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No había cogido el paraguas, y tenía pinta,  que no tardaría en llover. Solo esperaba, que le diera tiempo a llegar a la oficina sin empaparse.

Y por culpa de ello, parecía, que el autobús iba más lento de lo normal, cuando una vez más, se detenía tras haber recorrido apenas unos treinta metros, consiguiendo arrancarle un resoplido de mal humor.

Y fue, cuando la vio.

Como no hacerlo, con aquel nuevo peinado que llevaba. Extraño, si no quería llamar la atención sobre su persona, pero idóneo, si ibas en plan rebelde contra los puntos fuertes de la modestia en decoro.

Aún así, sus ojos se empaparon de su belleza, de su nuevo corte de cabello y de su dulzura.

Era Harmonie, pero no era ella. A pesar de estar con la mirada perdida, veía el cambio que había dado la chica. Su postura, sus ropas... No era la pequeña princesa que su cerebro se jactaba de recordarle. No, aquella chica era quién ella siempre trataba de decirle que era, en el último tiempo.

Era la dulce y apasionada mujer, que había tenido entre sus brazos. Dándole  unas horas mágicas, donde entre ellos, todo había sido perfecto. Hasta que su cerebro, había tratado de defenderse cuando ella desapareció de aquella manera.

Cuánto tiempo le había costado dar aquel paso, para comprender que había sido un idiota. No tenia que haber callado nunca a su corazón. Pero la vida, no te daba un fin, cuando tú se lo pedias. Solo te daba una pausa, para que volvieras a empezar donde te quedaste.

Pero ahora, parecía que el universo se había detenido por un segundo, para que pudiera observarla.

Estaban juntos pero no lo estaban, era una sensación rara.

Aunque su corazón, le pidiera con su latido que bajara y fuera con ella, sabia que no era el momento.

No iba a servir una disculpa. Habían muchas cosas por el medio que debían dejar atrás. Si aceptaba que él, entrara en su nueva vida, iban  tener que confiar mucho el uno del otro. Y conocerse mutuamente, porque ahora que la veía, reconocía que había sido un imbécil de no pararse y observar, solo quedarse con sus conjeturas.

Ella, era una joven adulta y preciosa, nada que ver con una niña rica mimada, como siempre le había hecho creer.

Y justo, cuando ella giraba el rostro por el ventanal de aquella cafetería, que el autobús reanudaba la marcha, siendo el único que conocería el secreto de aquel encuentro extraño, donde ella creería por unas milésimas de segundo, que lo había visto, pero una vez más se diría con su voz interior, que solo era una mala pasada de su subconsciente.

Diez minutos después, entraba en su oficina justo cuando empezaban las primeras microscópicas gotas a caer, y le venía a su encuentro una chica joven.

-Gracias Karen - Sonrió a su secretaria, cuando le entregaba los informes pedidos, más una generosa humeante taza de café-. Dame al menos un respiro de media hora  - Le suplicó, logrando arrancarle una sonrisa a la chica.

Soltó un suspiro que escondía muchas inseguridades, tras dar un largo sorbo al oscuro líquido.

Ya se encontraba desde hacia una semana, instalado en la misma ciudad. Podía decirse, que las estrellas empezaban alinearse poco a poco, a su favor. A pesar de que hubo rechazado aquel puesto tiempo atrás, por cubrir aquel reportaje en África durante unos meses, que, cuando les llamó, le abrieron los brazos encantados.

No era exactamente lo que quería en su vida en aquellos momentos, pero como le dejaban carta blanca en sus publicaciones, tampoco estaba tan mal del todo, dado que podía ir evolucionando en su proyecto personal.

Embaucando A Mí Príncesa (Segunda Parte Deberes De Príncesa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora