El inicio de los problemas

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Sintió algo húmedo cosquillear en sus pies, se removió algo incómodo tratando de alejar esa sensación, cosa que resultó no muy bien.

—Está bien, está bien... Ya me levanto, Sparky. —quitó las sábanas de encima suyo y se sentó en la orilla de la cama observando a su amigo canino.

Corría de un lado a otro en círculos esperando el alimento dado por su dueño, sabía que tardaría un rato pues Stan no era muy rápido que digamos a la hora de levantarse, aunque Sparky era muy paciente se desplazaba de un lado a otro para alentar a su dueño a ir más rápido.

—Ya... Ya voy... —cabeceó un poco para después dar un gran bostezó, finalmente se levantó de la cama y estiró su cuerpo. Salió de su cuarto y caminó hacia las escaleras, ya en la cocina fue en búsqueda del alimento para el perro, aunque fue interrumpido por unos gritos algo fuertes.

—¡Stan! ¡Stan! ¿Eres tú? Ven a ayudar a tu padre con la cosecha.

Suspiró algo frustrado al escuchar el llamado de su progenitor, rebuscó entre los bolsillos de su pijama y tomó su celular solo para darse cuenta de que eran las 8 AM.

—En un jodido domingo... —se tomó el puente de la nariz y volvió a suspirar, sirvió el alimento a su mascota y a regañadientes fue con su padre.

Al llegar notó como este se bajaba del tractor y se encaminaba hacia él.

Randy al ver a su hijo suspiró pesadamente pues podía ver cómo se acababa de levantar, se acercó aún más y dispuso a hablar.

—Escucha Stan, necesito que coseches está área en lo que voy a entregarle su hierba a Gerald, ya sabes cómo se pone cuando no llego a tiempo —rodó los ojos y carcajeó levemente, al mirar la cara de su hijo prefirió seguir hablando. —Y por favor no salgas de casa, ¿Sabes cómo se pondrá tu madre si se entera?

—Agh... Papá, pensé que cuando mamá y Shelly se fueran con la Tía Regla estaría libre de supervisión —rodó los ojos y se cruzó de brazos. —Ya tengo diez años, puedo cuidarme solo.

—No Stan, cuando mamá y Shelly fueron con la Tía Regla y el Tío Tampón, tu quedaste a mi cuidado y supervisión. —miró con algo de obviedad al más pequeño, y luego revisó la hora en su reloj.

—A eso me refiero, pensé que eras chévere y me dejarías ser libre, pero veo que eres tan amargado como mamá... —observó algo decepcionado al mayor y deshizo el cruce de brazos.

—Stan, no te pongas así, además tú no podrías mantenerte solo por 3 semanas. —Se comenzaba a molestar, si no terminaba la conversación rápido llegaría tarde y quizás recibiría una golpiza de Gerald, luego un sermón bastante largo de por qué la puntualidad es muy importante para el día a día.

—Pues te equivocas puedo ser autosuficiente sin la necesidad de que me cuides. —frunció su ceño molesto por el comentario de su padre, él ya tenía diez años podría cuidarse solo.

—Por favor, sabes que necesitas de mi para vivir. —No tenía ganas de discutir, así que decidió calmarse y tratar de comprender la rebeldía de su hijo, después de todo ya estaba entrando en la preadolescencia era normal este tipo de actitudes, pero en serio necesitaba llegar a tiempo si no quería pasar media hora escuchando a Gerald enojado por llegar tarde.

—No, no te necesito... ¡No te necesito a ti ni a nadie! —apuntó al mayor bastante frustrado, le molestaba que el adulto no viera lo capaz que puede llegar a ser por sí mismo, pues a fin de cuentas era su padre.

—Está bien ¿Qué te parece una apuesta? Si tú demuestras que puedes mantenerte sin mi dinero ni supervisión por las próximas tres semanas, cuando mamá y Shelly vuelvan a dejarnos solos, te dejare ser ¨libre¨ así como tú dices. —exclamó observando constantemente su reloj, quedaba poco tiempo tenía que irse ya.

Consecuencias de una apuesta ‹DESCONTINUADA›Donde viven las historias. Descúbrelo ahora