Lecciones y Mamadas [Adapt. BrightWin]

✐Lección Dos.

Al día siguiente, Bright salió de su salón en dirección al aula que Win y él usaban para estudiar, molesto ya que no había conseguido ninguna especie de recompensa que ofrecerle al chico a cambio de su atención completa.

Le había preguntado a Gun a ver qué se le ocurría, pero el chico sólo había dicho: «Um, Win es virgen de "ahí"» y Bright no quiso seguir escuchando más. Como si le interesara si Win ya se había metido algo en el culo. ¡Ser gay no significaba que a él le interesarían esas cosas siempre, por Dios!

En fin, lo mejor sería preguntarle a Win directamente.

Entró al salón justo cuando el pasillo terminaba de vaciarse. Probablemente estarían ellos con los obreros solamente. El directivo solía irse temprano los martes.

Le sorprendió encontrar a Win ya ahí, sentado sobre una de las mesas con una paleta en la boca. Él miró a Bright apenas abrió la puerta, saludándolo con una mano. Bright cerró la puerta y dejó sus cosas en el suelo, corriendo la silla para sentarse tras devolverle el saludo a Win. El chico se paró y corrió otra mesa para juntarlas, y luego se sentó en una silla, bastante pegado de Bright.

—Escuché que jugaste tenis hoy —dijo Win, observando a Bright sacar su libreta y libro de historia.

—Así fue.

—De seguro te ves muy guapo haciendo deporte, me gustaría ir a verte alguna vez.

Bright miró a Win directamente, tratando de preguntar en silencio "¿Qué rayos?".

Win sólo se encogió de hombros, como siempre.

—¿Qué? —le cuestionó a Bright, el cual se tomó un momento para responder.

—...Nada. ¿Repasaste lo que trabajamos ayer?

—Err, no. ¡Pero antes de que me regañes, tengo una muy buena razón!

—Tú tienes una razón —redundó Bright, apoyando su mejilla en la palma de su mano para escuchar la nueva y magnífica excusa de Win.

—¡Sí! Verás, dejé la hoja de prácticas sobre el televisor mientras me iba a bañar, no me fijé que había una silla justo al algo que alcanzaba el mueble. Entonces, cuando volví—

—Déjame adivinar —dijo Bright, volteando los ojos—. Se la comió tu perro o algo así.

Win se rió, dándole una palmada en el hombro.

—¡Qué cosas dices, Phi! Yo no tengo perro —dijo risueño—. Se la comió mi hermano, PhuWin. ¿Recuerdas que te hablé de él?

Bright soltó un suspiro. No puede ser.

—Como sea, empecemos entonces —indicó ubicándose en la página correspondiente. Leyó lo que decía—. Dijimos que la momificación era un ritual que originalmente sólo era permitido para faraones y figuras que—

—¡Um, chicle de fresa! —exclamó Win con alegría, tras haber llegado al centro de la paleta.

Bright cerró el libro de golpe, sobresaltado a Win.

«Cuenta hasta cinco, Bright» se recordó, con las cejas temblando «Vamos, recuerda que no puedes tener arrugas. Dale, hasta cinco».

—Phi, ¿Está bien? Luce como si estuviera estreñido —señaló Win nervioso.

«Que sea hasta veinte».

—Win —resopló, mirando al chico con molestia—. Quiero hablar contigo sobre las lecciones.

Win asintió, mirándolo con atención. Bright casi se sintió gracioso por eso: si tan solo fuera así de fácil atraer su concentración todo el tiempo.