Sheriff

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"No tienen norte, no tienen salvación

hace el trabajo y redimilos, por favor

Que se mejoren allá en la eternidad..."


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Christian miraba como los minutos que marcaba su radio-reloj despertador marchaban metódicamente. Hacía por lo menos 3 días que se despertaba religiosamente antes de que sonara la alarma.

6:57

Se volteó hacia la izquierda y su brazo rozó la espalda de Noelia. Por un instante, envidió la rutina de su flamante esposa. Despertarse a cualquier hora, desayunar tranquila, salir a correr bordeando la costa atlántica, almorzar sano, pasar tardes enteras leyendo o visitando amigas... Ella sí que la pasaba bien.

6:58

Tardó solo unos segundos en desechar esa envidia superficial de su cabeza. Se volvería loco sin nada específico en qué ocupar su tiempo. La policía bonaerense era una institución demandante y no del todo bien remunerada, pero le daba propósito a cada día. Christian apreciaba eso más que cualquier otra cosa en su vida.

6:59

Se destapó, con cuidado de no molestar a Noelia y apoyó los pies sobre la alfombrita que cubría el piso de su lado de la cama. Con cuidado, tomó el celular de arriba de la mesa de luz, desactivó la alarma y volvió a colocarlo en el mismo lugar. Se puso de pie y rodeó la cama en dirección al baño cuando...

7:00

...el sonido estridente del Samsung Galaxy sobresaltó a Christian y despertó a Noelia, quien lo miró con fastidio. Estaba seguro de que había cancelado la alarma, por lo que volvió a buscar el teléfono y echó un vistazo a lo que aparecía en pantalla.

El número de su jefe de división junto al nombre "Ernesto Pini" parpadeaba sobre los íconos verdes y rojos de "aceptar" y "rechazar llamada". Christian se apresuró a llevar el celular a la cocina, cerró la puerta del dormitorio y atendió la llamada de su jefe.

"Ernesto. ¿Pasó algo?"

"Disculpá la hora, nene." Se excusó Pini. "No te desperté, ¿no?"

"No, no. Estoy arriba hace rato. ¿Cómo te ayudo?"

Pini se aclaró la voz. Había pasado las últimas horas debatiendo si tomar o no el caso. Con 67 años y más de dos tercios de ellos dedicados exclusivamente a la bonaerense, la idea de jubilarse y pasar más tiempo con sus nietos lo había tentado más de una vez. Sin embargo, Pini, o "abuelo" como lo apodaba la mayoría de los oficiales que tenía a cargo, era tan parte de la policía como la policía era parte de él. Sabía que una jubilación de subcomisario le sobraría ampliamente para vivir cómodamente el resto de sus días, y así y todo era la cuarta vez que se prometía que este caso sí sería el último.

"Mataron a una piba anoche. Catorce años. La encontraron los viejos cuando volvieron de Maipú. Salerno quiere que me ocupe yo."

"¿No te jubilabas? Le preguntó, Christian.

"Uno más." Dijo Pini. "El último."

La risa cómplice de Christian se escuchó del otro lado del teléfono.

"Ok, abuelo. ¿Dónde nos vemos?"

"Estoy abajo hace media hora, Carrizo. Ponete pantalones y bajá, Te espero."

Rocío de OtoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora