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— 𝗠𝗮𝗻𝗶𝗮𝗰𝗼 —

𝗛𝗶𝗴𝗵 𝗦𝗰𝗵𝗼𝗼𝗹 𝗔𝘂!

En ese momento realmente quiso escupir todo su zumo de naranja sobre Lolito, pero ese mantel era de su madre y mancharlo sería buscar su muerte.

— ¿Me estás jodiendo, Lolito? — Le preguntó, porque esto era tan irreal como que de un momento a otro patatas empezarán a caer del cielo, y sin embargo, él negó con una cara de tragedia y arrepentimiento infinito tan real, que si alguien le dijera que, en definitiva, del cielo caían las dichosas patatas, pues no tendría más remedio que creerle.— Vaya. — Murmuró, porque una noticia como esa era capaz de quitarle el aliento a cualquiera: Lolito había terminado con Mangel ayer por la noche, y no al revés; Nadie había terminado muerto, Rubius ni si quiera se había interpuesto y ningún padre enviaría a nadie a un internado en Alemania para que esos dos se separaran.

En el infierno había empezado a nevar.

— Me siento como un gilipollas. — Murmuró él con voz afligida, escondiendo la cabeza entre sus brazos y emitiendo un gemido lastimero, porque por lo que según sabía por la agitada y sollozante explicación de ayer en la noche, él debería tener una resaca del mil demonios.

Aaron rodó los ojos. No se consideraba una persona demasiado suave, la honestidad y la franqueza era algo que se le daba bien, y si Lolito quería una respuesta dulce diciéndole que de seguro Mangel lo perdonaría y volverían a su nidito de amor esa misma tarde, pues había entrado por la ventana de la casa equivocada. — Pues nada hombre, en hora buena. ¡Haz logrado pararle los pies a Mangel! Él no te ama, Lolito, solo le gustas por ser tan incondicional. El hecho es que sabe que si Rubius lo deja por Vegetta otra vez, tu siempre estarás allí, esperándolo con los brazos abiertos. Ahora sabe que no eres su títere.

Y el jadeó.

— Deja de decir esas cosas, Mangel me ama tanto como yo a él, y ayer por una gilipollez cometí el error de dejarlo.— Le dijo indignado mientras ponía una cara demasiado afligida para alguien como Lolito.

Auron mordió su sandwich de Jamón belga y queso suizo, preparado para la discusión más repetitiva que jamás había tenido con alguien.

— No, no es verdad. Le pusiste un alto, eso es bueno. Hazme caso ¿Cuando te he fallado yo, eh? No te atrevas a responder, cabrón.

Y Lolito solo lo miró con una mueca, incapacitado mientras su hermana se sentaba a su lado y los miraba fijamente con una expresión extraña.

— ¿Puedo preguntarte algo? — Y sin esperar la respuesta volvió a interrogar, con la mirada incipiente de Aaron sobre ella. — Cada vez que duermes aquí, ¿Te acuestas con mi hermano?

Y para su nula sorpresa, puso la cara más miserable de la historia de las caras miserables.

— ¡Coño, que lo empeoras, hombre!

•••••••••••••••

Horas antes, Aaron estaba teniendo el mejor sueño de su vida.

No, en realidad, no era nada relacionado con las memorias a corto plazo que su subconsciente distorsionaba durante su ciclo Rem, en realidad simplemente estaba durmiendo como nunca en su vida y eso le hacía feliz.

Era esa extraña sensación de saber que duermes, que es simplemente increíble y te hace sentir maravilloso, que aunque estés inconciente (De forma parcial) te hace desear que nunca, nunca acabe.

Pero algo que Aaron aprendió con los años, es que lo bueno nunca dura demasiado tiempo.

Fue justo en ese momento cuando su ventana se abrió de sopetón, y por ella entró una bola pelirroja de llanto y cubatas que se hacía llamar Lolito, tirándose sobre él mientras chillaba cosas inteligibles, y con ello, para destacar lo bueno que había sido su sueño, cabía decir que de milagro y no había muerto de un infarto por el susto.

𝗟𝗢𝗟𝗜𝗧𝗢𝗣𝗟𝗔𝗬𝗦 𝗢𝗡𝗘 𝗦𝗛𝗢𝗧𝗦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora