El Orgullo No Me Deja

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Háblale... No puedo... ¿Porque?... El orgullo no me lo permite

si tan solo me hubiera resignado a callar y esconder lo que sentía quizás aun seriamos amigos, aun te dirigiría la palabra sin problema alguno, y con algo de nervios, pero sin pena ni remordimiento. Es un problema escucharte hablar o siquiera verte pasar, es como sentir mil agujas clavándose en mi espalda, esta historia acabo un 8 de marzo, pero es mejor empezar por el principio.

Hablemos de Arturo un joven alto, cabello crespo y enredado, ojos café oscuro, delgado y de tez mestiza. No tiene nada distinto del ser humano común, solo tenia algo diferente. Vivía en una época que no era la suya, no le gustaba la idea de vivir en un tiempo en el que quien que expresa sus sentimientos es un idiota sin sentido común, cantar o escuchar una balada de Leo Dan es una tontería sin sentido, en la que llorar es malo y reír es peor, en la que al poeta lo llaman loco. Pero no pongamos atención a estos detalles que no tienen relevancia.

Mejor hablemos de ella, una muchacha no muy alta 1.56 como mucho, cabello lacio y largo con un mechón color verde, ojos color avellana y de tez un tanto clara. Tenia la cara mas angelical y tierna que el haya visto nunca, una sonrisa inspiradora y un caminar sin igual. Pero no lo flechó de inmediato, le tomo su tiempo enamorar al joven. 

Se conocieron en la preparatoria, una mañana de noviembre sin fecha exacta. El ambiente olía a humedad mezclada con petricor, ese aroma que desprenden las plantas justo antes de llover. Ambos presentaban una prueba que tenia un porcentaje importante, se encontraron al salir, Arturo se encontró a un viejo amigo, uno que conocía hace mucho tiempo, solo se acerco y le dijo -Hola Mario- a lo cual el otro contestó -Arturo, que alegría verte ha pasado tiempo desde la ultima vez-  Arturo sonriente se limito a exclamar -si, quien es ella?...-

Un amor a blanco y negroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora