Si al principio se había mostrado reacia a todo lo que aquello representaba, ahora no tenía ni la más mínima intención de parar lo que estaba haciendo. Pudieron haber sido los tragos de más, o las miradas deseosas que su cuerpo recibía cada que movía las caderas al ritmo de la música. No lo sabía. Pero, en ese momento, Juliana se sentía como la persona más jodidamente atractiva del planeta.
Un aura de confianza se había instalado a su alrededor a los pocos segundos de haber ingresado a la pista de baile y parecía crecer cada que un nuevo par de ojos se posaban en ella para seguir sus movimientos; logrando sacarle una risa traviesa que terminaba perdiéndose entre los murmullos de la gente alrededor.
Hace apenas unas horas estaba que guillotinaba a Sarah por haberla arrastrado —sí, arrastrado en el sentido literal— a un lugar así sólo para que ella pudiera ligarse al barman que le traía entusiasmada y después dejarla tirada en la barra para poder irse con el chico a quien–sabe–dónde a hacer quien–sabe–qué. Aunque Juliana ya tenía un presentimiento bastante acertado de qué era lo que se habían ido a hacer esos dos.
Había tenido claras intenciones de largarse del sitio, pero para su pésima suerte, había llegado con Sarah en el auto de la misma y, para rematar, no llevaba su teléfono consigo en esos momentos. Por su mente cruzó la posibilidad de caminar los nueve kilómetros que había entre el bar y su departamento, con suerte encontrando un taxi por el camino. Pero —y podían llamarle miedosa, gallina o como gustasen— las calles de Londres no eran las más seguras a eso de las tres de la mañana y ella no quería arriesgarse a que una fotografía de su cadáver apareciera en el periódico matutino del día siguiente. ¿Exageraba? Tal vez. Pero Juliana no era de las que corrían riesgos; y en esa ocasión —por mucho que le molestase— no sería la excepción.
En un antro solo había dos opciones: O bebías; o bebías y bailabas. Hasta ahí llegaba la lista. Pero Juliana tampoco era de las que disfrutaran de exponerse en medio de una bola de completos desconocidos, así que, aunque no fuese fanática de ello, opto por la opción de beber.
Una no hará mal. Había pensado.
Error.
Bastaron unos cuantos tragos para que alguien que apenas y bebía se volviera fanática del tequila y de paso, empujarle inconscientemente dentro de la pista de baile.
Tal vez le agradecería luego a Sarah. O le rompería una lámpara en la cabeza. Todo dependía de que tan fuerte fuera la cruda.
Una nueva canción comenzó a hacerse sonar por los altavoces y Juliana no pudo contener la sonrisa divertida que hizo acto de presencia en su rostro. Llevó una mano a la hebilla de su cinturón negro, metiendo el dedo pulgar por dentro de los pantalones mientras que la mano que le quedaba libre se dedicaba a hacer ondas y movimientos lentos en lo alto; siguiendo el ritmo que ella misma se había impuesto apenas escuchar las primeras notas sonar. Movía las caderas de izquierda a derecha, de atrás adelante; de manera lenta y constante, sólo cambiando el ritmo cuando la música lo hacía.
El alcohol en su sistema sin duda estaba haciendo maravillas destruyendo sus inhibiciones. No sabía si debía o no agradecer por eso, aunque la respuesta era un poco obvia.
De haber estado sobria, probablemente hubiera preferido un brazo roto antes que acceder a bailar de aquella forma en medio de un grupo de desconocidos que le devoraban con la mirada.
De haber estado sobria, habría corrido despavorida al sentir tantas manos desconocidas posarse en su cuerpo de manera descarada cada dos segundos.
De haber estado sobria, habría dado la vuelta sobre sus talones y le habría estampado un puñetazo en el rostro a quien estuviera detrás de ella, pasando sus brazos alrededor de su cuerpo, por debajo de los brazos y atrapando sus caderas firmemente con ambas manos, basándose en eso para jalar a la más baja hacia su cuerpo.
Pero ese no era el caso, Juliana estaba lo suficientemente tomada como para que aquello no le molestara en lo más mínimo y de paso, hacerle soltar un murmullo de gusto cuando sintió su trasero chocar con algo duro que comenzaba a refregarse contra ella.
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Night Bar |Juliantina
RomanceSeguramente fueron los tragos de más, o las miradas lujuriosas que su cuerpo recibía cada que movía las caderas al ritmo de la música. No lo sabía. Pero, en ese momento, Juliana se sentía como la persona más atractiva del mundo. ՙ 𓄼 Valentina› top...