atuendo especial

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• Día 13 y 16
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Un muy experimentado y reconocido diseñador arregla la camisa a último momento, cuya prenda desprendía visibles hilos que luego cortó.

Revisaba la ropa a lujo de detalles, pues no quería que su comprador y cliente favorito tuviera imperfecciones en su vestimenta.

El comisario de Los Santos únicamente vestía de la ropa hecha a mano por el mejor diseñador de la ciudad. Muy aclamado por los habitantes, cautivados no sólo por su talento en la costura.

Aunque tuviera muchos pretendientes a sus espaldas, el joven sólo tenía ojos para el descendiente de Rusia.

No importa que tanto hablen o rumoreen, los ajenos a ellos nunca sabrán la gran relación y conexión que hay detrás. Claro, porque si lo supieran, explicaría como el mayor siempre obtiene un descuento.

Sus manos paseaban sobre la camisa con suavidad, quitándole las minúsculas arrugas que le quedaban. Finalizando por su hombro y a corta distancia podía distinguir su aroma. Ese rico perfume que el ruso siempre llevaba puesto, invadían las fosas nasales del menor que sonrió gustoso.

Le alegraba saber que era capaz de reconocer su fragancia, aquella que le ha acompañado diversas veces al levantarse por las mañanas.

Sus ojos se conectaron a la par, regalándose una cálida expresión de comodidad. Dando unos pasos atrás, el joven le observó de arriba a bajo, ya asegurando que no le faltaran detalles espetó alegre:

—Ya está.— el ruso sabía a donde ir, parándose frente al espejo de aquel estudio de costura.

Moviendo un poco los brazos y piernas comprueba que es a su medida. Miró sus perfiles y detrás, fijándose en el oscuro azul del pantalón haciendo juego con el cinturón marrón y camisa color vino tinto.

Daba media vuelta para mirar al contrario y alagar su labor.

—Muchas gracias, excelente trabajo, como siempre.

El moreno sonríe y suelta una risita en forma de agradecimiento, y acercándose preguntó para asegurar una vez más:

—¿Te gustaría que añadiera algo? ¿Algún botón... bordado o detalle?— el más alto sintió los brazos del contrario envolverle, y posa la cabeza en su hombro gracias a que está en puntas de pie.

—No es necesario, así... está perfecto.— pausado aclaró.

Giró la cabeza con fines de tener mejores vistas. Y sin dudar las tenía, pues había una cosa más hermosa que la ropa en ese lugar, o mejor dicho, alguien más hermoso que logra capturar.

Inhalando percibe nuevamente la esencia, a su vez que siente un leve roce en su piel provocado por los labios del otro.

No podía aguantar las ganas, así que ubicándose frente a él lo tomó de las mejillas, robándole un corto pero pasional beso.
¿Cómo no poder resistirse? Si el hombre, tan atractivo ante sus ojos, se veía tan bien vestido así.

—Espera.— susurrando habló, y de un cajón cercano a su alcance sacó una cámara. Alejándose a un metro aproximadamente, apuntándole con esta dijo por lo alto. —A ver, haz una pose.

El mayor riendo entre dientes negó, respondiéndole a su pareja:

—Sabes que no soy modelo, Horacio, soy comisario.

—¿Cómo que no? ¿Te has visto en el espejo?— un leve tono carmín se hizo visible en sus cachetes cuando oyó esas palabras. —Vamos, solo serán algunas, te las puedes quedar si quieres.— insistió.

Decidido, se dedicó a posar para el diseñador, quien sacó fotografías de diversos ángulos.

—¡Venga, guapo!— coquetea sin vergüenza, tomándole de sorpresa logró su objetivo. Pues siempre se lo ha dicho, las fotos más hermosas son donde él aparece sonriendo.

Y cuando creyó que eran suficientes, se acerca a él para mostrárselas.

—Luego te las pasaré por correo.— dice, buscando su mirada. —De verdad eres todo un modelo, ¿por qué no trabajas de eso mejor?, es menos arriesgado.

—No tengo la experiencia.— guardando su sonrisa contestó. —Se que te preocupas por mi y mi trabajo, Horacio, pero yo sé... perfectamente donde estoy parado.

—Lo sé, es que...— toma aire después de suspirar. —...no me gusta que te expongas tanto.

Sintió la mano del ruso acariciando su cuello con delicadeza, encontrándose con la mirada del mayor. En sus ojos pudo transmitirle esa seguridad que constantemente le da, trayendo la calma en su ser.

—Confía en mi, Horacio.— con voz sincera le pide. —Pronto saldré de allí, no sabré como pero... de alguna u otra forma lo conseguiré. Así podré vivir sin riesgos y no tendrás la necesidad de preocuparte todo el tiempo.

Nota que su vista se humedece con las palabras de su ruso, que uniendo sus frentes y cerrando los párpados le escuchó:

—Te prometo que saldré, y viviré en paz junto a ti.— y aquello bastó para que las lágrimas rebalsen de sus ojos. —Estaremos bien, mi sol, te lo prometo.— sus sollozos se volvieron más audibles por cada tierna frase que salía de su boca. —Solo... hay que tener paciencia, ¿de acuerdo? No llores, Horacio, ese día llegará.

« Si es por ti, esperaría mil vidas más. » dijo en su interior, que no se atrevió a soltar, limitando esas emociones a un simple asentimiento.

El fuerte sonido del reloj marcando las doce en punto retumbó por el espacio, irrumpiendo el íntimo momento.

—Joder, se me hará tarde para la reunión en comisaría.— habló en desespero, recogiendo su radio y cartera que había dejado sobre una silla al llegar.

No contaba con tiempo para cambiarse, así que estrenaría su nuevo uniforme ese mismo día.

—Bien, pero no arruines la camisa, sabes lo que sucedió la otra vez.— reprocha el moreno mientras secaba su cara con las muñecas.

—Tranquilo, eso no pasará.— respondió con calma. —¿Nos... vemos esta noche en mi departamento? ¿Y te quedas a dormir cómo ayer?

—Está bien, suena un buen plan.— intentó sonar duro, como en ocasiones su pareja lo hacía, pero no puede, eso no es lo suyo.

Impulsivo le abrazó con fuerza, siendo correspondido casi al instante. Para nada le agradaba que se fuera a trabajar, viviendo con el miedo de que, de un segundo a otro, podría perderlo para siempre.

Por más que no quisiera tuvo que soltarle, más recibió un suave y corto beso en los labios de su parte. Algo que le tomó desprevenido, pequeñas sorpresas que conseguían ponerle de buen humor.

Acordando su encuentro se despidieron, y el ruso se marchó del lugar.
Su estudio quedó en silencio, vacío, solo con él presente. Pero por más que se fuera, aún podía sentirse el característico aroma.

La fragancia que lograba transportarle a sus recuerdos con el ruso, envolviendo su sentido, llenándole de calma y serenidad.
Con tranquilidad en su interior sonrió para sí, confiado en que todo iría mejor.

Como dicen por ahí, la espera siempre vale la pena, y mientras las buenas cosas estén por llegar, ambos siempre tendrán consigo algo que les recuerde del otro.
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• fin 🪡

volkacio loving month ♡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora