Distracción

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Sombras rosas manchan el cielo sin nubes mientras el sol se hunde en las profundidades  sombrías del horizonte

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Sombras rosas manchan el cielo sin nubes mientras el sol se hunde en las profundidades sombrías del horizonte. Lo veo maravillado, casi abrumado por la belleza de todo. La gente ve el desierto como algo sin vida, seco y desolado. Yo veo paz, quietud y libertad.

Lo escucho acercarse, pero no me muevo, aun viendo cómo el rosa se desvanece en el más oscuro de los azules, permitiendo que las estrellas resurjan y brillen. Las imagino brillando en sus ojos cafés claros mientras sonríe. Tengo demasiado miedo de mirarlo y verlo por mí mismo.

El golpeteo de sus sandalias se detiene en la tumbona a mi lado, y suspira antes de sentarse. No hablamos. No tenemos que hacerlo. Las estrellas hablan por nosotros.

— ¿Qué ves ahí arriba? — susurra después de varios minutos. Ahora estamos bañados en la oscuridad, aparte de la luz apagada que proviene de la casa principal.

— El espacio. — Kook se ríe.

— Vaya. Una observación tan profunda, señor Yugyeom.

Giro mi cabeza justo a tiempo para verlo echar su cabeza hacia atrás y reír, el sonido es tan puro e inesperado que me encuentro sonriendo.

— No el espacio-espacio. No como la "frontera final" o algo así. Sino el espacio... espacio para respirar. Crecer. Soñar.

— Mmmm. — El sonido es gutural y bastante erótico— Poético.

Es poético para mí, y al instante lamento mis palabras. Parece que no puedo detener el vómito verbal cuando estoy con él. Hay algo sobre Kook que me distrae lo suficiente como para olvidarme de mí, llamando a mi verdad como una llamada de sirena. Solo quiero contarle... todo.

Tal vez fuimos amigos en una vida pasada. O amantes.

— ¿Por qué me dejaste esta tarde? — pregunta finalmente. Sabía que se avecinaba, pero las palabras aún se sienten como uñas en una pizarra.

— Tuve que hacerlo.

— ¿Por qué?

Me encojo de hombros.

— Estaba distraído. Y cuando me distraigo, no puedo hacer mi trabajo.

Frunce el ceño y se vuelve hacia un lado, su rostro completamente frente a mí. — ¿Estabas distraído... por mí?

— Sí.

Murmura una respuesta, pero no presiona por más. En cambio, se pone de pie de un salto, sus sandalias golpeando contra el pavimento.

— Oye, ¿tienes hambre?

— ¿Hambre?

— Sí. No estuviste durante la cena. Pensé que debías tener hambre.

Sacudo la cabeza. Compartir una cerveza o un tazón de helado es una cosa, pero compartir el pan con el hombre sería pedir problemas. Y estoy muy bien en ese departamento por mi cuenta, muchas gracias.

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