Especial conclusión

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Abu Dabi

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Abu Dabi

He estado pensando en volver a casa por semanas. Pero cada vez que pensé en volver, me quedaba la misma realización amarga: ya no tenía un hogar.

Oasis era y sigue siendo mío, pero ha sido contaminado por paparazzi y turistas, con la esperanza de echar un vistazo a Kim Yugyeom. Ya no es el refugio que encontré después de ser echado de la ciudad tan pronto como me gradué de la secundaria. Solía culpar a mi madre por aceptar el dinero a cambio de su silencio, pero luego me di cuenta que ella hizo lo que tenía que hacer para sobrevivir. Ir contra los Kim habría sido un suicidio, y no me refiero a eso en sentido figurado. Si realmente quisieran que desapareciéramos, no me cabe la menor duda que nos hubiera sorprendido algún conveniente "accidente". E incluso siendo una joven inmigrante, con grandes sueños en la gran ciudad, ella sabía la clase de influencia que los Kim tenían. Así que compraron nuestro silencio, y aprendí el poder del todopoderoso dólar. Podías comprar la felicidad, comprar el amor y comprar tu libertad. ¿Y yo? Compré una vida nueva.

Así que aquí estoy, cambiando un oasis por otro, todavía intentando averiguar qué es lo que sigue, y exactamente quién era antes de que la gente supiera que Kim Yugyeom existía.

Me siento como él... soy él. Pero al mismo tiempo, también soy Yahn Gyeomdoong, el niño que fue nombrado por una estrella de cine. El niño que una vez se parecía un poco a Kim Winston y a su hijo, Mingyu.

En un intento por separarme de ese estigma, hice todo lo posible para no parecerme a ellos.

Me corté el cabello, saqué músculos mientras los hombres Kim tenían siluetas naturalmente esbeltas, y pasé cada momento que podía al aire libre, realzando mí heredada piel pálida, algo de lo que por suerte me diferenciaba de Mingyu.

Afortunadamente, las fuertes facciones asiáticas de mi madre borraron la mayor parte de las huellas restantes de la genética Kim a medida que crecía. Sin embargo, de vez en cuando, alguien entrecerraría los ojos e inclinaría la cabeza hacia un lado con curiosidad después de vernos a Mingyu y a mí juntos cuando niños. Y la señora Kim, la propia sustituta del diablo, no apreciaba la especulación.

Ser Gyeomdoong siempre tuvo una connotación negativa. Por lo tanto, me convertí en Kim Yugyeom. Y no había vergüenza en eso.

El apartamento que estoy rentando es aproximadamente 1/3 del tamaño de la mansión en Oasis, pero me conviene. La grandeza nunca ha sido lo mío, y me enamoré del diseño limpio y moderno del espacio al momento en que lo vi. Y como realmente no tenía planes inmediatos para regresar a Arizona, pensé: ¿Qué demonios? ¿Qué mejor lugar para empezar de nuevo que un país completamente diferente?

Eso fue hace aproximadamente un mes, y mi pequeña porción de Abu Dabi todavía no se siente como estar en casa. Y una parte de mí piensa que tal vez nunca lo hará.

Bajé del lujoso rascacielos y salí a la luz del sol de la mañana, absorbiendo los aromas del escape de los automóviles, las comidas condimentadas y el incienso. Evito los zocos y las zonas turísticas cercanas, y me dirijo a una cafetería local en la playa. Por suerte, es temprano, así que robo mi mesa favorita de inmediato.

Uno de los camareros me reconoce y se apresura a traerme una taza de café.

— ¿Fruta fresca, señor? — pregunta, recordando mi orden habitual.

— Sí, por favor — respondo y asiento.

Se inclina con una mirada de complicidad y regresa al restaurante para buscar mi plato habitual de melón, toronja, mango y pera.

— Hmph. Supuse que pedirías algo saludable. Pregunta: si solo pudieras comer fruta o pollo y gofres por el resto de tu vida, ¿cuál elegirías?

Me congelo, casi dejando caer la taza de café humeante justo cuando toca mis labios. La dejo tan cuidadosamente como puedo y me vuelvo hacia la voz. Hacia el hombre todo envuelto en negro, desde el keffiyeh cubriendo su cabeza, hasta el largo y amplio suriyah tocando sus pies con sandalias.

Y estoy en casa.

En casa, en esos ojos que no son del todo cafés, y no del todo claros. Unos ojos que son demasiado salvajes y demasiado brillantes como para ser reales. Un solo mechón de cabello ardiente se libera y cae en esos ojos animados. Él intenta alejarlo, haciendo que su keffiyeh salga volando, y se ríe. Él se ríe, y suena como la música más dulce jamás compuesta después de sufrir durante años en un silencio ensordecedor.

No sé qué decir. Solo rio también.



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