9. SUYO.

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Junmyeon se concentró y lo intentó de nuevo, por centésima vez.

Nada. No podía hacerlo. No importaba cuánto lo intentara, Yixing ahora estaba hecho de silencios.

Dio una rápida mirada a su derecha, al lugar de Yixing durante las reuniones del concejo. Observó su perfil por un instante y apartó la mirada sintiéndose culpable. Su precioso arkid había perdido su encanto juvenil; ya no lucía tan joven y su mirada endurecida ya no se mostraba soñadora. Hacía algunas semanas que no lo veía sonreír y Junmyeon temía que no lo hiciera de nuevo.

Si tan solo hubiera sabido de antemano las consecuencias de su estúpida decisión...

Las felicitaciones de los concejales lo sacaron de sus cavilaciones. Junmyeon asintió a todos, intentando mostrarse feliz, aunque el embarazo de la reina no despertaba en él más que alivio. Junmyeon se había librado de su obligación a un precio demasiado alto como para sentirse feliz con ello.

Yixing se obligó a descongelar su rostro y emitir una felicitación que sonara al menos un poco entusiasmada. Junmyeon captó su mirada y, aunque ya no lo escuchaba, pudo leer la disculpa en sus ojos. Yixing apartó su mirada y congeló de nuevo su expresión, pensaba en ello como usar una máscara sobre su rostro, un antifaz que pudiera esconder lo destrozado que estaba.

Después de descubrir de lo que era capaz, había tomado todas las piezas de su roto corazón y se había fabricado un escudo con ellas. No se desnudaría jamás, porque si exponía su vulnerabilidad, inevitablemente terminaría lastimado. No lo soportaría una vez más y no quería que el monstruo que yacía en su interior emergiera de nuevo a la superficie; sospechaba que no podría detenerlo.

Se levantó junto a los miembros del concejo y se dispuso a huir del despacho antes que los demás, pero la voz de Junmyeon lo detuvo.

—Yixing, ¿puedes quedarte un momento?

Yixing se detuvo y esperó a que los demás abandonaran la habitación. Junmyeon intentó acercarse cuando estuvieron solos, pero él retrocedió.

—¿Cómo puedo ayudarle, su majestad?

Junmyeon suspiró.

—Tenemos que alimentarnos, no podemos retrasarlo por mucho más.

Yixing le dio una mirada retadora.

—No quiero hacerlo.

Junmyeon percibió cierto temor por parte de Yixing.

—¿A qué le temes? —preguntó con el ceño fruncido. 

Yixing no respondió, lo único de lo que tenía miedo era de sí mismo, en cambio le ofreció su muñeca al rey. Si no podía evitarlo, mejor que fuera rápido.

—Cuello —Junmyeon exigió, ofendido.

Yixing apretó los labios y lo miró. ¿Por qué tenía que hacerlo más difícil de lo que ya era? Soltó los primeros dos botones de su traje e intentó ignorar las emociones que percibía del rey.

Junmyeon tragó con esfuerzo ante la expectativa. Yixing se había escurrido de sus manos por más de un mes y ahora que por fin lo tenía, su lado más salvaje quiso saltar sobre él para arrancarle la ropa a tirones si era necesario. Tan pronto como Yixing le ofreció su cuello, dio un paso hacia él y lo rodeó con sus brazos. El deseo lo golpeó con fuerza y recorrió su cuerpo entero. Acercó la nariz a la curva de su cuello y absorbió el aroma de la pálida piel, deslizó la lengua sobre su cuello y lo sintió contener un suspiro.

—Deja de jugar —Yixing advirtió, aunque su voz no sonaba tan amenazadora como habría deseado.

En su interior había un batalla campal entre el impulso de echar a correr y el deseo de entregarse a sus más bajos instintos. Junmyeon le desgarró la piel y él se obligó a cerrar su boca y a tragarse sus delatores gemidos.

3. MASK [Sulay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora