Regresando a casa

1.5K 36 7
                                    

NOTA: CONTENIDO QUE INCLUYE INCESTO, NO LEAS SI NO TE GUSTA
/// ESTE RELATO ES COMO UNA MINI HISTORIA, POR LO TANTO, ES MAS LARGO EL CAPÍTULO.



Camila POV




Volví a casa porque no aguantaba más. La situación con mi marido era insostenible y tras aguantar mucho más de lo que hubiera debido decidí pedir ayuda a mis padres y volver temporalmente con ellos.

Me casé no hace ni dos años con un chico con el que llevaba saliendo apenas unos meses. Estaba enamoradísima y con veintitrés años, tres menos que él, cedí a sus continuas súplicas y nos casamos. Al principio las cosas entre nosotras eran geniales. Felipe me mimaba y se encargaba de llevar comida al plato. Trabajaba mucho y cuando volvía a casa me trataba como a una reina.

Pronto nació Cristina. A partir de ese día la situación se fue degradando. Aunque mi marido intentó que no se le notara, sé que se disgustó. Él deseaba un niño y no le hizo muy feliz que nuestro primer retoño fuera una niña. De sus mimos y carantoñas continuas iniciales, pasó a prácticamente ignorarnos a nuestra hija y a mí. Luego empezaron los desprecios y las vejaciones psicológicas. Cuando le recriminé su indiferencia, me dio la primera bofetada. Me pidió perdón arrepentido enseguida, pero el dolor que me causó, que desapareció en unos minutos, tardé semanas en olvidarlo. La tercera vez que me pegó llamé a mi padre.

Ahora estaba tocando a su puerta con mi niña en brazos, con todas nuestras cosas en mi destartalado coche y los ojos llenos de lágrimas. Me sentía una fracasada. Es cierto que había hecho lo correcto, al menos a mi mejor entender. Tenía en marcha la demanda de separación y una denuncia por maltratos, pero me sentía como si estuviera dando un paso atrás en mi vida. Un psicólogo que me atendió en la comisaría, me explicó que era todo lo contrario, que no era un retroceso sino un avance. Una forma digna y segura de continuar con mi vida y la de mi hija, pero un nudo en mi corazón se empeñaba en decir lo contrario, que había fallado como mujer, como esposa.

Con los ojos empañados por las lágrimas no reconocí a la chica que me abrió la puerta. Más alta que yo, y con el pelo corto, me sonreía como reconociéndome aunque yo no sabía quién era.
—Hola hermanita, te estábamos esperando – me dijo. La voz me resultó familiar.
—¿Hermanita? – respondí confusa.
—Jajaja, si no te hubieras aislado dos años sabrías quién soy, Camz.

Mi mandíbula cayó cuando reconocí a mi hermanita en ese cuerpo. Piernas larguísimas en ajustados vaqueros, cintura estrecha, pechos medianos y una bonita cara. Pero miré sus ojos verdes y esos no habían cambiado. Eran los ojos de mi hermana.
—¿Pero, pero? – sin salir de mi estupor la abracé de lado para no espachurrar a Cristina. Mi hermana me cubrió de besos y me rodeó con sus brazos apretándome hasta dejarme sin respiración.
—Te he echado mucho de menos, Camz. Bueno, todos te hemos añorado. Pasa, los papás están deseando verte y conocer a mi sobrina, jajaja.

Todavía aturdida la seguí al interior. Me llevó de la mano hasta el salón. Mis padres me esperaban juntos, de pie. Papá me miraba serio, como siempre, pero sus ojos se dirigieron a la niña y ya no se movieron de ahí. Mi madre, frotándose nerviosa las manos, me miraba como si fuera la octava maravilla del mundo sollozando en silencio.

Lauren me cogió la niña de los brazos y me tiré a mi madre. Refugiada en su abrazo lloramos las dos sin decir nada, me limité a disfrutar de su calidez, su cariño. Si mi padre no hubiera carraspeado me hubiera quedado allí para siempre. Solté con desgana a mi madre para abrazar a mi padre. Mi padre era una persona que sin ser excesivamente severa era muy serio. De pocas palabras y muchos silencios.

Aunque aparentemente era frio y adusto, siempre me había sentido muy querida por él. Me lo demostró cuando me dijo al oído sin dejar de abrazarme : “Bienvenida a tu casa”.
Tras varias rondas de abrazos y besos, y que se fueran pasando a Cristina que miraba todo y a todos sorprendida sin saber si reír o llorar, nos sentamos todos.
—Cuéntamelo – me pidió papá.
A pesar de que me costaba un mundo hablar de lo que me había pasado les expliqué lo sucedido. Durante un cuarto de hora les detallé mi vida desde que me fui de casa para casarme hasta ese momento. Me vacié entera. Cuando terminé se quedaron en silencio, pensando en lo que había explicado. Luego de decirme que me apoyaban y les aliviaba que estuviera allí, lo pasamos bastante bien poniéndonos al tanto de lo que pasó todo este tiempo.

Relatos Eróticos (LaurenGiP)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora