-Instinto.

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Cuando no todo sale según lo planeado, los subordinados de Yuuri temían por su vida, un solo error podría costarles demasiado, pese a tenerle miedo, también le eran leal. Pues, Yuuri no era injusto como se miraba, protegía a sus familias y había un gran sustento económico. Y solo a veces... descansos extensos justos.

Pero como todos subordinados, debían pasar por pruebas y entrenamientos exhaustivos. Los subordinados pertenecientes a la mafia Katsuki eran conocidos por tener ciertas habilidades, Yuuri había creado salas de entrenamientos, los rangos estaban perfectamente distribuidos calificando las habilidades de su personal. O al menos... eso creía él.

Porque, si estaban bien entrenados ¿Cómo pudieron robarle en sus propias narices?

—¿Yuuri? —No hubo respuesta. Pero pocos le llamaban por su nombre.

Yuuri, después de retirarse de la absurda e increíble escena, su enojo se apoderó de él, quería la cabeza de aquel hombre de cabello platinado, además, el simple hecho de recordar a aquel hombre con mascara de zorro, parado de forma descarada y llamándolo "pastelito" le hacía hervir la sangre.

Por obvias razones, le mataría, mataría al hijo de puta que se burló de él y le robó, estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para encontrarlo.

—¿Crees encontrarlo? —Volvió a preguntar su acompañante.

Yuuri dejó escapar el humo del cigarrillo por la boca y machacó lo restante en el cenicero.

—No te permití hablarme por mi nombre. —El chico dejó de sonreír y solo entonces supo que se había equivocado.

Yuuri no solía confiaba en las personas, con ese pensamiento recordó a Seung-Gil Lee, al principio tenía el presentimiento de que él había planeado todo, por ello, no le dejó encargarse del asunto. Para el omega (Yuuri) el adecuado era Otabek, este seguía en la mansión de Seung-Gil Lee, por órdenes de Yuuri tenía que buscar cualquier pista, cabello, huella o el más mínimo detalle de donde había ocurrido el robo. Después dirigiría a la dirección del bar que le dio su jefe.

—Señor Otabek, parece que tenemos algo. —dijo uno de los hombres que estaban con él.

El hombre se acercó con una pequeña bolsita de plástico en mano, Otabek la tomó y la miró complaciente.

—Sigan buscando. —Ordenó el alfa mirando el cabello rubio que estaba dentro de la bolsita.

Lo devolvió para su respectiva investigación clínica y se dirigió al bar, al principio nadie quiso decirle absolutamente nada y lo que pudieron compartirle fue lo que Yuuri le había dicho, ruso, ojos azules, cabello platinado, había bebió unos cuantos tragos y se marchó.

—Dijo que se llamaba Viktor

Otabek se detuvo al escuchar la voz. Miró al chico con ropa reveladora, lo tomó del brazo y lo apartó a un lugar más privado, se aseguró que Lilia no estuviera cerca como Yuuri le había dicho.

—¿Cómo sabes lo que estoy buscando?

—No eres muy discreto, pagó mi bebida, le pregunte su nombre, pero al final no me escogió.

El chico parecía decepcionado.

—¿Te dijo algo más?

El joven sonrió coquetamente y acaricio la mejilla de Otabek con su dedo índice.

—¿Qué me darás a cambio? Alfa.

Otabek sonrió, tomó la mano del chico y la alejó, busco entre los bolsillos de su saco y sacó su billetera, al final se lo cobraría a Yuuri. Saco un pequeño fajo de billetes en dólares y se lo entregó al chico.

Como Dos JoyasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora