La joven con su vista nublada por las lágrimas no separaba su lápiz de su cuaderno, sin embargo su posición no era la más cómoda para lo que hacía, medio cuerpo recargado en el cuenco que se formaba en las raíces de un árbol, las rodillas dobladas, mantenía el libro sostenido entre estás y su abdomen, con la cabeza inclinada hacia abajo, el agua salada que corría por sus mejillas así evitaba caer sobre el libro y en su lugar lo hacía en su camisa.
Pero lo que estaba escribiendo apenas se distinguía, y la joven en su dolor no mostró rastro de lucha o miedo cuando unas ramas pasaron sobre ella y cubriendo sus pies la tomó de las piernas.
-¿Por qué estás tan dolida?
Preguntó el árbol en el que estaba recargado, que había tomado una forma y expresión distintas.
-No te debo una explicación.
Respondió la joven tajante y dolida, y arrancó la hoja de lo que acababa de escribir, haciéndola una bola y lanzandola lejos volviendo a sollozar y temblando se abrazó a sí misma por las rodillas, dejando entre medio su cuaderno, sin embargo, al ver que parecía el árbol la abrazaba un poco como intentando darle un poco de consuelo, la joven habló de forma ahogada.
-Me he dado cuenta de mi mediocre actuar, escribo porque me gusta, pero cuando mostré lo que he hecho a nadie más le agradó. ¿De qué sirve escribir si no vas a ser leído? Ahora temo porque me vean escribiendo y cuando tengo una pequeña esperanza en mostrar lo que tengo en los demás solo imperia el silencio, he llegado a la conclusión de que no sirvo para esto, he visto grandes talentos, altamente admirados y recordados, pero yo no me puedo comparar con ninguno de ellos, tan solo me marchito en un pozo sin ojos ni oídos.
La joven se talló los ojos y exclamó de forma lamentable.
-¡Pero me siento tan egoísta de sentirme así por ser ignorada! Si nadie gusta de mi arte no puede ser que sea bueno ¿Cierto?
Las ramas pasaron ligeramente sobre la cabeza de la joven, como si le acomodarán un poco el cabello, y al hacerlo algunas flores que crecieron de estás ramas se quedaron en su cabello.
-Hay temporadas dónde todo es seco y frío, pero suele venir luego de esto la temporada en qué todo florece.
La joven negó con la cabeza.
-Si algo no es reconocido, entonces significa que realmente no hay talento ¿O sí?
-¿Tú qué crees?
La joven se levantó un poco del ovillo que estaba hecha solo para arrojar lejos su libro.
-¡Solo quiero salir de aquí y no ver a nadie más!
Racuna, con algo de pena, abrazó más a la joven.
-Ya no sientas más angustia, tu deseo será concedido.
Y conforme más la abrazaba, la joven poco a poco se fue hundiendo en el corazón de Racuna, quedando así solo el libro.
Racuna tomó este y empezó a leerlo, suspiró con cierta pena.
-No está mal. ¿Será que realmente necesitaba la aprobación de otros para reconocerse a sí mismo?

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Un susto por persona
FanfictionEscritos cortos sobre Frankelda, cuentos, historias y más sobre Los sustos ocultos de Frankelda.