chocolate

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• Día 1
•1,7k de palabras.
•Mención del grecabo
———

—¿Tienes todo ya?— preguntó su hermano al revisar por quinta vez la bolsa llena de ingredientes.

—Te dije que sí, compré todo.— respondió, seguro de sus palabras. —Fui a tres tiendas solo por la harina, no pude haberme olvidado de algo.

—¿Tú crees?— dudó de nuevo, sacando las cosas de la bolsa. Gustabo observó los productos uno por uno, asegurando de que no estén en malas condiciones.

No es la primera vez que ayudaba a su hermano con un favor. En esta ocasión, nunca le había ayudado en algo así.

Últimamente recibía llamadas de él, no importara la hora ni el lugar, siempre con desespero y pidiendo un consejo o dos.
Y es que el rubio estuvo muy atento con algo, o mejor dicho, con alguien.

Ha pasado tan rápido que ni él se dió cuenta, su amigo y compañero de vida cayó en el inevitable conjuro del amor.

Parecía que no podía formar dos frases seguidas sin mencionar a Greco, el hombre que le tiene atrapado.
Que si fueron a un lugar, que si fueron a pasear, que si Greco esto, que si Greco aquello, y Greco, y Greco, y Greco...

Así podría estar todo un día sin parar.

Como su sentido impulsivo le gana, quizo hacer algo digno de impresionar.
Al no ser muy bueno dando regalos, fue Horacio quien ayudó con la idea.

Prepararía un pastel de chocolate con su nula habilidad en la cocina, pero hará el intento, y lo hará con una buena intención.
Y como no, acudió a su chico de cresta para que le diera una mano.

—Bueno, ¿por donde empezamos?

—Pues... déjame ver.— sacó su móvil, y en pocos segundos continuó. —Aquí dice que primero hay que derretir el chocolate, agregarle un poco de leche y batirlo.

Con la mirada buscó el primer producto. En la mesa podían verse los ingredientes: huevos, harina, azúcar, entre otros. Más no encontró el chocolate.
También buscó en la bolsa, y nada.

Allí fue donde lo recordó, se había olvidado de pasar por una tienda para comprarlo.

—Ehh, Gustabo...— aflojó su voz. —Creo... que si me olvidé de algo.—sonó lo más pasivo posible para que el contrario lo tomara con calma, cosa que no resultó.

—¿Cómo? Joder, Horacio, te he dicho que no olvidaras nada.— contestó algo enojado.

—A ver, Gustabo, no te pongas así, ni que fuera el fin del mundo.

—Pero se supone que veré a Greco por la noche, ¿acaso iré con las manos vacías?— y allí empezaba otra vez, entrando en desespero.

—No pasa nada, voy a una tienda y compro, ¿vale?— salió rápido de la cocina, tomó sus pertenencias antes de abrir la puerta. —¡Volveré enseguida!

—¡No tardes, perro!— fue lo último que escuchó al salir del departamento.

Cerró la entrada y bajó un piso por las escaleras, llegando a la puerta principal y saliendo del edificio.

Conocía un lugar donde podría comprar lo que necesitaba. Se trataba de una nueva dulcería que instalaron en el barrio hace poco menos de dos meses.

Nunca se había acercado, aunque siempre tuvo curiosidad por aquel lugar.

Con colores brillantes y su vidriera mostrando varios de los productos que venden, hacían que resaltara más que otras tiendas de la calle.

Empujó la puerta, y al abrirla se escuchó un leve tintineo.
Era más grande de lo que imaginaba, con pasillos y estantes llenos de golosinas y dulces diferentes. También podía encontrar postres y algún que otro snack.

volkacio loving month ♡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora