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La escuela, o mas bien la preparatoria era, demasiado aburrida.

Los profesores que le tocaban ese día eran todos unos vejetes con mas arrugas que las bolas de papel que hacía para lanzar a sus amigos, sin embargo, no todo era malo allí.

Había una chica, una linda muchacha delante de él, bueno, a tres bancas de distancia. Nora. La persona a la que le había dedicado sus noches de desvelo imaginando escenarios ficticios con playlists románticas de YouTube.

Nunca le había dirigido la palabra porque, en pocas palabras, era un cobarde, siempre que lo intentaba le temblaban las rodillas, y es que era algo en, ¿su mirada? ¿su forma de pensar? No lo sabía, pero adoraba escucharla hablar de temas con otras personas, y casi todos esos temas tenían que ver con los que le interesaban a él. ¿Si tenían tanto en común, que estaba esperando?

-Mat.- llamo su amigo de lentes, ya había acabado la clase de historia, menos mal, oír a ese anciano durante 45 minutos seguidos hablando de como Europa se había construido era algo que no le interesaba. Se levanto cargando su libreta hacia el pasillo, pero el anciano lo detuvo.

-Matías. - lo llamo, el rodo los ojos y volvió, dirigiéndole una vista a su amigo para que saliera y esperara con los demás. El chico solo se volteo sin decirle nada, el adulto se levantó y lo observo. - ¿Dónde está tu libro? -

-Lo olvide en casa. - mintió, como no le importaba la clase había tomado la inteligente decisión de ponerlo como adorno en el librero de la sala ya hace unas semanas, fue un poco divertido ver que su padre casi sin pensar lo había tomado para usar las hojas como reciclado para construir algunas paredes para las casitas de los jugadores. Mati ni siquiera se molesto en decirle nada, Amadeo solo dijo "Recuerdo que ese libro lo tenias desde los 14, creo que podría usarlo yd dejar ese espacio vacío para otro uso".

-Bueno, lo traerás a la próxima clase y leerás la lección del día, después de todo, siempre pones mucha atención. -

-Claro. - dijo y se volvió para irse, ya no quería más problemas, había descubierto que, si les daba la razón a los adultos, ellos solo asentirían y se marcharían con sus problemas.

Salió por la puerta y el chico con la ropa holgada le lanzo la mochila, este logro atraparla y volvió con el ceño fruncido a verlo.

-Tardaste años. - alzo una ceja.

-Ya sabes cómo es el viejo. - apunto con el pulgar y guardo su libreta. - ¿Listos? -

-Mas que nunca. - codeo el emo sonriendo.

Ellos se sabían la ruta, escondida tras la cafetería, una parte de la reja era lo bastante baja para pasar de un salto, sin cámaras, sin ventanas que pudieran observarlos, el peligro era cuando alguien iba al vertedero de basura que estaba ubicado allí, ya fuera a fumar o a algún rápido favor. El grupo de cinco se pasaba allí algunos recesos diciendo tonterías y de vez en cuando compartiendo un cigarro.

Primero paso Alan, el muchacho de ropa holgada, luego Cristian, el emo, luego el punk Eduardo, después Ricardo el de lentes y al final Matías. Por cierto, ya eran un grupito altamente conocido por los profesores, faltaban recurrentemente a clases, habían tenido peleas contra bullies de la preparatoria, y en una ocasión atraparon a Mati lanzándole un libro a un estúpido que quería besar a la fuerza a una chica. Pero siempre los problemas iban en contra de ellos, y mas que todo de Matías.

Capi lo sabia muy bien, cuando el muchacho llegaba sudoroso corriendo a casa poniéndose frente al 'porche esperando el correo vespertino era porque no quería que Laurita o Amadeo vieran algo que venía en las cartas, usualmente eran reportes de conducta o las calificaciones. El jugador de plomo veía como rompía las hojas y luego las guardaba en su mochila para posteriormente tirarlos por el retrete. Bueno, no podía acusarlo con su padre, seria traición.

Un pequeño errorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora