Benditos sean mis enemigos

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Estaba subida en un humilde escenario de un karaoke. La tenue luz del local iluminaba la preciosa sonrisa de Sor Esperanza, que estaba observándome con aprobación desde una mesita mientras se tomaba un Virgin Mary elaborado con deliciosos tomates -esta vez no son de colgar- catalanes. Empezó a sonar la música y me dispongo a cantar "Benditos sean mis enemigos" de mis primas las Flos Mariae.

"Benditos sean mis enemigos

Aquellos que me maldijeron

Intentaron hacerme añicos

pero nunca lo consiguieron"

Según Sor Esperanza yo estaba impresionante esa noche, irradiaba una luz tan gentil como la de la luna llena, esa que nos acompaña y nos ampara durante nuestras frecuentes escapadas. En mi casa siempre me habían enseñado a ser una chica original, de esas que no van a la discoteca. Solo podía ir a la biblioteca o a una interesante conferencia y, como mucho me iba los domingos a misa. Me sentía muy dichosa ya que a través de mi gran amiga empezaba a sentirme viva.

Eran las 4 de la madrugada cuando llegamos al bosque que escondía el convento de las guerreras de María. Teníamos prohibido hacer este tipo de escapadas, pero Espe era toda una monja rebelde y no sé cómo, poco a poco se convirtió en la sal de mi ensalada. La congregación estaba cerrada a cal y canto. Para regresar a nuestros aposentos sin ser pilladas teníamos que trepar por una columna y subir al tejado desde el alero más bajo de la estructura. Sor Esperanza era muy ágil y grácil, trepaba de una forma muy elegante. Yo le seguía, pero al ver su hermoso trasero me ruboricé y perdí el equilibrio. Resbalé pero ella actuó rápidamente, me agarró de la mano y me abrazó.

-Pericia, ¿en qué estabas pensando? Normalmente escalas sin problema -sonríe- ¿Algo te ha distraído?

-Si, pero no fue nada. -Respondí- Estaba pensando en lo feliz que soy desde que ingresé en la orden y te conocí. – Todavía no fui capaz de confesarle lo ocurrido un mes, cuando la Virgen nos dio una oportunidad y esquivamos su muerte.

Acto seguido los labios de mi Esperanza se fundieron con los míos. Sentí un cosquilleo muy agradable en mi cuerpo, estaba que no cabía en mi gozo. ¡Qué alegría, quiero saltar!

Empezaba a aceptar mis sentimientos hacía mi compañera, al fin y al cabo, nuestro Dios es una deidad de amor y aceptación. El poder de las guerreras de María se basa en los fuertes vínculos y en la unión carnal entre mujeres o lo que es lo mismo, la sicalipsis. El acto sicalíptico era envidiado por los hombres, temerosos de perder su posición de poder si dejaban que nosotras nos empoderásemos a través del Don de amar. Los hombres también pueden practicar la sicalipsis -aunque ellos jamás podrán desarrollar el Don al mismo nivel que nosotras ya que según mi prima Montse, ellos vienen de Marte y nosotras de Venus- pero su frágil masculinidad, impuesta por el maligno, les impiden cometer tal acto. Aquellos valientes que la practican eran castigados por sodomitas. Como dato curioso, había leído en un libro de la biblioteca del convento que en hombres la sicalipsis también se le conoce como lucha de sables.

Perdón, me fui por las ramas, pero, al fin y al cabo, este es mi reporte periodístico y mi historia. Tras el beso, Sor Esperanza y yo entramos en nuestro cuarto. Me sentía muy alterada por la situación y no pude dormir, ella se encontraba en la misma situación.

- ¿Estás dormida? -Preguntó Sor Esperanza. Le respondí que no, estaba tan contenta de tenerla al lado y de la noche que habíamos pasado que no podía dejar de pensar en ella. -Me pasa lo mismo, ¿Sabes? Solo quiero decirte una cosa, te quiero mucho aunque tengas un gran mundo interior y tu corazón esté más cerrado que un convento de clausura. Me gustaría pedirte una cosa... Verás, como ya sabes las guerreras de María trabajamos en grupos de dos, es decir, en pareja. En todos estos años en la organización jamás había conectado con nadie como contigo. Ya sé que mi rol es el de ser tu mentora y seguramente haya críticas por sobrepasarme, pero no puedo evitar rallarme, necesito soltarlo ya. ¿Te gustaría ser mi otra mitad? Siento que tú y yo somos una dualidad, el yin y el yang, el sol y la luna, la serenidad y la locura. Pericia, desde que te he conocido siento que mi poder no tiene límites.

Esas palabras eran justo lo que deseaba oír, estaba tan contenta que no era capaz de articular palabra. Le respondí con un beso y le dije que sí, que yo también quería ser su mejor amiga, aquella en la que pueda depositar su confianza y crecer juntas en la fe. Prometimos ante la virgen que al día siguiente formalizaríamos nuestra unión como guerreras de María, a partir de ahora seríamos imparables.

-Pericia, amor mío, entonces a partir de ahora se acabaron los secretos. Nuestro vínculo será eterno, juro por la madre de Jesús, Dios hecho hombre que nuestro amor perdurará incluso en el más allá. -Respondió la monja y selló su afirmación con un impulsivo beso, beso que yo devolví. -Se acabaron las ataduras, ahora que hemos verbalizado nuestros votos ya podemos trascender más allá de los límites de la humanidad, es hora de nuestra primera sicalipsis y ser bendecidas por el amor y la santidad.

El sueño que tuve hace muchas semanas no fue una visita de un súcubo, fue una visión del futuro por eso lo sentí de esa forma tan vívida. Yo me dejaba hacer y Sor Esperanza exploraba mi cuerpo. Sus caricias eran gentiles, el tacto de su piel con la mía erizaba mi vello. Se acercó a mis infiernos y besó mi sexo, el húmedo tacto de su lengua hacía que me estremeciese. ¡OH DIOS! suspiré, ¡Benditos sean mis enemigos que gracias a ellos conocí el amor!

 ¡OH DIOS! suspiré, ¡Benditos sean mis enemigos que gracias a ellos conocí el amor!

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Ladrón en la ermitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora