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      Hacía meses me había prometido no volver a pisar la casa de mí mejor amiga por todos los sentimientos que podrían invadirme. Mas ahora me había roto esa promesa y pude darme cuenta en lo acertada que estaba al creer que todo saldría mal.

      Caminé sin un rumbo fijo solo pensando en lo que habíamos hablado el padre de Lea y yo; Él iba a dar la orden judicial para que el caso de Lea se cerrara definitivamente, y a pesar de que eso me aliviaba mucho, también lograba aterrarme. Sin darme cuenta ya estaba solo a unos pasos de distancia esperando a que el gran semáforo cambiara a color verde para peatones. El cemento estaba oscuro y húmedo producto de las fuertes lluvias que había en la ciudad; una tormenta anormal la llamaban los meteorólogos en la televisión.

      Había muy poca gente en la calle —por no decir nadie—, y las que se habían decidido a salir al frio estaban demasiado preocupadas en caminar rápido para alcanzar a llegar a casa antes que comenzara a llover otra vez. La verdad parecía un día normal de invierno. Cuando llevaba otros pares de segundos caminados note que ya nadie andaba por las calles; la gente de un segundo para otro había desaparecido... y los colores también. La calle era exactamente la misma pero todo parecía estar en un efecto blanco y negro. Desde las casas hasta mi ropa.

      Pase mis manos heladas por mis ojos de una manera muy brusca, sentía que la sensación me volvía loca de a poco.

      Comencé a marearme luego de haber dado un par de vueltas en mi sitio tratando de creer lo que veía.

—Dalilah —susurró de una forma casi maternal la voz deformada de una chica.

      Porque ¿Era una chica, cierto?

      Seguí caminando, está vez hacía el lado contrario, la idea de visitar la casa de Lea se había borrado de mi mente, solo quería llegar a casa sana y salva y dejar de ver series o películas de ficción por un muy largo tiempo, sin embargo la meta estaba siendo imposible puesto que la misma calle, St. Joseph M. P. se repetía y repetía por más que caminara o corriera.

      En cualquier segundo me arrancaría el cabello de los nervios, ¿o del miedo?.

      Una brisa levanto todo mi cabello oscuro.

—Dalilah —la voz se escuchó otra vez, pero ahora estaba más cerca, mucho más, de hecho la sentía justo en mi oído izquierdo.

      Me giré tan rápido que sentí como mi cerebro daba vueltas dentro de mi cabeza.

      No había nadie.

—Dalilah, ayúdame —agregó esta vez, estaba en todas partes.

—¿Quién eres? —pregunte casi gritando, un ruido de un motor comenzó a atornillar mi cabeza.

      En vez de recibir respuesta solo otra brisa de viento azotó mi cara y trajo consigo montón de hojas secas, las cuales se veían de color gris muy oscuro.

—¿Quién eres? ¿Dónde estás? —pregunte desesperada.

      La lluvia comenzó a caer tan fuerte que comenzó a sonar como si chocara con un pedazo de metal oxidado. Los truenos y relámpagos sonaban tan cerca de mí que me hacían creer que en cualquier momento uno caería en mi cabeza y me mataría.

—Ayúdame —su voz estaba cada vez más clara, estaba segura de que si volvía a hablarme podría identificar su voz—. No lo permitas

      Y ahora si estaba claro, era la voz de Lea.

—Lea —llamé a su nombre tratando sonar emocionada, pero la verdad me moría de miedo.

—Dalilah —dijo de la misma forma que lo había dicho antes.

—¿Qué necesitas de mí, amiga? 

      En serio acaba de decirle amiga a un fantasma.

—Que me ayudes

      Y no hizo falta nada más.

      La lluvia dejo de caer, los rayos de aparecer en el cielo y una última brisa de aire —esta vez tibio— trajo los colores de vuelta a la normalidad. Parpadee un par de veces y me di cuenta que estaba en el mismo lugar solo que con muchos colores y con el sol apareciendo por entre las nubes. Había gente en las calles pero nadie pareció notar que hacía unos segundos me encontraba desesperada moviéndome de un lado a otro.


[...]


—¿Desconfías de alguien en especial, Dalilah? —preguntó mirandome directamente a los ojos, buscaba que le dijera la verdad, eso era claro.

      Me estaba pidiendo culpar a alguien, necesitaban un nombre, uno con el cual empezar a investigar.

—De Brendan, Brendan Parker


                                                                                                                                                                                                                                                                                                   [...]  

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Martes, 10 de Junio.

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