La Confesión

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En el marco de la puerta una chica lo miraba, escucho la voz aguda de Izuku, lo buscaban, respiro, se levantó del asiento y camino entre los pupitres; sabía lo que pasaría y no pudo evitarlo, miro de reojo, esperaba celos,  algo de mala actitud, lo vio guardar silencio y fruncir el ceño, quiso sonreír pero solo siguió de largo, entre su pupitre y la puerta lo pensó y  volvió a pensar, tal vez le diría que si, lo presumiría un poco, sería evidente y entonces tal vez lo vería furioso, tal vez reaccionaría como un estruendo y le diría a gritos, con el ceño fruncido, entre explosiones que lo odiaba, que no podía aceptar que estuviera con ella; entonces lo besaría, le apagaría las manos, sabía que batallaría, que el descontrol de esas emociones convertirían los celos en una batalla, usaría toda su fuerza para controlarlo y lo besaría. Lo pensó de nuevo, era tan mala idea, se detuvo en un pasillo vacío,

-me gustas- le dijo la chica rubia que sabia que conocía pero no podía acomodar entre sus ideas su nombre, solo era un rostro que había visto antes,

-lo siento, me gusta alguien más-

La chica rubia agachó la cabeza, iba a llorar, pensó, no tenía ni idea como reaccionar en una situación así, se quedó en silencio y camino de vuelta al salón, ni siquiera la miro de reojo, la chica rubia se quedó ahí, en silencio, era un tremendo imbécil, uno que no había notado su propia actitud de mierda,

-¿qué pasó?-

Eijiro lo interceptó a gritos en la entrada, el silencio curioso llenó el aire, todos los miraban,

-nada, me gusta alguien más-

Volvió a decir, parecía el mismo de siempre, pero Eijiro pudo notar ese chasquido en su mirada, no lo miraba a él o al vacío, como siempre, estaba mirando directamente, estaba esperando una reacción, giro la vista a donde apuntaba su mirada y lo noto también, el seño se frunció un poco más, iba a gritar una estupidez, se apresuró, lo interrumpió,

El grupito ese lo rodeó, le decían mil cosas, era una buena chica, adorable, trabajadora, tenía un futuro claro; luego los cuestionamientos, en serio su amigo podía tener esa clase de emociones, había alguien que le gustaba,

-¿sabes qué significa eso?- pregunto Iida de la nada;

-no soy idiota, claro que entiendo, se lo que significa-

Estaba ofendido, si claro, era socialmente un idiota, estaba roto y la rutina era tal vez la única cosa que lo mantenía cuerdo, pero no era un imbécil, entendía perfectamente sus emociones, sabía distinguir entre ellas porque eran aterradoras, porque aparentaba no tenerlas para no cubrir con su propia mísera la realidad de los otros, incluso ese "me gusta" era un poco aterrador en el fondo, era un deseo oscuro, no lo iba a aceptar pero lo que rondaba en su cabeza al mirarlo no era dulce o adorable, era posesivo y siniestro, tan siniestro que a veces se daba el gusto de odiar un poco a su primer amigo, a su mejor amigo por la forma en la que estaba en la vida de esa persona.

Las clases siguieron, luego el almuerzo y entonces los gritos, ahora que mierdas se gritaban esos dos, pensó, los vio hablar casi en secreto pero era un regaño, Midoriya asentía con un tono áspero, Katsuki gritaba y alegaba; le hirvió la sangre, intento a toda costa no encenderse de pronto, ya no podía aguantar más, llevaba meses acomodando sus emociones, pensando en él, primero dulcemente, luego era una explosión, quería encerrarlo, atarlo con una correa y no dejar que nadie más estuviera cerca, pero de todas esas relaciones amistosas que el maldito rubio tenía, la que más le molestaba era esa, la que día a día danzaba entre el odio, el resentimiento y la amistad. Los veía charlar como si se conocieran, como si supieran algo que el resto ignoraba y no importaba cuantas veces lo agredía, Midoriya parecía siempre atento a lo que tuvieran que decirle, como si aprendiera de él solo mirando, lo imitaba, lo seguía y aunque con frecuencia le gritaba o lo atacaba a veces parecía como un teatro dispuesto al mundo por ambos. Le hervía la sangre, se le calentaron las manos, su cabello comenzaba a encenderse, estaba tan malditamente celoso que ya no resistió, avanzó casi corriendo, su rostro impersonal y vacío no era evidente para nadie,

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