El Imperio de Japón había alcanzado un hilo de victorias contra los británicos y americanos en los archipiélagos del sudeste asiático, aunque el territorio a priori pareciera que fue fácilmente conquistado, los aliados desarrollaron una serie de guerra de guerrillas con el fin de debilitar e irrumpir el avance de aquel país en expansión; dicha estrategia fue especialmente exitosa en Nueva Guinea, donde lograron detener a los nipones gracias a la densa jungla propia del teatro de operaciones.
Dejando en segundo plano esta última campaña por un momento, los japoneses querían imposibilitar la llegada de refuerzos de los Estados Unidos, los cuales pudieran tener la capacidad de contraatacar y así forzar un retroceso, por lo que sus próximos planes se desarrollaron: la Kidō Butai, principal flota de la Armada Imperial Japonesa, se encontraba aproximándose a su siguiente objetivo, el archipiélago de Midway, a mediados de 1942. A principios de junio, el asalto fue lanzado, liderado por 4 portaaviones (Soryu, Hiryu, Kaga y Akagi) comandados por el almirante Nagumo Chuichi. Toda la operación estaba basada en el factor sorpresa y la esperanza de que los Estados Unidos se encontraran ocupados enviando ayuda a las previamente invadidas islas de Attu y Kiska.
La acción comenzó el 4 de junio, los navíos japoneses se acercaron desde el noreste. El primer asalto fue lanzado con casi 120 aeronaves, que contaban con personal experto pilotando, siendo desplegadas hacia la base bajo el mando del general Tomonaga. Esto después de haber enviado a un pequeño grupo de reconocimiento, los cuales se habían hecho cargo de asegurarse que no hubiera moros en la costa. Aún así, dicho número de aviones fue cuanto menos conservador, ya que aún se tenía esa pequeña espinilla de intriga por que los buques estadounidenses se encontrarán en puerto, o aún peor, navegando a las cercanías; al un gran número de estos no habiendo sido avistados cerca de las Aleutianas, donde se esperaba haberlos encontrado los días anteriores.
En cuanto los bombarderos japoneses llegaron a su objetivo, comenzaron su asalto, centrado principalmente en dañar la infraestructura. El mismo fue completado sin mucha oposición, eran pocos los cazas que defendían la base, la escuadra consiguió dañar una pequeña cantidad de aeroplanos, algunos generadores de energía, fuentes de agua y demás; pero por las fortificaciones, era requerida una segunda ola para dejar a la base fuera de servicio. Tomonaga informó a Nagumo preparar un segundo despliegue, el cual tardaría unos 45 minutos en lanzarse, significando que durante este, los aviones se mantendrían expuestos en cubierta, mientras se llevaban a cabo todos los preparativos necesarios. En un principio, el jefe de la operación dio luz verde al segundo grupo para iniciar la organización de la siguiente ola.
A pesar del ataque, el daño a las pistas de Sand Island no fue tan grave, logrando lanzar una respuesta con los aeroplanos que tenía, los cuales no eran los más rápidos, ágiles ni precisos; pero servirían para ganar tiempo. Hubo tres oleadas provenientes de Midway, ninguna de ellas logró dar un solo golpe y en principio parecieron solo un desperdicio, sin embargo, su objetivo real fue alcanzado, obligando a los portaviones a maniobrar para evadirlos y así rompiendo formación, reiniciando la cuenta de 45 minutos para el despliegue, ya que el personal no se quería arriesgar a tener materiales altamente flamantes en una posición tan vulnerable y expuesta como lo es la superficie. El sacrificio de estos pilotos no fue en vano, ya se había informado a la flota estadounidense las posiciones y características del enemigo, y se aproximaban para el ataque definitivo.
Después de la tercera ola, el almirante Nagumo se vio obligado a tomar una decisión, tenía dos opciones para lanzar el contraataque.
La primera, era rearmar y organizar nuevamente al escuadrón especializado de Tomonaga, sin embargo, este tomaría mucho tiempo y daría aún más espacio a los americanos.
La segunda, era atacar con los aeroplanos de reserva, los cuales tomarían menos tiempo en lanzarse, pero los cuales originalmente planeaban ser desplegados únicamente en caso de avistar a la naval enemiga.
Se debía considerar que hasta ahora la única respuesta había provenido desde el archipiélago, lo cual demostraba que esta aún se mantenía en capacidad operativa, y por lo tanto, representaba una amenaza; además, las búsquedas aéreas no habían reportado ningún barco enemigo.
Nagumo hizo su decisión, deshabilitar la base enemiga era la prioridad, y además, ¿en serio esperaba sólo combatir con la mitad de su flotilla? Eso sería como tener una pelea manteniendo un brazo atado a la espalda en todo momento.Sin embargo, mientras los misiles del escuadrón eran reemplazados por aquellos apropiados para atacar a un objetivo como dicho puerto, se avistó a lo que parecían ser al menos 20 bombarderos modernos de los Estados Unidos. Nagumo inmediatamente dio un paso atrás en su orden, pero ya era demasiado tarde, se acercaban desde el este y no tardarían mucho en llegar. Los cazas japoneses velozmente se lanzaron a enfrentar la amenaza, un duro combate aéreo se desencadenó en la zona. Solo unos pocos atacantes se sobrepusieron y lograron lanzar sus torpedos, pero fueron evadidos.
Aún así, el alivio duró poco. Otros dos grupos de aviones se aproximaron desde el nordeste y suroeste, pero ahora ya no habían cazas que pudieran impedir su ataque. Debido a sus posiciones tan vulnerables, los daños fueron brutales. A pesar de los mejores intentos de auxiliarlos, Soryu, Kaga y Akagi quedaron completamente fuera de servicio por las explosiones y fuegos causados por el contenido explosivo e inflamable en la cubierta.
De un segundo a otro, casi todo fue perdido. La furia del almirante orilló por un momento la razón y decidió perseguir al enemigo durante la noche, con solo una cosa en mente: venganza.El Yorktown, Enterprise y Hornet se encontraban en campo, pero en dos grupos diferentes. Estos dos últimos fueron avistados por la unidad de élite enviada desde Hiryu. Una contraofensiva de tal magnitud no era para nada esperada por los americanos, quienes ya estaban retrocediendo, creyendo que el enemigo iba a darse por vencido y retirarse tras tan aplastantes bajas. No se encontraban capacitados para defender sus navíos, por consecuencia, ambos fueron dañados de gravedad. Por desgracia, la asistencia no pudo llegar a tiempo, y se vieron forzados a abandonar ambos a su perdición, en el fondo del mar.
Tras esto, los nipones no se arriesgaron más, prefiriendo dar por finalizada la operación, así dando fin a la intensa batalla de Midway.Si bien, en un principio el resultado hubiera podido parecer haber quedado en tablas, con ambos bandos sufriendo importantes pérdidas; en realidad, fue ligeramente más favorable para los defensores, quienes habían frustrado los planes enemigos pagando un gran sacrificio. La capacidad japonesa de expansión fue mermada, pero no completamente destruida, pudiendo aún lanzar operaciones ofensivas, aunque ya no de la misma escala como la de las Filipinas, Indias Occidentales o la propia Midway. Finalmente, las islas Aleutianas fueron liberadas sin muchas complicaciones. Realmente nunca fueron el objetivo principal nipón y representaban poco valor estratégico para el imperio.
Aun sin saberlo en ese momento, desde este episodio, el ritmo de la guerra tomaría un importante giro, con los estadounidenses actuando de una forma más agresiva a la posterioridad del conflicto.
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Historia Alternativa 1939 Si las Cosas Hubieran Sido Diferentes...
Historical FictionNunca podremos saber los resultados de cambiar la historia, pero al menos a mi, siempre me ha parecido interesante especular sobre ello. Yo era un hombre normal como cualquier otro, relativamente feliz pero sin nada destacable que me diferenciara de...