Elizabeth era la desesperación personalizada. Corría de un lado a otro, cogía lo primero que encontraba y lo metía en su morral. Estaba tan distraída que había metido una caja de tampones que tenía en la segunda gabeta de su mesita de noche. En seguida la sacó de su morral. No había tenido mucho tiempo para arreglarse así que cogió lo primero que encontró en su armario y se lo puso. Un pantalón algo desteñido por el uso junto a un bonito jersey color gris que su madre le había regalado.
Al terminar de hablar con su nuevo e impasible cliente, Elizabeth le mandó un mensaje de texto a Thomas, con quién hablaba prácticamente cada veinte minutos. Él aún no respondía y Beth se angustió. Cogió el dinero que tenía guardado en el pequeño cofre de madera que estaba en su escritorio, agarró su morral y corriendo como quién ha visto a un espanto llegó a la cocina. Guardó las llaves en su morral y, con la caja de perfume en dónde había anotado la dirección de su nuevo y exigente cliente, salió de la casa directo a la parada de autobuses.
No me peine, pensó. La ventaja de tener el cabello como el de Elizabeth era qué podrías no peinarte y aún así nadie lo notaría. Beth buscó su teléfono, eran las nueve con quince minutos de la mañana. Era bastante obvio que ningún autobús iba a llegar a ésa hora y Thomas aún no respondía. Elizabeth intentó calmarse.
Estaba tan nerviosa y absorta en sus desesperados pensamientos que no notó cuando una Ford pick up del 85 color azúl se había estacionado justo al frente de ella. Elizabeth se fijó en el conductor gracias a qué el parabrisas y los vidrios eran transparentes y no polarizados. Sonrió mostrando todos sus dientes. Era Thomas.
-Hola, Beth -saludó Thomas en lo que Elizabeth se subía a la camioneta y cerraba la puerta, tuvo que cerrarla con fuerza ya qué la puerta era bastante pesada, o al menos lo era para ella.
-¡Thomas! ¡Te debo una grande! -exclamó abrazando a Thomas haciendo que el ritmo cardíaco de éste se acelerara. Elizabeth no lo notó.
Thomas le devolvió el abrazo-. Sólo he venido a buscarte cómo me lo pediste -dijo restándole importancia a lo que Elizabeth consideraba el favor mas grande del planeta, los astros, las constelaciones, la vía láctea y las estrellas. Thomas arrancó la camioneta provocando un fuerte sonido que Elizabeth suponía que se trataba del motor-. Lamento buscarte en ésta carcacha, la camioneta de Elena está en el taller -Elena, la madre de Thomas, solía prestarle su camioneta un par de veces a la semana-. No saldrá en un par de semanas y... -Elizabeth lo interrumpió.
-¡Dejate de tonterías! En éste preciso instante amo con locura ésta carcacha -exclamó tirándole pequeños besos a la camioneta.
Thomas carraspeo.
-¿Es necesario decirte que la camioneta no tiene vida propia y qué quién la llenó de combustible y quién la movió hasta tú casa fui yo? -dijo fingiendo tristeza mientras la camioneta se detenía por la luz roja del semáforo.
Elizabeth soltó una pequeña carcajada y por un instante se sintió atrevida.
-¡Oh Thomas, Thomas, Thomas, si querías mis besos sólo tenías que decirlo! -Y repartió besos por toda su mejilla derecha incluyendo el lunar que secretamente tanto le gustaba.
Thomas empezó a sudar frío. Elizabeth tampoco lo notó.
-Uh...yo, ¿a dónde es que te diriges? -preguntó cambiándole el tema.
-¡Cierto! se me olvidó darte la dirección. Es ésta -dijo entregándole la pequeña caja blanca de perfume-. No tengo ni idea de en dónde queda ése vecindario -agregó apenada.
Pero qué idiota soy, pensó.
Thomas observó la dirección antes de poner en marcha la camioneta. Elizabeth, quién estaba viendo de reojo al chico, pudo notar que su mandíbula se tensó.
