiones frotándome una vez más sobre ella atrapada por la excitación y lujuria.

Toco juguetonamente el borde de su bóxer con mi dedo índice y lo deslizo a lo largo del elástico con nervios. No es que fuera la primera vez que la viera sin él, pero aquella vez yo no había sentido la sensación de quitárselo por mí misma y esta sería la primera vez.

Espere a que ella dijera algo, pero no lo hizo, solo jadeo y gimió continuamente cuando mis movimientos sobre la fina tela de su bóxer se hicieron más rápido. No dudes, no dudes. Cerré los ojos e imitando pinzas con mis dedos tome la delgada tela y la deslice hacia abajo dejando a mi vista y expectación pequeños vellos. Solo un poco más, solo un poco más. Abrí los ojos y me levanté de su regazo extrañando inmediatamente la calidez. Sin quitarme de arriba de ella, seguí bajando su bóxer por sus piernas, liberando su gran erección.

Ella tanteo sus piernas sobre el suave y blando colchón y reí roncamente terminando de sacar por completo aquel obstáculo entre mi sexo y el suyo. Pero aún quedaba uno.

—¿Dónde vas? —pregunto con desesperación al sentir mis piernas deslizarse fuera de su cuerpo.

—Me sacaré mis bragas, espera, impaciente —bromee y sin pudor ni vergüenza baje la tela negra de seda por mis piernas.

OH. MI. DIOS. Ambas estábamos desnudas. Ambas estábamos como vinimos al mundo. Estábamos a un solo paso de terminar todo. Solo a un paso.

—¿Ya? —preguntó con insistencia, girando su cabeza hacia el lado donde estaba. Trague grueso, mirando su miembro.

Ya no habría telas que nos separaran, ahora serían nuestros cuerpos sintiéndose plenamente, sin nada que les impida deleitarse con el calor y humedad del otro.

—Juliana —suplico—. Vamos, necesito sentirte.

Yo también lo necesita. Desesperadamente lo necesitaba. Pero había algo que me ataba. Algo que me impedía dar aquel gran pasó. El miedo, el temor.

El amor.

Virgin | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora