Aventura

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Aventurados sean los ojos que me condenaron. Intensos como el crepúsculo, profundos como el extenso mar de galaxias y hechizantes como toda su complejidad.

‌La dicha de albergar mi sensibilidad en tus manos tan puras y delicadas como las nubes, era un acto tan inefable que conmovían los mares estruendosos de mi ser interior; serenos.

‌Iba, de aventurero, adentrándome en los paisajes que construía tu piel, guiados por mi mirada, perdidos y fascinados por lo que apreciaban; creación divina, tan insólita.

‌Era de mi agrado el hecho de ir escribiendo, con pluma y hoja en la mente: cada vivencia, cada recuerdo que sustentaba a mi soledad en tiempos de frialdad.

Cariño en lo efímeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora