10. Es todo un placer, señorita Elizabeth.

737 93 34
                                    

¿Han sentido ustedes, amigos míos, ésa sensación tan incómoda provocada por los nervios? Ya saben, las típicas mariposas en el estómago. Bueno, nuestra querida Elizabeh deseaba con locura sentir las típicas mariposas pero en vez de eso no sentía más que unas molestas abejas africanas con sobredosis de éxtasis volando, picando y aleteando por todo su estómago. Ésas molestas abejas parecían tener un tour por todo su cuerpo, del páncreas al hígado, y del hígado al corazón, el cuál por cierto parecía querer salirse de su lugar. Elizabeth no sabía en qué momento ella había empezado a sufrir de taquicardia, pero ahí estaba, caminando hacía aquella casa-mansión con un ataque cardíaco nada normal. Ignoró e hizo caso omiso a ésas emociones y caminó con determinación a la entrada de aquélla casa.

Había un precioso y muy bien cuidado jardín en la entrada de la casa, desde árboles con hojas amarillas, recordándole un poco a los araguaneyes que solía ver en su niñez, hasta una fabulosa fuente de piedra y mármol con imágenes perfectas de ángeles en ella.

La casa, que era de tonalidades marrones, desde el más oscuro al más claro, también tenía grandes ventanales con hermosos balcones incluidos en el segundo piso. En definitiva era preciosa.

Los cristales, tanto de las enormes ventanas como de la puerta de entrada, eran de un material parecido a espejos. Fue en ése momento en el qué un único pensamiento aterrorizó a la pobre Elizabeth al ver su silueta reflejada en el cristal de la puerta. ¡Oh por Dios! ¡Yo maté a Sirius Black!, pensó. Bueno, quizás había exagerado, no se parecía tanto a Bellatrix, pero tenía el cabello en distintas direcciones, y apostaría que tenía más de un nudo seguramente difícil de quitar. Probablemente sería el hecho de que había una brisa de locos. Rápidamente y como pudo arregló su cabello. Justo cuando Beth terminaba de hacer justicia a su aspecto, la puerta se abrió.

Pero yo no toqué el timbre, pensó.

La respiracion de Elizabeth empezó a fallar. Su corazón parecía el de alguien que terminaba de correr una maratón. Sus manos sudaban. Las malditas abejas empezaron con su twerking. El calor se concentró únicamente en sus mejillas haciendo de éstas rojas tomate y su corazon retumbó en sus oídos.

-¿Se le ofrece algo?

Oh dioses de los dioses griegos, ¡piedad!

No sólo tenía ésos preciosos ojos azules, y ésa mirada de «soy atractivo y lo sé», su voz también era perfecta. Perfecta para él. Seductora.

Toda su autoestima se marchó sin decir adiós cuando vio la expresión del dios frente a ella. Impasible, mirándola de una forma bastante despectiva.

Luego de unos interminables segundos en los que Elizabeth no sabía si Ursula había robado su voz, contestó.

-Ho-hola -Mierda, ahora no sólo va a creer que soy horrible, también se va a dar cuenta que soy una estúpida, pensó- Recibí...uh, una llamada, sí, una llamada qué...solicitando mis servicios de niñera y ésta fue la dirección que me dieron.- Dijo enseñándole torpemente la caja en la que había anotado la dirección como excusa.

Elizabeth se sintió torpe por estar ahí, justo ahí al frente de ésa eminencia. Se sintió idiota por estar nerviosa. Se sintió avergonzada por su ignorancia en cuanto a la moda, mientras que ella tenía su viejo y desteñido pantalón, el hombre frente a ella vestía un traje que se veía a kilómetros que no sólo era de diseñador, era costoso. También le quedaba justo a la medida. Con ése cuerpo de deportista nato, hombros anchos, piernas largas, abdomen posiblemente marcado. Oh vaya que le agrado ése último pensamiento.

Propuesta tentadora(CANCELADA).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora