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-¡Oigan todos!- grito una pequeña en el patio.- ¡La sorpresa va a comenzar!-

Las personas se arremolinaron en el pórtico con emoción, ¿Qué estaba pasando? Nadie podía sábelo, pero todo parecía a que la pequeña Tania tenía algo muy especial que presentar.

En este punto había pasado lo que Mati había avistado desde la mañana. Sus padres estaban dentro de la casa, aparentemente hablando, o bueno, podía visualizar eso por simplemente dirigir su vista a la ventana, donde su padre yacía junto al lavabo con el rostro serio, contestando aparentes preguntas.

Mientras el observaba, eso efectivamente pasaba. Laura no lo interrogaba, solo quería llegar a la sana conclusión de cómo porque un regalo viejo, sucio y un poco de mal gusto podría ser un buen regalo para su pequeña hija.

-No es de mal gusto.- defendió.- Son de muy buena madera, solo mira los detalles que tienen.- apunto al patio.

-No me refiero a sus detalles Amadeo, sino el porqué le regalaste algo viejo a nuestra hija...-

-No fueron muy baratas...-

-No me interesa el dinero.- exclamo un poco, había alzado las manos en una expresión de total desesperación, pero luego las dejo caer, estaba de pie en el marco de la puerta.- Amadeo...- dijo casi como un susurro mirándolo.- ¿Qué está pasando? Es decir, ¿desde cuándo paso esto?-

El hombre pensó un instante, no sabía ciertamente que contestar. No había notado cuando la hostilidad entre ambos había aumentado de manera inconmensurada. Cuando no se toleraban. Desde cuando no se abrazaban con cariño. Extrañaba esos viejos días donde todo era tranquilo y eran ellos contra el mundo, la pareja que se amaba y que lo habían dado todo por, al fin, estar juntos.

Pero, ¿Qué diablos paso?

-No se.- contesto él.

Ella decidió no seguir hablando. Seguía pareciéndole una pésima idea el regalo, pero parecía que Amadeo no quería seguir discutiendo. Se veía cansado, desgastado, casi ido en su cabeza, parecía tratar de huir cada mañana de casa para no querer verlos a ellos.

Laura era calculadora, pero a la vez demasiado impulsiva, y a veces sus emociones la dejaban llevar con demasiada facilidad. Y Amadeo era tranquilo, pero irascible, el no dejaba que nadie lo hiciera menos hombre. Chocaban bastante; ella quería siempre liderar algo, y el terminaba enfadado, o él tomaba una decisión y ella optaba por no seguirlo.

Esa impulsividad sin pensar, llevo a Laura a una lamentable decisión. Tan solo pensada, pero dolorosa.

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Matías vio adentro y ni una señal de sus padres.

Pronto comenzó la música, una de ballet, "Pas de Deux" del Cascanueces para ser precisos. La niña asomo por una de las esquinas adornadas, sonreía con emoción y comenzó una pequeña rutina torpe de baile. Sus familiares la vieron con orgullo, como si fuera una verdadera bailarina en un gran escenario de la urbe. Su hermano dirigió su vista a ella y vio que en sus ojos buscaba a sus padres.

Ninguno estaba presente. ¿Dónde estaban? ¿Estaban dentro de casa? ¿Discutiendo? No podía ser, esta era la sorpresa que les tenia para que estuvieran felices, que vieran a su pequeña ser ya una niña grande de 9 años, talentosa, capaz de demostrarles que realmente quería estar en una clase de ballet, rodeada de compañeritas, y no ensayar todo por internet.

En un momento agito su respiración. Los jugadores del metegol que estaban ahora, abajo mirándola sin importar el peligro, notaron que las cosas no estaban nada bien. Conocían esa mirada, era la misma que ella ponía cada que llegaba corriendo de la casa al garaje buscando algún consuelo porque sus padres de nuevo estaban gritando, un llanto silencioso que dolía, no dolía, ardía al mirarla.

Un pequeño errorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora