La jacaranda retorcida

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El joven que caminaba a la deriva se sentía miserable, pero no porque estuviera varado en un lugar desértico, con la tierra de un tono entre morado y gris, o que no tuviera la idea de cómo había llegado ahí.

Se sentía miserable por lo que había ocurrido aquella tarde ¿Estaba en el mismo día? Había perdido la noción del tiempo.

Volver a pensar en ello hacía picar sus ojos ante la amenaza de las lágrimas, había perdido una vez más la oportunidad de salir con sus conocidos de la escuela a causa de su indecisión, cuando escuchó quién quería ir a la casa de un amigo saliendo de la escuela no esperaba que también le estuvieran hablando a él, pero al momento se le pasaron tantas cosas por la mente que había terminado por decir que no, pero cuando se iba, ya que su excusa fue que no quería que se le hiciera oscuro cuando caminara a casa escuchó que estaban hablando sobre él.

-Ni siquiera sé porque se te ocurrió invitarlo, era claro que iba a decir que no, es demasiado serio y no le gusta juntarse con nadie.

Pero esa no era la causa por la que no había aceptado, sino que no se imaginaba que podía hacer en esa reunión, no hablaba con los demás más que cosas de la escuela y cualquier mención de sus intereses o algún comentario de su opinión se veía reducido a algo que dejar de lado siempre, a lo mucho que recibía era un chasqueo de lengua de alguien, miradas extrañadas o un silencio incómodo antes de que alguien cambiara de tema, cosa que lo terminó por volver mudo ante las preguntas abiertas en grupo y en ocasiones se daba cuenta que cuando alguien le preguntaba algo no podía responder por temor a como sería tomado lo que dijera, pero aquello era el colmo, todos ellos ahora decían a sus espaldas que tal vez no se llevaba con ellos porque a él no le agradaban, cuando él sentía que era al revés.

Entonces se preguntaba ¿Qué está mal en mí?

Al fin en el paisaje apareció algo diferente que no fuera solo matorrales y arena, parecía algo así como un pequeño oasis, o eso pensó, era un conjunto de árboles muy grandes y torcidos, los troncos eran muy gruesos, pero parecía no tener ni un solo centímetro de hojas sino que las ramas terminaban siendo tan pequeñas y delgadas como las venas de una persona, el joven solo pensó que era el lugar perfecto para recargarse en alguno de aquellos troncos y descansar un poco de su interminable caminata.

Sin embargo, apenas tocar la rugosa superficie tuve que retirar su mano de inmediato y retroceder, el suelo se movió y todas las ramas comenzaron a moverse, poco a poco cada tronco tomó un lugar, el mayor hacía de torso, dos de brazos, dos de piernas, conforme los troncos y las ramas se acomodaban lo que parecía un conjunto de árboles retorcidos se convirtió en la figura de una mujer, una mujer arrodillada, que miraba hacia abajo, tenía las mayores ramificaciones en su cabeza haciendo de un cabello largo y enmarañado, las puntas de sus dedos también perdían su forma tanto en manos como en pies, y en la zona donde de doblaban sus rodillas tenía unas curiosas ramas caídas que de lejos podían hacer alusión al final de una falda sobre su cuerpo.

El joven estaba realmente asustando, la mujer árbol lo estaba mirando.

-¿Estás solo?

Preguntó ella con una voz que hacía eco en la inmensidad del paisaje, el joven tragó saliva y atinó a asentir con la cabeza, entonces pudo preguntar con voz temblorosa.

-¿Quién eres?

Ella parpadeó.

-Soy la jacaranda retorcida. ¿Porqué estás solo?

Y a pesar del miedo el joven comenzó a contarle lo que le pasó y como se sentía, la jacaranda lo escuchaba atentamente, a veces asistiendo, cuando esté finalmente terminó ella dijo.

-Entonces es tu culpa que estés solo.

El joven resopló indignado.

-¿Mi culpa?

Ella continuó.

-Cuando era un pequeño brote ya me veían extraño porque mis hojas estaban un poco torcidas, y no dejaban de decírmelo, pero cuánto más tiempo pasaba, más me retorcía, las demás jacarandas no me querían, así que me alejé de ellas, a causa de eso crecí tanto que ahora tengo esta forma.

El joven estaba desconcertado.

-Pero ¿Eso también fue culpa suya?

La jacaranda asintió y levantó sus dos brazos, haciendo temblar las ramas, de estas empezaron a florecer repentinamente, llenándose de flores rosadas, algunas cayeron sobre la cabeza del joven.

-Pero no te preocupes, no tendrás que estar más solo.

Dijo la jacaranda con voz dulce, pero a su vez, tomaba al joven en sus manos, que no paraba de gritar con terror, más la mujer árbol no hizo caso a eso y lo veía más bien de forma compasiva, al menos hasta que su gesto se torció en una sonrisa siniestra y pareció abrazar al joven contra su pecho, pero en lugar de eso en realidad lo estaba arrojando en el agujero donde la jacaranda alguna tuvo su corazón, así se dejaron de oír aquellos gritos.

-Nunca más vas a estar solo por tu culpa.

Repitió la jacaranda retorcida.

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