Capitulo IV: soledad

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Parecía ya una tortura, una que tenia que aguantar todos los días, parecía como si sus voces se hubieran personificado y le estuvieran recordando todo, como si estuviera predestinada a vivir eso por el resto de sus días, tan solo llevaba un mes así.

Era todo el tiempo así, día tras día, siempre lo mismo, llevaba tiempo aguantando lo mismo, era realmente repetitivo y molesto. Lo odiaba, era como si quiera recordárselo siempre que podía, era como revivir siempre el mismo momento, tal como si fuera un disco rallado.

Como era normal en ese lugar la guarida estaba llena de ruidos, muchos provenían del salón, donde están Deidara, Obita y Kakashi, la rubia estaba sentada en el sofá mientras que la de cabello oscuro y el de pelos plateados estaban de pie uno enfrente del otro, a escasos centímetros el uno del otro.

El Hatake tenia tomada de la cintura a la Uchiha, ambos se miraban, parecía que se fueran a besar como acababan de hacer varias veces. Llevaban así un buena rato, mientras tanto la rubia tan solo miraba hacia otro lado evitando verlos, a veces simplemente miraba hacia la puerta, al suelo, el techo o algún otro lugar del saló, y a veces simplemente miraba su móvil y le escribía a alguien.

Un suspiro de cansancio salió de la boca de la rubia lo que hizo que el peliplateado le mirara con una expresión de enfado.

–Que te pasa ahora?

La rubia le miró y efectivamente, tenia la misma expresión de siempre, una cara de pocos amigos que hacia que no le gustara hablar con el la mayoría del tiempo.

–Me aburro, no tengo que hacer ni con quien hablar.

–Y a mi que? Deja de molestar.

–Ya, Kakashi, no seas así–dijo la de pelos oscuros.

La rubia volvió a mirar su móvil evitando mirar al Hatake, quien tanto asco le daba en ese momento, era realmente molesto, le enfadaba mucho cuando le respondía así, ella le habló con buenas maneras, pero sin embargo el siempre le respondía igual.

Revisó las notificaciones de su móvil y vio que alguien le había hablado, entró a su chat para poder leer bien el mensaje.

No lo podía creer, le había contestado, al ver eso una sonrisa se dibujó en su cara. Agarró el móvil con un poco de firmeza y tecleó un mensaje para después enviarlo.

–A que viene esa cara de estúpida? Ah es verdad, esa es tu cara de siempre.

–Tan agradable como siempre Kakashi...

La rubia volvió a hundir su mirada en el móvil, no estaba obsesionada a el ni nada por el estilo, es solo que eso le distraía de los comentarios que hacia el de pelos plateados.

En verdad, aún que tuviera a su amiga, Obita, se sentía como si estuviera sola, como si no tuviera a nadie a su lado, era una sensación de soledad constante que estaba acabando con ella lentamente.

[Al día siguiente]

Y los días transcurren todos igual, hoy igual que ayer, mañana igual que hoy, con esa rutina que lentamente le estaba matando por dentro y a la que ya se había acostumbrado. 

Se sentó al borde de la cama y pasó minutos mirando hacia el suelo, dudando entre si levantarse o volverse a acostar. Realmente era algo que ya dudaba todos los días, tal vez seria mejor que se quedara en la cama, sin hacer nada, ya que si salía de ella tampoco iba a cambiar mucho.

Un rato después decidió levantarse de la cama y vestirse, pero por las pocas ganas que tenia de hacer nada simplemente se vistió con una sudadera ancha y unos pantalones de los de hacer deporte, bajó a desayunar y luego fue al salón, donde se quedó de pie por unos minutos.

Todo por tu sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora