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Preparo el café, un poco de pan, dos cucharadas de azúcar, sustituto de leche, un sorbo, y un gruñido posiblemente indicando lo bueno que había quedado.

Amadeo lo miro de frente, ¿hace cuánto? Mas de 17 años quizá, no sabía, Matías ni siquiera estaba planeado, ni siquiera se habían marchado del anterior pueblo, no se había casado con Laurita... Estaba recargado contra la barra de la cocina por si algo sucedía, y muy cerca de su mano izquierda una sartén, podía ser un cuchillo, pero era evidente.

El hombre estaba temiendo por su vida y no sabia ni siquiera que demonios hacia allí, estaba en medio de su colapso mental. ¿Era una ilusión de su mente deteriorada? No, las ilusiones no dejan manchas de café en la servilleta.

- ¿De grano? - pregunto el otro alzando la taza.

-Si. - mintió, era soluble.

-El mejor de todos. - volvió a tomar y dejo la taza. - ¿Qué tal te ha ido? -

-Bien. Bastante bien. - no quiso decir mas de eso. Ezequiel había examinado toda la sala y la cocina buscando algo, pero no lo veía, y era discreto. - ¿Qué tal tu? -

-También. - alzo la cabeza. - Me he tomado un descanso, era mas que justo y necesario después de exigirme tanto. -

-Que bien. - fingió alegría el otro tomando la taza con ambas manos.

- ¿Qué tal tu novia? -

- ¿Te refieres a mi esposa? -

-Si, es obvio. -

-Es una buena artista. -

-Ya veo...- Grosso notaba la hostilidad de Amadeo, no quería responder preguntas. - ¿Y qué tal Matías? -

Los cabellos de la nuca se le erizaron al escuchar el nombre, volvió con los ojos grandes y entrecerró su cejo. - ¿Cómo sabes su nombre? -

Ezequiel no respondió y le dedico una pequeña sonrisa, lo que hizo que la molestia de Amadeo se incrementara y chocara la taza de café contra la barra, sin importar que había tirado la mayoría del líquido en ella. - ¿Cómo, sabes su nombre? - insistió.

El otro hombre tomo un tiempo para acabar su taza de café, dejarla, y limpiar sus labios con la servilleta de papel. - No creas que no he estado ausente del todo, Amadeo. - volvió cruzando la pierna. - He estado muy presente en tu vida, y tu ni siquiera te has dado cuenta de ello...-

- ¿Qué más sabes? - pregunto, el otro sonrió aún más. La barba descuidada y el cabello corto le hacían lucir como un maniaco, pero tratándose de ambos, se veía como el mas cuerdo de los dos, ya que Amadeo parecía un demente que había escapado de un psiquiátrico.

-Lo suficiente. - se levantó y llevo la taza al fregadero, dándole la espalda y comenzando a lavar lo que había ensuciado. - Donde trabajas, con quien trabajas, donde ha expuesto Laura sus obras, cual es la afición de la pequeña Tania...- se detuvo y respiro.

Amadeo ya estaba tomando el manguillo del sartén, no entendía por qué debía saber esas cosas, pero lo que mas le impacto fue que el Grosso dijera:

-Sobre tus pequeños amigos. -

El hombre frunció el ceño extrañad mintiendo. - No sé de qué hablas...-

Pero antes de que siquiera pudiese reaccionar, el Grosso se abalanzo contra el con la cuchara del café en su mano, casi clavándola en su brazo, por suerte, Amadeo se retiro un poco a tiempo, pero la cuchara se clavo en la barra junto con la manguilla de su camiseta, quedando ambos estancados.

- ¡Tus jugadores de metegol! - le grito. - ¡Esos estúpidos objetos animados que te ayudaron en el partido! ¡En donde los tienes! -

- ¡No sé dónde están! -

Un pequeño errorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora