Prologo

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El primer día siempre es jodidamente exasperante

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El primer día siempre es jodidamente exasperante.

Las lágrimas. Las vidriosas miradas de confusión cuando intentan averiguar el momento en el cual sus insulsas relaciones salieron mal. Las preguntas estúpidas e incesantes sobre cómo podría cumplir mi palabra y ganar cada centavo de las pequeñas fortunas que sus maridos pagaron para enviarlos aquí.

Siéntate y cállate, cariño. Uno de nosotros es un profesional. Ahora, si necesito ayuda para hacer un maldito emparedado o sacar una mancha de vino del mantel de lino, pediré tu opinión.

De lo contrario, cierra esos rosados labios y luce hermoso.

Eso es todo para lo que son buenos, verse bonitos. Cocinar, limpiar, salir a fiestas y cuidar de sus desagradables y engreídos engendros.

Los hombres perfectos. Trofeos. Prostitutos de clase alta y bien educados.

Parecen perfectos en todos los sentidos. Lindos, inteligentes, agraciados. El accesorio perfecto para el hombre que lo tiene todo.

Excepto una cosa.

Son tan aburridos como el agua tibia de los platos una vez que los pones sobre sus espaldas perfectamente posicionados.

Como dicen, las apariencias engañan. Lo sexy no equivale a buen sexo. Por lo general, esta teoría es cierta. Si no fuera así, no estaría en el negocio. Y déjame decirte que el negocio es bueno. Muy bueno.

Tomo un sorbo de agua mientras escaneo los variados rostros de asombro y horror que suelen aparecer después de mi habitual discurso del primer día. Esta clase es más grande que la anterior, incluso hay mujeres, pero no me sorprende. Es el final del verano, una temporada en la que usar menos ropa de la que es socialmente apropiada es aceptable. Los ojos de los esposos se desvían y también sus penes. Y en un esfuerzo por salvar sus matrimonios jodidamente perfectos, ellos vienen a mí, esperando que de milagro, haga que los vean como algo más que un cuerpo en forma.

Una mano esbelta se levanta y señalo a la joven morena y delgada que tiembla como una hoja en su vestido floral de Prada. Es feo como la mierda y la hace parecer una mujer de mediana edad. Me recuerda a una de esas esposas medio chifladas de Mad Men. No la caliente secretaria, sino la que se sentaba en casa, comía chocolates delante de su televisor en blanco y negro, mientras que su marido se tiraba todo lo que se movía.

— Entonces... ¿qué es exactamente lo que haces? ¿Eres como un profesor o algo así? — pregunta, apenas encima de un susurro.

— Más como un consultor. Todos ustedes comparten un problema muy serio y espero... guiarlos hacia algunas sugerencias que pueden rectificar su situación.

— ¿Qué situación?

Jodido Jesús. Probando, probando. ¿Esto está encendido o sus pocas sus células cerebrales se están quemando?

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