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      Mis padres eran para mí casi unos Dioses; una madre increíble, trabajadora y sin ningún secreto, además de un padre excepcional, que sabía salir adelante y trabajar para todos. Personas tan educadas y tan bien formadas que jamás me hubiera esperado de ellos lo que la policía había descubierto hace ya un par de semanas atrás luego de pasar más de seis meses desde que habían condenado a Ryan y a Sophia y desde la última vez que me había aparecido frente a alguien vivo.

      Ellen Parker.

      Ese era el nombre de mi nueva hermana. Nació en Canadá hace veinticinco años atrás y a los meses de nacida fue llevada —por mis padres— a Los Ángeles para ser entregada a un hogar de menores en donde las personas sin dinero o con problemas familiares dejan a sus hijos para que otra familia se los lleve; sin embargo a ella nadie se la llevó.

      Y con todos esos años por encima, la policía logró que se volvieran a ver por una sola causa en común; yo.

—Señor y señora Parker, ella es Ellen Parker —había dicho el encargado del caso familiar de la forma más seria.

—Hola —fue lo único que dijo ella.

—Mi niña

—No, no soy tu niña

      Hubo minutos de silencio, Ellen no deseaba estar allí y mis padres creían que tendrían a mi hermana a sus pies luego de haberla abandonado sin ninguna razón concreta.

—Tenemos muchas cosas que conversar

—Aclaro que solo vine porque me citaron, no tengo nada de familiar con ustedes y no pienso ser su pañuelo de consuelo por la muerte de su hija

—De tu hermana —corrigió mi padre.

—Yo no tengo hermana, y si la tuve ya no existe así que quedo igual

      La observé y admiré de una manera que era realmente aterradora. Era fría como papá y tan bella como mamá, se notaba a kilómetros que nuestros padres eran los mismos. A mí me parecía genial tener una hermana mayor y hubiera sido feliz con ella en mi vida, lo sentía, sin embargo ella estaba allí tan molesta con nuestra presencia de nuevo en su vida que no podía evitar sentirme culpable.

     Después de todo a mí no me habían abandonado como a ella.


—Jamás creí que tuvieras una hermana.

—Yo menos, Max, es demasiado raro —él asintió y nos quedamos en silencio por algunos segundos.

—Tengo que decirte algo —habló finalmente acercándose a mí y tomando mis manos—. Ya no podremos estar juntos.

—¿A qué te refieres?

—Lo he logrado Lea, ya sé quién me mato y ahora mi cuerpo quiere descansar en paz, quiero descansar en paz.

—¿Me dejaras sola en esto?

—¿Qué quieres que haga? No puedo quedarme ni aunque quisiera Lea, tengo que descansar así como tú lo harás cuando encuentres a tu asesino

—¿Y si no lo encuentro? —elevé la voz— ¿Y si jamás encuentro a mi asesino y me quedo sola por siglos Max? ¿No pensaste en mí?

—¡Claro que lo hago, lo he hecho todo este tiempo! —Grito moviendo sus manos en el aire— He aprendido a quererte por meses, pero tengo que irme y tu harías lo mismo si estuvieras en mi lugar, lo sabes

—¡Ese es el punto! —Grité igual o más fuerte que él— ¡Yo no haría lo mismo, yo me quedaría hasta el final contigo!

—No lo sabes, porque no llevas años como yo ¡No puedes ser así de egoísta!

—¿Egoísta? —repetí un par de veces.

      Ambos estábamos totalmente enfurecidos y para cuando yo termine de repetir la palabra "egoísta" ya ambos nos encontrábamos caminando hacia lados opuestos, ahora en silencio y a paso extremadamente rápido.

      Supongo que siempre me preguntaré como alguien puede depender tanto de otro que está muerto, o como pude yo —estando muerta—, depender tanto de alguien.

      Pero antes de ir de rodillas a pedirle perdón, necesitaba refuerzos para cuando él se fuera definitivamente de mi vida.


—Hola hermanita —susurre en su oído mientras ella dormía; había aprendido a entrar en sueños de gente viva hacía un tiempo atrás y era mi nueva forma de no espantar a todos como un fantasma.

      Ella se movió incómoda y apretó sus ojos con mucha fuerza. Era cuestión de segundos.

—¿Quién eres? —tenía los ojos entrecerrados por el brillo del lugar en el que nos encontrábamos.

—Lea Parker, un gusto hermana mayor.

      Su cara se desfiguró, de todas formas ella jamás me había conocido.

—¿La... muerta?

—La única que tienes

      Observó el lugar, tratando, tal vez de encontrar una salida, sin embargo era imposible estando en un sueño controlado por otra persona.

—¿Qué quieres?

—Solo conocerte —me miró sin entender—, no quiero que te espantes Ellen pero necesito tu ayuda para encontrar a mi asesino

—Pero te suicidaste, salió en todos lados, el juicio, todo

—No, no lo hice, me mataron

—No puedo ayudarte Lea, tú no eres mi hermana, tienes que entenderlo

—¡Tenemos la misma sangre! —chillé.

—Tus padres me abandonaron, si estoy aquí es solo por las investigaciones, no para ayudarte

      Me quede allí de pie frente a ella, la verdad, ahora que la analizaba detenidamente tal vez no era tan bella y ya no tenía ganas de verla.

      Oficialmente me encontraba sola, absolutamente sola en esto y eso no era buena señal, todos estos meses para nada.

—Solo diles una cosa ¿Ok?

—¿Qué cosa? —su mirada ahora era casi molesta.

—Ellos creen que no era feliz, que por eso me suicidé pero lo era, era muy feliz ¿Puedes decirles eso? Sé que están pasando por un mal momento, pasaron de tener que dar testimonio todos los días por mi muerte a tener que aceptar que te abandonaron y que no fue de la forma legal que ellos dijeron

      Lo pensó por unos momentos.

—Está bien

—Y perdónalos, tal vez nosotras hubiéramos actuado igual al tener un bebé en un país que no conocíamos, quizás solo no pensaron en el daño que te harían, pensaron que serías alguien feliz —susurre, salí de aquel sueño y comencé a alejarme de ella observando como su cuerpo dormido se movía inquietamente, seguro no creería nada a la mañana siguiente.

      Ahora debía terminar esto por mi cuenta.

      O quizás ir con quien debí correr desde el primer día.

Ella no se suicidó.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora