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...
¡Diablos, todavía sigues haciéndome torpe!
—¿Está bien, señor?
Levanto la vista ante la voz. El guardia de seguridad me sonríe alegremente.
Me pregunto si veo tan mal como me siento. No tiene ninguna idea de lo difícil que ha sido estos días, ni lo que he sufrido, pero tiene el coraje de sonreír.
Apenas he dormido unas horas y me siento como un zombi.
—Solo un poco cansado. —. Resoplo y me apoyo en el pilar de la gran rotonda de mármol del gran edificio. El lugar que se a convertido en mi guarida durante mis descansos.
—No ha recibido bandera blanca de parte su abuelo. He visto lo estricto que es con usted. Ni siquiera porque es su nieto.
Me reí.
—Exactamente por que soy su nieto las exigencias serán el doble.
El guardia se dejo caer en la banca sacando un paquete de cigarrillos encendió uno y me lo paso. No era fan del fumar, pero de todos modos lo sostuve en mis dedos.
Doy pequeñas caladas al cigarrillo antes de lanzarlo al suelo y pisarlo. Al menos me sentía mas relajado, ahora solo necesita un café bien cargado para resistir hasta la noche.
Después de despedirme del guardia de seguridad volví a mi oficina, debía escabullirme por las gradas para no encontrarme con mi abuelo, pero la pereza que me traía me hizo entrar al ascensor topándome con la ultima persona a la que quería ver.
El abuelo me miro por unos segundos antes de apretar el botón de su piso.
Lo escuche carraspear un par de veces y luego dijo con su tono frio y agudo: —¿Ahora fumas?
El olor a humo estaba claramente en mi ropa. No importaba cuanto le explicara la situación ante sus ojos siempre seria culpable. Cuál era el punto de defenderme.
—Solo algunas veces.
—¿Cuándo empezaste a fumar?
—¿Cuándo empezaste a considerarte mi Abuelo? —gruño. Si más no recuerdo deje de ser tu nieto hace tanto tiempo.
Puede sentir lo tenso que se encontraba, pero continuo.
