6. Ángeles encubiertos y memorias de dolor.

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Kihyun ocupa uno de los asientos de la hilera del medio del salón de clases, aunque su lugar esté más cerca de uno de los extremos de ésta misma. De todas maneras, ha quedado entre dos pupilos más. Maldita sea, que le han tocado dos de los más revoltosos a sus lados.

El resto de los alumnos no son una gran excepción al escándalo tampoco, por lo que a veces es un tedio intentar escuchar lo que el profesor habla al frente. Aquella era su última clase del día y, a esas alturas del partido, estaba cansado ya del revuelo. Y para terminar de colmar su paciencia, la clase era literatura.

Sus dos compañeros antes mencionados, se limitaron a comunicarse por medio de un papelito doblado en varios pedacitos que iba y venía entre ellos, por la espalda de Kihyun. Cada vez que doblaban y desdoblaban la nota, el papel se dañaba un poco más; de tanto doblez, seguro que terminaría por romperse en cualquier momento.

Asistía a clases de lunes a viernes, durante ocho horas continuas, como cualquier alumno normal. Aquello eran cuarenta horas de su semana, aprisionado en un edificio con miles y miles de adolescentes más.

La comparación común que una persona utiliza hacia el colegio, es la de una prisión. Un grupo numeroso de humanos cumpliendo órdenes y horarios, vestidos todos iguales y sin poder salir hasta que un superior lo indica. Pero Kihyun tenía una comparación un poco distinta.

No era mucha diferencia al orfanato.

Sus compañeros de clase eran veintidós, incluyendo a Kihyun. Los otros veintiún chicos podían no enterarse de la presencia de nuestro protagonista –es muy callado, después de todo– pero él desde luego que los tenía registrados a todos los demás. Para alguien que no interactúa con nadie, observar es la mejor actividad. El mal tiempo había dado a ceder, aunque el cielo seguía nublado y el ambiente se sentía húmedo. Pero al menos por unos días, no había más pronóstico de lluvia.

Kihyun tenía la atención fija en su profesor cuando sintió alguien tocarle la espalda. Con un sobresalto, giró su cuerpo, encontrando con que Hyungwon, su vecino del lado izquierdo, trataba de alcanzar el ya mencionado papel, que había caído sobre la silla de Yoo.

—Kihyun... — le susurró el contrario, el aludido se dio cuenta de que aquella era de las primeras veces que le dirigía la palabra. — ¿Podrías darle el papel a Hoseok?

Kihyun bajó la cabeza en dirección a su asiento y recogió la nota. Doblada en todos esos pedacitos, quedaba pequeña y gordita, todo el texto oculto entre todos los pliegues hechos, por lo que no podía ver lo que decía –aunque no era que le interesara mucho tampoco–. Con el mayor sigilo posible, reincorporó su cuerpo y giró en dirección al chico a su derecha. Aunque antes de poder entregar el papel, escuchó su nombre ser vociferado por el aula.

—Yoo Kihyun. — el joven pudo sentir cómo su sangre se helaba al escuchar la penetrante voz de su profesor al frente. Pudo haber sido una paranoia suya, pero jura haber notado cómo el mundo entero se paraba y todos los presentes dirigían sus miradas juzgantes hacia él. — Mi clase está adelante... — Él sólo atina a asentir. — ¿Podrías compartir por favor qué es eso que te tiene más entretenido que mi lección? — No, no, no, no, por favor, que no sea verdad...

—Yo no... — balbuceó en un timbre tembloroso. Su mano se cerró en un puño y, dentro de ella, quedó aprisionado el papel. — No es... — Debía hacerle saber al adulto que no era suyo, que él no tenía nada que ver, pero su mirada amenazante impedía que cualquier cosa saliera de sus labios.

—He dicho que por favor leas en voz alta. — continuó el hombre. Kihyun temblaba, miró en dirección a Hyungwon, luego hacia Hoseok, esperando que alguno dijera algo, pero ninguno hacía nada. Tontos.

Maybe In a Next Life - ChangkiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora