¿Entrevista o matadero?

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Alguien toca la puerta de la habitación del hotel, donde por petición del mismo Arthur me estoy alojando. Decidí dejar la fraternidad y así regresarle la paz a esas pobres chicas que durante días, tuvieron que enfrentarse a problemas que no les concernían, por una parte creo que fue positivo, antes de irme Amber me dio las gracias, porque gracias al alboroto ahora hay más solicitudes de chicas que quieren ingresar a la fraternidad para el próximo semestre y a pesar de estar a penas comenzando uno nuevo, quieren reservar su cupo desde ahora.

—Yo abriré —dice Brenda desde la pequeña cocina integrada, dejando a medias la preparación de un sándwich que es para ambas.

Me rehusé a venir sola y por ese motivo mi mejor amiga decidió acompañarme solo por el tiempo que permanezca aquí el cual estimo no será demaciado, ya quiero colocar tierra de por medio lo más antes posible a ver si así toda la opresión que aún siento en mi pecho, se aliviana un poco.

Mi amiga se acerca a la puerta con uno de sus dedos metido en la boca, succionando la jalea con que lo había embarrado.

Un ejército de mujeres vestidas con trajes de color negro, ingresan al lugar y comienzan a rodearme, más atrás de ellas ingresa Arthur que en cuanto me ve, hace una mueca de desagrado confirmandome una vez más el fatal estado en el que me debo encontrar.

—Por favor, dejenla como la Lluvia de antes y hagan que desaparezca el zombie en que se ha convertido —dice de manera áspera mientras yo lo observo molesta.

El al ver mi expresión, sonríe de esa manera cínica en que siempre lo ha hecho y me estira su mano para que la tome.

Me levanto del mueble lo más antes posible y no recibo su mano, esta vez me le lanzo encima para abrazarlo y aferrarme a él como jamás lo hice, de inmediato su loción de afeitar junto su costoso perfume de Paco Rabanne, inundan mis fosas nasales.

Suspiro para reprimir todo el nudo de emociones que se me han acumulado en el pecho y lo disipo de la mejor manera que sé, metiéndome en una coraza en donde aparento estar bien.

—¡Hey...! A mi también me alegra verte, problemática —susurra a mi oido—. Ahora ve a que te coloquen presentable, de verdad si lo necesitas —agrega y yo asiento.

Arthur se da la vuelta para salir del lugar, pero en el camino se encuentra con mi mejor amiga y ambos hacen mala cara al verse.

—Glenda, estás aquí —cambia su nombre a propósito porque no le agrada, pero debe acostumbrarse a ella.

No porque me mude y ya no comparta habitación con ella, quiere decir que nos dejaremos de hablar, una amistad como la nuestra jamás podrá ser quebrantada.

—Brenda —lo corrige ella con obvia molestia—. Wow... que observador eres, por poco creo que eres un ciego de lo peor, ya sabes... con eso que no se te da bien notar lo que las demás personas quieren —lanza mi mejor amiga y escucha a Arthur gruñir.

—Claro... ya habló la sabelotodo, psicóloga graduada en nunca jamás —se burla Arthur y cuando veo que esto se va a tornar horrible, me aclaro la garganta indicandole a ambos que ya ha sido suficiente.

Arthur y mi amiga enfocan sus miradas en mi y yo les hago seña de que no estamos solos.

—Bueno, el deber llama y aún hay mucho trabajo que debo hace —dice mi mánager—. Siempre es un gusto volver a verte de nuevo, "Glenda" —remarca la última palabra para fastidiar a mi amiga y esta coloca sus ojos en blanco.

—Lástima que no pueda decir lo mismo de ti —se encoge de hombros—. Siempre es un fastidio tener que volver a lidiar con gente como tú —agrega y eso lo hace detener sus pasos.

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