-Creo saber en donde queda -se aclaró la garganta-. En ésa zona vivió una chica con la qué salí un tiempo -su semblante se endureció-. ¡Por supuesto qué sé en dónde coño queda! Conozco perfectamente la muy jodida dirección.
Y en un abrir y cerrar de ojo la voz dulce y agradable de Thomas se había transformado en una dura, firme, y molesta.
En ése instante Elizabeth sintió que los dioses de la tensión y los dioses de la incomodidad se instalaron y construyeron su casa ahí, justo en el medio de ambos. La chica se sentía nerviosa e incómoda. No sabía que decir. Thomas se veía muy molesto.
-Mierda -gruñó el chico para sí mismo-. Lo siento, Beth. No debí comportarme como un completo imbécil.
Elizabeth tragó duro-. No tienes que disculparte.
-De verdad, Beth. Lo siento -dijo apenado. Se sentía una verdadera mierda por comportarse así al frente de Elizabeth.
-Ya te dije, no tienes que disculparte. Te entiendo, supongo -comentó sonriendo. Intentaba que los dioses de la tensión y los dioses de la incomodidad cogieran sus cosas y se marcharan.
-Está bien, sólo dejame explicarte -Elizabeth no emitió ningún sonido así que el continuó mientras conducía-. Su nombre es Isabelle. Íbamos juntos en secundaria. Era mi mejor amiga, en realidad era mi única amiga. Creo que todo empezó a joderse en el preciso momento en el qué me di cuenta de que me gustaba -suspiró cansado.
Elizabeth no lo dejó terminar.
-No tienes que seguir contándome, Thomas -insistió sonriéndole a su amigo.
-Está bien, pero lo haré en algún momento, ya verás -Elizabeth asintió distraida. Estaba pensando en el dueño de la voz de ésa mañana. Oh por Dios, pensó, estás hablando de un cliente, Elizabeth, tú cliente, padre de familia, quizás felizmente casado-. Por cierto, debo decir que quien te llamó está forrado.
-¿Por qué lo dices? -preguntó desinteresada.
-Sólo observa las casas a tu alrededor -dijo sonriendo de lado.
Y vaya qué Thomas tenía razón.
Elizabeth juraría que su casa era más pequeña que las piscinas que habían en algunas de ésas... ¿mansiones? Sí, mansiones. Eran, en toda su mayoría, casas-mansiones de lujo.
La chica no sabía si el alcalde vivía en ése vecindario pero tenía que aceptar que las casas eran tan preciosas cómo la mismísima casa blanca.
Oh dioses de las casas lujosas, ¿el nuevo y exigente cliente será tan hermoso cómo su gran y notable fortuna?, pensó cuando Thomas se estacionó al frente de la que Elizabeth creía era la casa de Kris Jenner.
-Ya llegamos, Beth -anunció Thomas.
-Sí, supongo, ¿te digo algo loco? -preguntó mientras desabrochaba el cinturón de seguridad. Thomas asintió sonriendo divertido-. Me siento nerviosa.
N/a:
Quedo malísimo, lo sé, ay, los dioses de los malos capítulos se apoderaron de mi, lo siento. Okay no, mañana trataré de subir otro capítulo, en fin, OH POR DIOSSSSS, ESTOYYYYYYY TAN FELIIIIIIIIIZZZZZ, LLEEEEGAMOOOOOOOOS A LAS 3K LECTURAAASS Ay no, los quiero tanto, son los mejores lectores de toooooodo el mundo, bueno, Sofi los ama✌.
Sofíaisabel.
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Propuesta tentadora(CANCELADA).
RomanceLa pobre Elizabeth se sintió aturdida. Lo que Andrew le había pedido la noche anterior era, sin duda alguna, un completo y absurdo disparate. Y es que ¿cómo podría pedirle tal cosa? No era razonable. No era lógico. De todas las mujeres que existían...