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Admiraba con total calma el paisaje a través de la ventana de unos de los vagones del tren. No quería desviar su mirada y centrar su atención en algo más, ya que la serenidad sería reemplazada por el repudio y la incomodidad al encontrarse siendo observado por la mayoría de sus acompañantes desconocidos e innecesariamente importantes de aquel vagón.

Escuchaba los murmullos de algunas personas que se atrevían hablar de su presencia, en su mayoría mujeres curiosas con miradas coquetas dirigidas hacia el.

Es demasiado apuesto...

Mira el traje que lleva, debe tener una fortuna...

¿Estará casado? Si es hací que suerte tendrá aquella dama...

Eran esos algunos comentarios que lograba percibir. No cabe duda que le causaba cierta diversión aquella atención que recibía, sin embargo, sabía que pronto dejaría ese sentimiento para ser reemplazado por la amargura dejándoles saber lo enojado y incómodo que se encontraba.

Pero debía contenerse, no quería dar una mala impresión a sus posibles futuros inversionistas.

Por supuesto, el vagón el cual viajaba era exclusivamente para la clase alta, en otras palabras, personas con un excelente o buen estatus monetario.

Claro, sin preguntarse de que manera obtienen ese ingreso para obtener tal derecho en este sistema social.

Ese pensamiento le saco una sonrisa arrogante.

—Disculpe, señor. ¿Desea algo de beber? —Le habla una voz femenina interrumpiendo sus pensamientos.

El joven apuesto volteo con cierta amargura en su rostro por verse interrumpido y obligado a desviar su mirada de la ventana. Observo a la dueña de la voz, por su vestimenta deducio que era encargada de la servidumbre en este vagón. No pasaba de los 22 años por mucho, con ella llevaba un pequeño carrito en donde se encontraban las bebidas y comestibles.

La joven por no recibir respuesta inmediata y como el apuesto chico la observaba sin apartar la mirada, empezó a apretar con sus manos el delantal en un acto de nervios.

—Un café, por favor. —pidió al notar el acto de mujer.

La camarera asintió una pequeña sonrisa adornando en sus mejillas el color carmesí por la vergüenza.

Mientras se concentraba en servir el café que se le fue pedido, el joven no pudo pasar por alto como los demás caballeros con mayoría de edad miraban deseosos y excitados a la chica.

Jodidos imbéciles, pervertidos.

Hizo una mueca, desearía sacar su arma y darles unos cuantos balazos en los ojos.

—A-Aquí tiene. —le tendió la taza de café y este la recibió brindándole un pequeño gracias con una sonrisa.

La camarera sonrió tímidamente y le hizo una breve reverencia y siguió su camino a atender a los demás.

Tomando un sorbo de café observo cada persona en el vagón, y en el Fondo de este, en los últimos asientos observo a un hombre rubio, ojos verdosos, de la misma estatura y masa corporal que el, pasándose desapercibido con un tabaco en sus manos mientras le saludaba con un asentimiento.

Y claro, el le devolvió el gesto mientras nuevamente el ego crecía en su interior.


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Al llegar a su destino, tomó su breve equipaje y camino fuera de la estación para llegar al carruaje que lo estaba esperando.

Sin embargó, cuando iba a subir, alguien chocó abruptamente con el llamando la atención de algunas personas.

—Disculpe mi acto caballero, no lo ví en el camino. —se disculpó con un acento peculiar, no era del corregimiento, uno lejano, tal vez era Italiano. Hizo una reverencia con una pequeña sonrisa en ese momento se dio cuenta que era el sujeto que lo saludo horas atras en el tren.

El joven alzó una ceja, cruzándose de brazos.

—¿Todo bien, señor Kang? —intervino una tercera persona, era el chofer del carruaje que habían mandando a recogerlo.

El mencionado dio un asentimiento para dar a entender que todo estaba en orden, el chofer dándole una última mirada a la persona irrespetuosa según él, tomó el equipaje de pelinegro para ponerlo en el carruaje.

El sujeto rubio le miro divertido mientras pasaba por su lado poniendo una de sus manos en el hombro del pelinegro.

—Nos vemos luego, señor Kang. —dijo en susurro tratando de no reírse.

Maldito imbécil.

Pensó el pelinegro mientras veía como el rubio se iba despreocupado.

Con un suspiro nuevamente se dirigió al carruaje mientras el chofer le abría la puerta.

—Puede llamarme Cristopher. Estoy a sus servicios mi señor.

Le dio una mirada incierta y fría, Cristopher se sintió un poco nervioso de como su ahora jefe le miraba, sin embargó, cuando observo que este solo se limitó a asentir para luego subirse al carruaje pudo sentir la tranquilidad nuevamente. Cerro la puerta con cuidado y de dirigió al frente del carruaje para darle la orden a los caballos para emprender su camino a la residencia en donde se quedaría el señor Kang.

Mientras tanto el pelinegro sostenía la carta que le dio el rubio cuando chocó con el. Fue un acto para no intercambiar muchas palabras y que no los pudieran relacionar en un futuro cercano, por ahora.

Con mucho cuidado la abrió y la leyó.

El objetivo aceptó su propuesta, lo espera mañana a las siete de la noche en su estupenda reunión para hablar de lo que en realidad le importa.

Con mucho amor tu querido Oliver Croft.

Para el imbécil de Kang Yuwoon.
¿O prefiere que lo llame Jungkook o señor Jeon?

Jungkook sonrió divertido. El nombre Kang Yuwoon era solo una identidad secundaria. Rompió la carta en pedazos chiquitos y los metió al cenicero para quemarlos con su cigarro.

El plan se ponía en marcha, y muchos serán testigos de observar como un Imperio caía junto con sus creencias.

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CROSS ✾ 𝙹𝚎𝚘𝚗 𝙹𝚞𝚗𝚐𝚔𝚘𝚘𝚔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora