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Durante unos días, en la escuela no se habló de otra cosa que de lo que le habían hecho a la Señora Norris. Filch mantenía vivo el recuerdo en la memoria de todos haciendo guardia en el punto en que la habían encontrado, como si pensara que el culpable volvería al escenario del crimen.
Angel le había visto fregar la inscripción del muro con el Quitamanchas mágico multiusos de la señora Skower, pero no había servido de nada: las palabras seguían tan brillantes como el primer día. Cuando Filch no vigilaba el escenario del crimen, merodeaba por los corredores con los ojos enrojecidos, ensañándose con estudiantes que no tenían ninguna culpa e intentando castigarlos por faltas imaginarias como «respirar demasiado fuerte» o «estar contento».
Angel también se había percatado de que Ginny (la menor de los Weasley), se le veía bastante triste o incluso confundida. La razón no la sabía, pero creía qué tal vez el estado de la gata le había afectado. Posiblemente era o es muy fan de los animales.
Blaise había llegado a ella siguiéndole el paso. Estaba sonriendo y eso significaba solo una cosa, se había enterado de algo.
—Escúpelo —le pidió frenando su caminata.
—He oído a Granger hablar sobre la Cámara de los Secretos. El profesor Binns les contó en su clase el "mito" de aquel lugar. Yo creo que son tonterías, vivimos en un mundo de magia, ¿por qué la cámara tendría que ser un mito? —preguntó—. Salazar era todo un demente, no dudo que no quiera tener su propia leyenda.
—También he pensado en eso, y si a Hogwarts le sucede algo este año significa sólo una cosa... que entramos a la generación de los problemas —dio por hecho.
Durante días, el rumor de que Harry Potter era el heredero de Slytherin corría por los pasillos. Lo peor era que algunos así lo creían. Vivían en un mundo donde las posibilidades estaban abiertas, pero sin pruebas con argumentos válidos, sus rumores eran basura. Al menos así lo creía Angel.
El profesor Lockhart se dedicaba a leer a los alumnos pasajes de sus libros, y en ocasiones representaba alguno de los momentos más emocionantes de su biografía. Algo que la melliza Malfoy había notado es que no le pedía participar como a sus demás compañeros. Eso le agradaba, participaba por su propia cuenta y siempre recibía cinco puntos para su casa. El profesor no imponía nada de autoridad.
