"Ya no vino nunca más por el bar de Fabián
y se olvido de pelearse los domingos en la cancha.
Él sabe muy bien que una bala en la noche en la calle espera por él.
Ya no sos igual, ya no sos igual...
El adolescente morocho y bajito que se paseaba nervioso por la esquina de Uruguay y Chacabuco se llamaba Brian Jara y tenía 16 años. Había perdido la noción de la hora hace rato, pero suponía por la total ausencia de tránsito y el frío que empezaba a sentir que serían aproximadamente las dos de la mañana. Se frotó las palmas de las manos con fuerza y volvió a colocarlas en los bolsillos de su pantalón. Dentro de su bolsillo izquierdo, abollados y desordenados, descansaban una docena de billetes de diversa denominación. Brian los retiró con cuidado y se dispuso a contarlos. No había sido un mal día.
Había pasado los cuatrocientos pesos cuando el paredón blanco de la vereda de enfrente comenzó a iluminarse intermitentemente con reflejos de luz azul. Instintivamente, Brian se dispuso a devolver los billetes al bolsillo de donde habían salido. Separó un billete de cien, lo dobló rápidamente por la mitad tres o cuatro veces y lo colocó dentro de su media izquierda, por encima de la botamanga del pantalón. Los destellos de luz azul se hacían más brillantes a medida que el patrullero se acercaba. Cuando finalmente dobló la esquina de Chacabuco en dirección a la intersección con Uruguay, Brian entrecerró los ojos y se cubrió la vista con el dorso de la mano derecha.
El patrullero se detuvo a pocos metros de donde estaba parado Brian. De los dos oficiales que descendieron, Brian reconoció solo al que ocupaba el asiento del conductor.
"¿Qué hacés, negrito?" Preguntó el más alto de los dos oficiales. Brian no respondió, se limitó a mantener la vista fija en el piso y esperar a que alguno de los oficiales le indicara el motivo de esa visita.
"Te hice una pregunta, negrito." Insistió el oficial. Brian levantó la cabeza y miró tímidamente los ojos celestes del oficial. Acto seguido, se llevó la mano al bolsillo derecho y, sin dirigirle la palabra, sacó una pequeña bolsita de nylon. La miró brevemente para estudiar su contenido y se la entregó al oficial.
El oficial tomó la bolsa y vació sus contenidos sobre la palma de su mano izquierda: tres cigarrillos de marihuana, cuatro dosis de paco envueltas en nuditos de nylon, y una bolsita de cierre hermético que contenía aproximadamente 5 gramos de pasta base sin fraccionar. Sacudió su cabeza en señal de decepción, guardó los cigarrillos y la bolsita hermética en uno de sus bolsillos y extendió su mano derecha hacia Brian con intención de devolverle las dosis de paco.
Brian recogió las dosis de la palma del oficial, pero éste no retiró la mano.
"¿Nada más?"
Todavía en silencio, Brian sacó un par billetes de cien arrugados del bolsillo de su campera y se los entregó al oficial. Levantó la vista y lo miró suplicante. Su respiración se normalizo solo cuando reconoció una leve sonrisa en los labios del oficial.
"Yo no lo puedo creer." Dijo el oficial dirigiéndose a su compañero. "Meses enteros de laburo cuidando que a estas lacras no les pase nada, y así te pagan. ¿A vos te parece que alcanza, Sergio?"
Sergio se encogió de hombros. No parecía querer mucho protagonismo en la escena que empezaba a montar su compañero.
"Hacé la cuenta, Sergio." Propuso el oficial. "La berretada que vende el negro este debe andar por los veinte mangos por dosis. La semana pasada le dimos cien, son como mínimo dos lucas. ¿Dónde está el resto?"
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Rocío de Otoño
Mystery / ThrillerEn otoño del 2015, un crimen macabro sacude la paz de una pequeña comunidad escolar de Mar del Plata. El cadáver de una joven de 14 años aparece en el patio trasero de su propia casa mientras la escuela a la que asistía comienza a transitar el perío...