Netherbrook
sábado 30/05/20Henry
Me miré en el espejo de pies a cabeza y las ganas de vomitar aparecieron rápidamente. Odio usar trajes. Si fuese por mí, me vestiría como se me dé la gana, pero estaría rompiendo el código de vestimenta en esta casa.
Hoy es sábado, lo que implica reunión de negocios en mi la mansión. Los socios de mi padre están a punto de llegar, vienen a cenar y a hablar de la aburrida empresa y del terrible estado económico que me importa poco y nada. Pero aun así, estoy nervioso.
Lo peor de todo es que tuve que cancelar mi salida con Leila. Habíamos quedado en ir a comer algo, y luego ir a su casa para ver algunas películas. Pero por esta estúpida cena tuve que cancelarle, y ella ni siquiera se enojó. Lo entendió, y quedamos en hacer todo eso mañana por la noche.
Pese a todo, no logro borrar mi sonrisa de tonto enamorado. Estoy demasiado feliz por lo ocurrido entre nosotros.
¿Qué se siente el estar enamorado? Según Nana; cuando nos enamoramos sentimos una inmensa alegría, el ritmo cardíaco aumenta al estar cerca de la persona amada o incluso por estar pensando en ella. No dejamos de pensar en esa persona, casi o todo el día. También al decir que perdemos la concentración cuando hacemos cosas, cosas que jamás hubiéramos imaginado que haríamos.
Y tiene razón, es así como me siento.
Así y mucho más.
Mi padre entró a mi cuarto, sin siquiera golpear la puerta, y caminó hasta mi lado con mala cara. Las cosas con mis padres han estado algo tensas, especialmente desde que les revelé mi secreto. Mis cicatrices. A lo primero comenzaron a gritarme, y en ese entonces en mi mente solo pasaba una cosa. Decepción. Pensé que me entenderían y que me abrazarían, no lo sé. Fue estúpido decirles. No les importo en absoluto.
Se detuvo delante de mí y me ayudó a abotonar las mangas de mi traje. Una horrible incomodidad cruzó por todo mi cuerpo al sentir sus manos en mis muñecas. Muy cerca de mis cicatrices.
—Ni una palabra de esto, ¿oíste? —hizo referencia a las lesiones.
— ¿Te avergüenzas de mí? —musité, sin poder mirarlo a los ojos.
— ¿Tu qué crees? Eso estuvo a la altura de las cosas más estúpidas que has hecho —declaró, apretando su mandíbula con fuerza.
—En mi defensa, me dejaron sin supervisión —respondí sarcásticamente.
—No te pases de listo conmigo —me señaló con el dedo— Ahora ve y baja al comedor, nos están esperando.
Le di un empujón con el hombro y emprendí rumbo hacia el pasillo. Esperé en la puerta y dejé que él bajara las escaleras primero. Tengo cero ganas de ir ahí abajo, odio a todas esas personas. Sentí que alguien estaba a mis espaldas, me di la vuelta y vi a Nana quien me mostraba una dulce sonrisa, dándome fuerzas.
Baje escalón por escalón, tomándome mi tiempo, hasta que finalmente mis zapatos hicieron ruido contra la primera planta de la casa. Tomé camino por la derecha, y entonces los vi. Todos bien elegantes con sus trajes, presumiendo dinero en ellos.
Cada uno estaba sentado en un lugar de la mesa, y justo al lado del señor Rogers, había un espacio vacío. Mi lugar. Recluté aire y me adentré a la sala ganándome todas sus odiosas miradas. No dije ni una sola palabra, simplemente tomé lugar en la larga mesa de roble y me quedé en silencio, con la mirada perdida. Pensando en cómo me gustaría estar con Leila ahora mismo, o estar en cualquier otro lugar, el que sea, menos aquí.
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Todos tienen un secreto| ✔
Novela JuvenilEsta es una historia llena de misterio, drama, confusión, celos, crímenes por resolver y por supuesto, amor. * * * El miedo... Supongo que es una de esas sensaciones que nos acompañan en la vida desde que nacemos hasta que morimos. Pocas cosas puede...